Desde Baltimore, Estados Unidos
Wall Street ha alcanzado nuevos máximos, pero no es la única inversión en máximos; las obras de arte también están en auge. Así lo explica Bloomberg:
“Una escultura blanca de casi dos metros de altura de Jeff Koons de una mujer sosteniendo tres bolsos de Hermes se vendió ayer por 4 millones de dólares en una subasta benéfica en Nueva York, por un precio un 60 por ciento superior a obras similares subastadas en el pasado”.
“Esta venta siguió a las realizadas en las subastas de arte impresionista de la semana pasada en Manhattan por un total de 673 millones de dólares, lo que marca una temporada que podría ser récord en la venta de obras de arte si la tendencia continúa”.
“’Soy alcista a largo plazo en el mercado de arte’ dijo Rajiv Chaudhri, presidente de Sunsara Capital en Nueva York y coleccionista de arte, en un evento en el restaurante Four Seasons de Nueva York. ‘Los precios seguirán subiendo. Se ha creado mucha riqueza últimamente y el arte es un activo privilegiado’”.
El señor Chaudhri probablemente se equivoca en algunas cosas. En primer lugar, la riqueza no está siendo creada, está siendo fabricada artificialmente. Y el arte no es un activo privilegiado, sino un activo pobre y poco fiable. Además, el mercado del arte no subirá como él espera. Cuando el dinero desaparezca, los aficionados al arte intentarán salir corriendo de ese mercado pero apenas encontrarán compradores.
Aun así, hay una cosa con la que sí coincido: hay mucho dinero circulando.
Sí, la gente rica se ha hecho aún más rica durante los últimos años. En Estados Unidos el 1 por ciento más rico aglutina un 35 por ciento de la riqueza total. El 80 por ciento inferior tiene el 11 por ciento solamente.
¿De dónde ha salido todo este dinero? Hemos visto estimaciones del efecto de las inyecciones monetarias (QE) en los balances de la Reserva Federal. Durante los últimos cinco años, se han añadido 2,5 billones de dólares hasta alcanzar los 9 billones.
Ahora, con tanto dinero caliente en los bolsillos, los ricos pueden pujar por las esculturas de Jeff Koons, apartamentos en Manhattan o lo que quieran. Pero esto nos deja una cuestión pendiente: ¿de dónde viene el dinero?
Usted ya conoce la respuesta: de los bancos centrales. Y ya sabe de donde lo sacaron: de ninguna parte.
Los bancos centrales han creado océanos de liquidez. Como el agua, tiene que ir a alguna parte. En la actualidad va a las acciones, casas, arte y muchas otras cosas. Y ahora que el programa de expansión monetaria está ‘pausado’ en Estados Unidos, los japoneses y los europeos han tomado el relevo.
“El Banco Central Europeo acuerda una inyección por un billón de euros”, fue el titular del Financial Times a finales de la semana pasada.
“Mario Draghi ha conseguido apoyo unánime de la junta de gobierno del Banco Central Europeo para inyectar un billón de euros para rescatar a la economía de la Eurozona de la recesión…” continúa la noticia.
Y lo que nos llega desde Japón no es menos remarcable. El Banco de Japón tiene un nuevo jefe, Haruhiko Kuroda. Aparentemente, es aún más imprudente que el primer ministro Shinzo Abe.
El señor Kuroda ha decidido que su banco central compre bonos del Estado japonés por hasta 80 billones de yenes cada año, y parte del trato incluye la compra directa de acciones japonesas.
“¿Querías un efecto riqueza? ¡Pues toma un efecto riqueza!”.
Los japoneses siempre marcan tendencia, al menos en el mundo de las políticas económicas suicidas. Así que probablemente no nos llevará mucho antes de que la Reserva Federal vuelva al negocio de imprimir dinero. Lo más probable es que esperen a que el mercado bursátil colapse. Entonces, ellos también comenzarán a comprar acciones directamente.
Wall Street caerá porque cada vez hay menos dinero artificial sosteniéndolo. Los 3,6 billones de dólares del programa de estímulos monetarios (QE) dispararon a las bolsas estadounidenses un 130 por ciento en los últimos cinco años, pero el QE está, como hemos dicho, en ‘pausa’.
Y las impresiones de dinero en Europa y Japón probablemente no llegarán a Estados Unidos lo suficiente rápido para mantener el nivel de agua en lo más alto. En su lugar, el agua se irá escapando, gradualmente, hasta que finalmente no quede nada.
No sólo ha parado el QE, también ha parado el gran impulso que los Estados Unidos conseguían con sus déficits comerciales. En su punto más alto, el déficit por cuenta corriente de los Estados Unidos alcanzó los 800.000 millones de dólares. Ese dinero –principalmente con origen crediticio- se fue fuera de Estados Unidos para comprar artículos hechos en el extranjero.
Los bancos centrales locales han imprimido su propia moneda para comprar dólares y entonces han reinvertido esos dólares de nuevo en los Estados Unidos. Esto era como el QE antes de que éste existiera, dice Richard Duncan.
Los Estados Unidos sufrieron una inundación de liquidez procedente del extranjero. Esto fue lo que infló el mercado bursátil de 1999 y el mercado inmobiliario de 2008.
Pero eso se acabó. El déficit por cuenta corriente sólo alcanza la mitad de lo que fue. Y a medida que la industria petrolera estadounidense extrae más y más petróleo de la tierra, habrá menos dólares en dirección al extranjero para comprar recursos energéticos y un menor déficit de cuenta corriente como consecuencia.
Esto significará una menor compra de activos estadounidenses por parte de extranjeros y el fin del ‘exceso de liquidez’. El boom energético en Estados Unidos no contribuirá a revalorizar el precio de los activos; contribuirá a hundirlos.
Saludos, Bill Bonner.
* Bill Bonner es fundador y presidente de Agora Inc., con sede en Baltimore, Estados Unidos. Es el autor de los libros "Financial Reckoning Day" y "Empire of Debt" que estuvieron en la lista del New York Times de libros más vendidos.
FUENTE: Publicado en Inversor Global- Newsletter semanal. Enviado por mail
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