Por Ignacio Ros
Años de bonanza económica mimaron a la región, al calor de tasas bajas en el primer mundo, producto de los esfuerzos para salir de la crisis de Lehman Brothers. En este amable escenario, a la Argentina le surgieron tres problemas que en ningún otro país del barrio alcanzaron tal profundidad.
Son temas –a priori- de manejo sencillo y eso es lo que los vuelve más insólitos. Sencillo, si es que no se dejan florecer por demasiado tiempo.
Veamos…
Deuda 1: el cepo que llegó para quedarse
En octubre cumplimos tres años de esta medida que para los más optimistas iba a ser transitoria y que en sus años de vida nos llevó a perder más reservas (US$ 21.200 millones) que la crisis de 2001 (US$ 21.200 millones).
En sí misma, es una prueba del fracaso de la política cambiaria. Tan sencillo como que aquello que no soy capaz de manejar, lo bloqueo. Por su puesto que la medida comenzó de una manera más laxa y –conforme pasaban los meses- se fue ajustando el torniquete.
Esto incluye cargos en el uso de tarjetas en el exterior, apriete a las casas de cambio, seguimiento del dólar “contado con liquidación”, presiones a las cerealeras para que liquiden sus cosechas, entre otros esfuerzos microeconómicos.
Fíese lo que decía el mes pasado el economista Nicolás Cachanosky, profesor de la Universidad de Denver (EE.UU.), en declaraciones a Infobae: "el problema de fondo sigue siendo el mismo: un empeoramiento de las cuentas fiscales financiado con emisión monetaria y un tipo de cambio controlado que no evoluciona al mismo ritmo que la inflación. Es el mismo problema una y otra vez, con los mismos resultados una y otra vez. Si hacés lo mismo en términos económicos, los resultados económicos van a ser los mismos. No hay alquimia económica. Si insistís en los mismos errores, vas a seguir con los mismos problemas".
Deuda 2: la inflación que desdibujó el diagnóstico
Que las estadísticas del INDEC, incluso de después de elaborar un nuevo índice con la supervisión del FMI, sean poco creíbles no es ninguna novedad.
No obstante, atizada por un gasto público que subió 11 veces en la última década, ésta no para de subir. La emisión juega su partido. Más allá de lo que digan los economistas k, dos más dos sigue siendo cuatro.
El año pasado se cerró con un déficit de las cuentas fiscales por $ 85.000 millones y en este superaremos por primera vez el billón de pesos en gasto público.
Todo eso, al menos hasta el que Gobierno instauró los bonos dollar linked, sólo salía de la imprenta.
Esta es la radiografía que hizo la consultora Analytica de la situación:
Concretamente, en octubre los precios subieron en torno de 2%, acumulando en los últimos doce meses un alza de 40%, casi el doble que un año atrás. Si bien la aceleración es generalizada en todos los componentes, se destaca una mayor incidencia de los precios de los servicios públicos. De hecho, el incremento del 180% en las tarifas de agua, 170% en las de gas y 64% en transporte público aportaron casi 6 puntos (el triple que en el mismo período del año pasado) y explicaron una cuarta parte del de la aceleración inflacionaria.
¿A quién le sirve una economía inflacionaria? A nadie, ni siquiera al Gobierno. Posiblemente sea una fuente de financiamiento precaria a través de impuestos como IVA y Ganancias, pero créame que en el mediano plazo también pasa la cuenta.
Deuda 3: la cuenta energética
Le voy a dejar una frase de Diego Pérez Santiesteban, presidente de la Cámara de Importadores de la Argentina (CIRA), que sintetiza el asunto: “Argentina pasó de autoabastecimiento y vender energía a depender de importaciones".
El 2013 se necesitaron de US$ 14.000 millones para pagar la cuenta energética. Dicho de otra manera, la importación de gas y combustibles pasaron de representar el 5% del total de las compras al extranjero en 2012 al 15% en 2013.
¿Cree que este año la situación cambió? Piense de nuevo. En sólo seis meses se llevaron US$ 7.300 millones.
La industria local muestra su declive:
¿Cómo llegamos a este punto? Se explica a través de un cóctel explosivo de subsidios indiscriminados que incluyen zonas residenciales de alto nivel adquisitivo y tarifas congeladas, que son efectivas a la hora de conseguir votos pero no al momento de vigorizar industrias.
Tres deudas tan insólitas como evitables.
Lo que es cierto es que serán tarea para el que viene.
Por más que la navidad se aproxime, no espere milagros con un año electoral a la vuelta de la esquina.
Saludos Ignacio.
Son temas –a priori- de manejo sencillo y eso es lo que los vuelve más insólitos. Sencillo, si es que no se dejan florecer por demasiado tiempo.
Veamos…
Deuda 1: el cepo que llegó para quedarse
En octubre cumplimos tres años de esta medida que para los más optimistas iba a ser transitoria y que en sus años de vida nos llevó a perder más reservas (US$ 21.200 millones) que la crisis de 2001 (US$ 21.200 millones).
En sí misma, es una prueba del fracaso de la política cambiaria. Tan sencillo como que aquello que no soy capaz de manejar, lo bloqueo. Por su puesto que la medida comenzó de una manera más laxa y –conforme pasaban los meses- se fue ajustando el torniquete.
Esto incluye cargos en el uso de tarjetas en el exterior, apriete a las casas de cambio, seguimiento del dólar “contado con liquidación”, presiones a las cerealeras para que liquiden sus cosechas, entre otros esfuerzos microeconómicos.
Fíese lo que decía el mes pasado el economista Nicolás Cachanosky, profesor de la Universidad de Denver (EE.UU.), en declaraciones a Infobae: "el problema de fondo sigue siendo el mismo: un empeoramiento de las cuentas fiscales financiado con emisión monetaria y un tipo de cambio controlado que no evoluciona al mismo ritmo que la inflación. Es el mismo problema una y otra vez, con los mismos resultados una y otra vez. Si hacés lo mismo en términos económicos, los resultados económicos van a ser los mismos. No hay alquimia económica. Si insistís en los mismos errores, vas a seguir con los mismos problemas".
Deuda 2: la inflación que desdibujó el diagnóstico
Que las estadísticas del INDEC, incluso de después de elaborar un nuevo índice con la supervisión del FMI, sean poco creíbles no es ninguna novedad.
No obstante, atizada por un gasto público que subió 11 veces en la última década, ésta no para de subir. La emisión juega su partido. Más allá de lo que digan los economistas k, dos más dos sigue siendo cuatro.
El año pasado se cerró con un déficit de las cuentas fiscales por $ 85.000 millones y en este superaremos por primera vez el billón de pesos en gasto público.
Todo eso, al menos hasta el que Gobierno instauró los bonos dollar linked, sólo salía de la imprenta.
Esta es la radiografía que hizo la consultora Analytica de la situación:
Concretamente, en octubre los precios subieron en torno de 2%, acumulando en los últimos doce meses un alza de 40%, casi el doble que un año atrás. Si bien la aceleración es generalizada en todos los componentes, se destaca una mayor incidencia de los precios de los servicios públicos. De hecho, el incremento del 180% en las tarifas de agua, 170% en las de gas y 64% en transporte público aportaron casi 6 puntos (el triple que en el mismo período del año pasado) y explicaron una cuarta parte del de la aceleración inflacionaria.
¿A quién le sirve una economía inflacionaria? A nadie, ni siquiera al Gobierno. Posiblemente sea una fuente de financiamiento precaria a través de impuestos como IVA y Ganancias, pero créame que en el mediano plazo también pasa la cuenta.
Deuda 3: la cuenta energética
Le voy a dejar una frase de Diego Pérez Santiesteban, presidente de la Cámara de Importadores de la Argentina (CIRA), que sintetiza el asunto: “Argentina pasó de autoabastecimiento y vender energía a depender de importaciones".
El 2013 se necesitaron de US$ 14.000 millones para pagar la cuenta energética. Dicho de otra manera, la importación de gas y combustibles pasaron de representar el 5% del total de las compras al extranjero en 2012 al 15% en 2013.
¿Cree que este año la situación cambió? Piense de nuevo. En sólo seis meses se llevaron US$ 7.300 millones.
La industria local muestra su declive:
¿Cómo llegamos a este punto? Se explica a través de un cóctel explosivo de subsidios indiscriminados que incluyen zonas residenciales de alto nivel adquisitivo y tarifas congeladas, que son efectivas a la hora de conseguir votos pero no al momento de vigorizar industrias.
Tres deudas tan insólitas como evitables.
Lo que es cierto es que serán tarea para el que viene.
Por más que la navidad se aproxime, no espere milagros con un año electoral a la vuelta de la esquina.
Saludos Ignacio.
FUENTE: PUBLICADO EN INVERSOR GLOBAL - NEWSLETTER SEMANAL - (enviado por mail)
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