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No obstante, más que la descontextualización ingenua lo que primó en la cobertura de algunos medios fue la complicidad, sólo que ésta no asumió la forma explícita de un apoyo partidario, sino de uno estético. Varios periodistas centraron su análisis en la admiración que les provocaba el número de concurrentes, la prepotencia, la forma de ocupar la calle, la propia violencia no reprimida. Esta cobertura, lejos de poner un ojo crítico o al menos moralmente distante sobre el mensaje extorsivo, admiraba la pura demostración de fuerza. Y lo que ocurre es que cuando todo el discurso se reduce a la admiración por las formas entonces la forma misma deviene contenido. Incluso concluían que la marcha había significado un triunfo político para CFK, como parte de un exitismo que mostraba admiración por el éxito mismo en el marco de una puja de poder, más allá de lo que estuviera en juego, en este caso el libre ejercicio de la justicia. No escuchamos decir a estos periodistas que la justicia debe trabajar sin presiones, más bien los escuchamos admirar desvergonzadamente a quien ejerciera presión sobre ella.
Tal exitismo periodístico entendido como la admiración hacia el patovica, no es más que la continuidad de la lógica que predicaba que el peronismo es el único que puede gobernar, siendo el fatalismo y el conformismo sus consecuencias directas. En virtud de su fuerza el patovica sería desde esta perspectiva exitista, el más indicado para el ejercicio del poder, aunque no sea ni el más honesto ni el más eficiente. Pero esta vez aquellos comunicadores mediáticos han ido más lejos y han trocado el fatalismo de la necesidad por el fatalismo de la admiración.
FUENTE: https://oidelgrito.wordpress.com/2016/04/17/mi-patovica-favorito/
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