Los datos oficiales ya no pueden disimular la debilidad cada vez más pronunciada de la Balanza Comercial. Con el escaso nivel de reservas, la imposibilidad de financiarse en el exterior y una demanda doméstica de dólares cada vez más sólida es difícil pensar que, sosteniendo la estrategia, el resultado pueda mejorar. |
Por: Juan Ignacio Lozano
Tanto las exportaciones como las importaciones cayeron, en septiembre, alrededor del 10%, pero el dato más contundente es la caída del superávit comercial en un 44% en el noveno mes del año respecto al mismo mes del año anterior. Los productos primarios se exportaron un 24% menos y las manufacturas de origen primario un 39% menos. Esto es, por un lado, un dato de la realidad que perjudica las posibilidades del BCRA de incrementar las reservas y, por otro, un fiel reflejo del devenir de la economía.
Cuando sería necesario, casi imprescindible, que el superávit comercial aumente para ahuyentar fantasmas y reducir la presión sobre el tipo de cambio, la caída en el superávit viene a confirmar una realidad que para muchos era esperable. Hacia principios de año ya se perfilaba un 2014 complicado, sobre todo por los incipientes problemas del Sector Externo. Lejos de modificar el rumbo e intentar generar estímulos para que el ingreso de dólares permita aumentar las reservas, después de la devaluación y el control que se hizo de la corrida contra el peso, no se tomaron medidas contundentes tendientes a incrementar el nivel de actividad.
Hoy se empiezan a ver los primeros resultados de esa pasividad. El problema externo se ve acentuado por que, el ingente flujo de circulante que se inyecta mensualmente para financiar al Tesoro Nacional genera un constante aumento de la inflación provocando atraso cambiario. Así los efectos “benéficos” de la devaluación se fueron esquilmando con la pérdida de valor de la moneda. Pese a todo esto, el Gobierno mantiene su rumbo. El BCRA deberá emitir $5000 millones mensualmente hasta fin de año tan solo para pagar intereses de las LEBAC (Letras del Banco Central que se emiten a tasa de interés para absorber circulante) generando mayores presiones inflacionarias y un aumento casi seguro en la tasa de interés para renovar esas Letras. Todo hace pensar que las perspectivas seguirán en la dirección que se viene señalando y que, de no mediar un rotundo y poco probable cambio de la política económica, las variables fundamentales de la economía se seguirán deteriorando.-
El sector agropecuario, que podría motorizar nuevamente la economía, surtiendo de dólares de exportación al BCRA y de mayor actividad al interior del país continua siendo vilipendiado y despreciado como actor principal de la economía. El encadenamiento de las actividades agropecuarias es muy importante y, de contar con los incentivos necesarios podrían ser una herramienta para frenar la caída de la actividad. De contar con estímulos suficientes, lo cual no significa beneficios directos, el campo argentino podría haber sido un actor importante en la recuperación con miras a la próxima campaña.
Lejos de obtener buenos incentivos la (des)política hacia el sector continuó su rumbo sin miramientos. Los impedimentos para exportar y la carga impositiva sobre la producción rural se suman a las inclemencias climáticas, deprimiendo notablemente la producción. Con una política cambiaria que genera tanta especulación y una férrea postura de sostenimiento del tipo de cambio solo se ha logrado deteriorar la Balanza Comercial. Quizás una reflexión integral sobre la escena genere la duda de pensar que, algunas decisiones fueron desacertadas. Solo hace falta un poco de grandeza, visión y capacidad para reconocer los desaciertos. Lo cuestionable no es el error, sino advertirlo y continuar equivocando.-
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