Con esta perplejidad, para levantar un poco el ánimo ante estas verdaderas tribulaciones de la ciudadanía, es bueno saber que la condición esencial para poder amar algo, es conocerlo. A la Patria mal se la puede amar si no se la conoce. La Patria se compone de nuestro suelo, nuestro paisaje, del recuerdo de nuestros próceres y de nuestras tradiciones; pero también es algo más. Ese algo más es al mismo tiempo tradición y unidad. O sea, un doble vínculo simultáneo: con la tradición histórica de las generaciones que nos han precedido y las que vendrán, y un vínculo con todos los hombres del país, nuestros contemporáneos. Y es todavía un poco más: Es la conciencia de que este grupo de personas que, sea por nacimiento o por inmigración o por otras causas, están relacionadas entre sí.
Como cristianos tenemos, según los planes de Dios, una misión, un destino, una empresa colectiva en este mundo y en la historia. De esto surgen los deberes que tenemos hacia la Patria: Cuatro son las principales virtudes cristianas que se relacionan de cerca con la Patria: 1.-La piedad, que nos inspira la veneración a la Patria en cuanto principio secundario de nuestro ser, educación y gobierno; por eso se dice que la Patria es nuestra madre. 2.-La justicia legal, que nos hace considerar su bien como un bien común a todos los ciudadanos, que todos tenemos obligación de fomentar. 3.-La caridad, que nos obliga a amar a nuestros semejantes, empezando a los que estamos ligados por vínculos de sangre, familia, y nacimiento. Y, 4.- La gratitud, por los inmensos bienes que ella nos ha proporcionado y continuamente nos presta. Todas estas virtudes pueden abreviarse bajo el término “patriotismo”, que no es otra cosa que “el amor y la piedad hacia la Patria en cuanto tierra de nuestros mayores o antepasados”.
El patriotismo también se manifiesta principalmente por: El amor de predilección sobre las demás naciones. El respeto y honor hacia su historia, sus tradiciones, sus instituciones, su idioma, sus símbolos. El servicio: como expresión efectiva de nuestro amor y veneración. El servicio de la Patria consiste principalmente en el fiel cumplimiento de sus leyes legítimas, especialmente aquellas que son necesarias al crecimiento y engrandecimiento; y también en el desempeño desinteresado y leal de los cargos públicos que exige el bien común; en las Fuerzas Armadas, etc. Finalmente se manifiesta en la defensa contra sus perseguidores y enemigos interiores o exteriores: en tiempos de paz, con la palabra o con la pluma, en tiempos de guerra defendiéndola con las armas y si es necesario dando la vida por ella.
Al verdadero patriotismo se oponen dos vicios: Por exceso, el llamado chauvinismo, o patrioterismo. Este vicio, no importa el nombre que se le dé, consiste en ensalzar desordenadamente a la propia Patria como si fuera el bien supremo, incluso por encima de la fe, y desprecia los demás países injustamente e incluso con injurias de hecho. Algunas de sus manifestaciones son la xenofobia, la discriminación racial, la idolatrización de los símbolos o elementos patrios. Por defecto, tenemos el internacionalismo de los hombres sin Patria que desconocen la suya con el falso argumento de ser ciudadanos del mundo. Su forma más radical y peligrosa, por sus derivaciones filosóficas y sociales, ha sido el “internacionalismo comunista”, inspirado en la doctrina de Marx.
En conclusión: También tiene la Patria sus miserias que las debemos curar entre todos, nada es perfecto en este mundo de imperfecciones, tenemos nuestras lacras que las deberemos ir superando con esfuerzo y sin desmayos. Al tener los argentinos un origen cristiano, para resucitar a un pueblo postrado, afligido, no hacen falta muchas personas; este tipo de “cosas grandes” es, como la historia lo demuestra, tarea de pocos. Formémonos, pues, y formemos a los que sean nuestro entorno. Y confiemos.
La patria somos los argentinos, y donde haya un argentino luchando contra los abusos del poder, ahí está la Patria.
Abogado - Desde Formosa -
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