Los mercados de capitales son un elemento clave de cualquier país desarrollado.
Allí se ponen de acuerdo los que tienen ahorros y quieren invertirlos para generar una rentabilidad, y los que tienen proyectos productivos pero les falta el capital para poder emprenderlos.
La forma en la que funcionan los mercados bursátiles es fácil de entender: a cambio de una parte de ese ahorro, las empresas ofrecen una participación en las ganancias futuras que generarán sus proyectos productivos.
Si todo sale como se espera, el resultado es que todos ganan.
El ahorrista se transforma en accionista, la empresa genera ganancias, y la población en general puede gozar de nuevos y mejores productos y servicios que mejorarán su calidad de vida.
Si la empresa fracasa, entonces el ahorrista perderá su inversión, motivo por el cual se recomienda diversificar y “no poner todos los huevos en la misma canasta”.
Ahora bien, a pesar de que haya numerosas empresas que no logran cumplir con los objetivos, lo cierto es que los casos de éxito son abrumadores.
Las empresas más conocidas de la actualidad cotizan en alguna bolsa de valores y la gran mayoría de los ahorristas del mundo tiene la posibilidad de ser dueño de, aunque sea, una parte de ellas.
Facebook, Twitter, Google, Apple, Microsoft, son algunos ejemplos que muestran la importancia que los mercados de capitales tienen en la vida diaria de las personas.
En Argentina no comprendemos esta realidad. Décadas de destrucción monetaria, intervencionismo y falta de respeto por la seguridad jurídica convirtieron a nuestro mercado de capitales en algo verdaderamente insignificante a nivel mundial.
En el gráfico de abajo puede verse el tamaño de los países del mundo si éste reflejase la capitalización bursátil de su mercado de capitales. Como decíamos, Argentina directamente no existe
No contentos con este resultado, y a solo tres meses de dejar el poder, el gobierno sigue tomando decisiones que conspiran contra el desarrollo de la bolsa. El martes, una resolución de la Comisión Nacional de Valores, que obliga a los fondos comunes de inversión a valuar al tipo de cambio oficial sus activos denominados en dólares, desató una ola de ventas que hizo caer el Merval un 6,1%, dejándolo un 20,3% abajo del valor que tenía hace un año atrás.
Según los funcionarios, la medida se toma “para evitar que haya distorsiones y se tomen otros precios para registrar el valor de esos activos”, como afirmó el presidente de la CNV, Christian Girard, y para que los fondos reflejen " el verdadero valor del bono y no las oscilaciones que tiene el mercado”, como afirmó el viceministro de economía, Emmanuel Álvarez Agis.
Las justificaciones son tan disparatadas que uno no sabe por dónde empezar.
Los títulos públicos denominados en dólares estaban valuados por los fondos comunes de inversión al tipo de cambio llamado “contado con liquidación” (hasta el martes a $ 14,15 por dólar). Ahora, cuando el gobierno dice que hay que contabilizarlos al tipo de cambio oficial para evitar distorsiones, olvida que la principal distorsión es, precisamente, el tipo de cambio oficial.
Cualquier estudiante de primer año de la facultad que asiste a una clase de Economía se entera de que los controles de precios generan un desequilibrio entre oferta y demanda que deriva en una situación de escasez. Para resolver esta escasez es que aparecen los mercados paralelos.
Así, la primera distorsión no es el mercado del contado con liquidación, que muestra con mayor transparencia el equilibrio que surgiría de la oferta y la demanda del mercado, sino el mercado del dólar oficial, que reprime el verdadero precio de la divisa e intenta sustituirlo, sin éxito, por el que dictamina el capricho del burócrata de turno.
La otra justificación desconoce el rol que tienen las oscilaciones de los precios en la economía. Es que la suba y la baja de los precios son las señales que tienen los mercados para orientar la producción. Cuando sube el precio de un bien, indica que allí ese bien se volvió escaso y que se necesita producir más.
Cuando cae, la señal es que se debe comenzar a invertir en otros sectores. Así, buscar evitar las oscilaciones de los precios no es otra cosa que buscar evitar el funcionamiento del mercado y, con eso, detener los incentivos para producir.
Según consta en la página web oficial del organismo en cuestión, la razón de ser de la Comisión Nacional de Valores es “el resguardo de los intereses de los inversionistas y de los accionistas de las empresas”.
Sin embargo, en sus 78 años de historia no logró que se consolide un mercado de capitales de importancia y ahora nos sorprende con una medida que está muy lejos de resguardar el interés de los inversionistas.
Por eso una idea para tener en cuenta a futuro es cerrar la Comisión Nacional de Valores y probar con un mercado desregulado.
En definitiva, no son los papeles que firman los burócratas los que enriquecen a la sociedad, sino el comercio y los mercados libres.
Un saludo, Iván
Allí se ponen de acuerdo los que tienen ahorros y quieren invertirlos para generar una rentabilidad, y los que tienen proyectos productivos pero les falta el capital para poder emprenderlos.
La forma en la que funcionan los mercados bursátiles es fácil de entender: a cambio de una parte de ese ahorro, las empresas ofrecen una participación en las ganancias futuras que generarán sus proyectos productivos.
Si todo sale como se espera, el resultado es que todos ganan.
El ahorrista se transforma en accionista, la empresa genera ganancias, y la población en general puede gozar de nuevos y mejores productos y servicios que mejorarán su calidad de vida.
Si la empresa fracasa, entonces el ahorrista perderá su inversión, motivo por el cual se recomienda diversificar y “no poner todos los huevos en la misma canasta”.
Ahora bien, a pesar de que haya numerosas empresas que no logran cumplir con los objetivos, lo cierto es que los casos de éxito son abrumadores.
Las empresas más conocidas de la actualidad cotizan en alguna bolsa de valores y la gran mayoría de los ahorristas del mundo tiene la posibilidad de ser dueño de, aunque sea, una parte de ellas.
Facebook, Twitter, Google, Apple, Microsoft, son algunos ejemplos que muestran la importancia que los mercados de capitales tienen en la vida diaria de las personas.
En Argentina no comprendemos esta realidad. Décadas de destrucción monetaria, intervencionismo y falta de respeto por la seguridad jurídica convirtieron a nuestro mercado de capitales en algo verdaderamente insignificante a nivel mundial.
En el gráfico de abajo puede verse el tamaño de los países del mundo si éste reflejase la capitalización bursátil de su mercado de capitales. Como decíamos, Argentina directamente no existe
No contentos con este resultado, y a solo tres meses de dejar el poder, el gobierno sigue tomando decisiones que conspiran contra el desarrollo de la bolsa. El martes, una resolución de la Comisión Nacional de Valores, que obliga a los fondos comunes de inversión a valuar al tipo de cambio oficial sus activos denominados en dólares, desató una ola de ventas que hizo caer el Merval un 6,1%, dejándolo un 20,3% abajo del valor que tenía hace un año atrás.
Según los funcionarios, la medida se toma “para evitar que haya distorsiones y se tomen otros precios para registrar el valor de esos activos”, como afirmó el presidente de la CNV, Christian Girard, y para que los fondos reflejen " el verdadero valor del bono y no las oscilaciones que tiene el mercado”, como afirmó el viceministro de economía, Emmanuel Álvarez Agis.
Las justificaciones son tan disparatadas que uno no sabe por dónde empezar.
Los títulos públicos denominados en dólares estaban valuados por los fondos comunes de inversión al tipo de cambio llamado “contado con liquidación” (hasta el martes a $ 14,15 por dólar). Ahora, cuando el gobierno dice que hay que contabilizarlos al tipo de cambio oficial para evitar distorsiones, olvida que la principal distorsión es, precisamente, el tipo de cambio oficial.
Cualquier estudiante de primer año de la facultad que asiste a una clase de Economía se entera de que los controles de precios generan un desequilibrio entre oferta y demanda que deriva en una situación de escasez. Para resolver esta escasez es que aparecen los mercados paralelos.
Así, la primera distorsión no es el mercado del contado con liquidación, que muestra con mayor transparencia el equilibrio que surgiría de la oferta y la demanda del mercado, sino el mercado del dólar oficial, que reprime el verdadero precio de la divisa e intenta sustituirlo, sin éxito, por el que dictamina el capricho del burócrata de turno.
La otra justificación desconoce el rol que tienen las oscilaciones de los precios en la economía. Es que la suba y la baja de los precios son las señales que tienen los mercados para orientar la producción. Cuando sube el precio de un bien, indica que allí ese bien se volvió escaso y que se necesita producir más.
Cuando cae, la señal es que se debe comenzar a invertir en otros sectores. Así, buscar evitar las oscilaciones de los precios no es otra cosa que buscar evitar el funcionamiento del mercado y, con eso, detener los incentivos para producir.
Según consta en la página web oficial del organismo en cuestión, la razón de ser de la Comisión Nacional de Valores es “el resguardo de los intereses de los inversionistas y de los accionistas de las empresas”.
Sin embargo, en sus 78 años de historia no logró que se consolide un mercado de capitales de importancia y ahora nos sorprende con una medida que está muy lejos de resguardar el interés de los inversionistas.
Por eso una idea para tener en cuenta a futuro es cerrar la Comisión Nacional de Valores y probar con un mercado desregulado.
En definitiva, no son los papeles que firman los burócratas los que enriquecen a la sociedad, sino el comercio y los mercados libres.
Un saludo, Iván
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