El mundo se indignó con la sentencia condenatoria contra
Leopoldo López.
El veredicto de 13 años, nueve meses y siete días contra el
dirigente venezolano, retumbó en cada rincón de latinoamérica con gran eco.
La jueza
Susana Barreiros lo leyó rápido, como si tratara de no tomar parte de lo que
sus palabras pronunciaba con cada reglón que se materializaba en su voz. Criticada no solo por la oposición de
Venezuela, sino también por opositores latinoamericanos, por organismos de
derechos humanos, por Amnistía
Internacional, por la Unión Europea y la Casa Blanca, quienes encuadraron el juicio como injusto y arbitrario.
Recordemos que a López no se le permitió hacer
presentaciones de las pruebas
pertinentes y solo pudo aportar dos testigo
durante todo el proceso. En el juicio no se permitió la presencia de ningún
periodista para que no se filtren filmaciones, pero tampoco pudieron estar
presentes los observadores internacionales ni ningún defensor de los derechos
humanos. La debilidad de la acusación se fortalecía, ante un sistema judicial
venezolano politizado bajo las manos de Maduro.
La libertad de López fue sujeta a los deseos de un gobierno
totalitario y sesgado de derechos, que
en la figura de él, han querido hacer una transferencia de castigo hacia la
diligencia opositora, que busca democráticamente levantar su voz contra el
régimen que le niega sus derechos.
Su mirada tras los barrotes de su diminuta celda en el penal militar de Ramo
Verde, exaltan el valor que lo viste y que lo ha declarado en su carta de que nunca va a cansarse de luchar por
Venezuela.
Ante el caso, lo que la Fiscalía aportó como evidencia no
tenían el peso sustancial para tal sentencia. En la orden de aprehensión dice que el no se encontraba en el lugar
donde los hechos tomaron forma, sin embargo lo acusaron de gestionar “mensajes
subliminales” por medio de twitter. Es decir, confunden una actitud política de
simple expresión a través de una red social, con los hechos criminales que
dejaron un tendal de muertos.
Esta sentencia fue la estocada final de un Maduro que ha
perdido toda fuerza para sostenerse en el poder de una Venezuela que acarrea
una de las peores crisis económicas, con escasez de alimentos, con el índice de inflación más alto y con una moneda que ha
perdido su valor real. Y con la inseguridad, la criminalidad y la impunidad en grados alarmantes que laten en el corazón de un país que ya no
aguanta mas.
La poca luz de la
celda de López, se eclipsa ante tantos gritos de justicia, y que se exalta en todos los rincones reclamando los derechos humanos que fueron
violados, al ser ahogados en un mar de injusticias y arbitrariedades
Lo que Leopoldo López escribió en su carta, que “la bondad de nuestra causa que no es otra que
la liberación de todo un pueblo que hoy sufre las dolorosas consecuencias de un
modelo que fracasó en lo económico, en lo político y en lo social”. Se
emparenta con el deseo que sentimos
muchos que queremos una América Latina
libre y en paz.
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