jueves, 4 de enero de 2018

Desmitificando al liberalismo. Por Nicolás Cachanosky

Hubo una época en la que Argentina sabía estar entre las naciones con mayores ingresos del mundo. Fue la época del liberalismo y la apertura comercial en Argentina. Con la llegada del peronismo, la Argentina giró 180 grados, se volvió un país alejado de los principios del libre mercado, donde la política de sustitución de importaciones es más importante que el comercio internacional. Actualmente Argentina ya no se encuentra entre las naciones de mayores ingresos del mundo y posee índices de pobreza cercanos al 30 por ciento. Es un país asociado a la corrupción, las expropiaciones y las recurrentes crisis económicas.
No obstante la mala imagen que el liberalismo posee en Argentina, en los últimos tiempos esta doctrina ha ganado presencia en el debate público y en los medios. En especial a través de los economistas liberales, que no se cansan de insistir una y otra vez con los beneficios del libre comercio. La mala imagen del liberalismo descansa en una serie de mitos. Aquí algunos de ellos.
El liberalismo no es pro empresa, es pro igualdad ante la ley.
El liberalismo no es una doctrina que busque beneficiar a un sector a expensas de otro. Si hay un sector sobre el cual Adam Smith ya alertaba tener cuidado, era justamente el empresarial. Es una doctrina que busca respetar la igualdad ante la ley. No sólo para trabajadores y empresarios, fundamentalmente también para el Estado. No hay lugar para la extorsión para mafias, ni para sindicatos, ni para funcionarios públicos.
Podría decirse que si hay un sector social al cual el liberalismo beneficia, es al trabajador. En los países con economías más libres del mundo el factor trabajo recibe un porcentaje del ingreso total mayor al factor capital. Mientras que en las economías menos libres, esta relación tiende a invertirse.
El liberalismo no es anti Estado, es pro límites al abuso de poder. Hay varias corrientes de liberalismo, por ejemplo, el liberalismo clásico, el anarco-capitalismo, el minarquismo, etcétera. El término "libertario" abarca a todas esas corrientes. Salvo el anarco-capitalismo, el liberalismo no busca eliminar al Estado. Lo que el liberalismo requiere son maneras eficientes de contener los abusos de poder estatal. Es un error conceptual pensar en el libertarismo como un indicador de pureza liberal. Mayor rechazo al Estado no implica necesariamente ser más liberal, es simplemente ser más anti Estado o quizás más anarquista.
Posiblemente los tres economistas liberales con mayor reconocimiento del siglo XX sean Ludwig von Mises, Friedrich A. Hayek y Milton Friedman (Karl R. Popper y Robert Nozick en el área de la filosofía). Ninguno de los tres era anarco-capitalista, los tres fueron liberales clásicos que consideraban al Estado necesario, en términos de liberalismo clásico, para tener una economía libre y estable.
El liberalismo no es despreocupado de las necesidades sociales, busca justamente ayudar a los más necesitados.
El liberalismo no es una doctrina fría a la que no le importa la suerte de los más necesitados. Por el contrario, considera que una economía libre es el sistema económico con más posibilidades de reducir la pobreza. De hecho, la historia muestra que los grandes procesos de reducción de pobreza se dan a la par de mayores libertades económicas. Quien crea que al liberalismo no le importan los pobres o los necesitados puede darse una vuelta por los textos de autores como Mises, Hayek, Friedman, Adam Smith, etcétera.
Hoy día se habla menos de pobreza y más de desigualdad del ingreso. Esto se debe, justamente, a la fuerte reducción en pobreza que se ha observado en las últimas décadas. La distribución del ingreso es un problema distinto al de pobreza. Y como sugiere Angus Deaton, nobel en Economía por sus estudios en este tema, el problema no es la distribución del ingreso en sí sino qué tan justo es el proceso por el cual se distribuye el ingreso. Al buscar la igualdad ante la ley en lugar de beneficios sectoriales, el liberalismo desea un sistema social más justo.
Se encuentra arraigado en la opinión pública que las economías más libres poseen una peor distribución del ingreso. Este no es el caso. El porcentaje del ingreso nacional que recibe el 10% de la población con mayores ingresos es independiente del grado de libertad económica. La diferencia es que en países como la Argentina del kirchnerismo o la Venezuela bolivariana los ricos son aquellos que se benefician a través del Estado. Mientras que en países con economías libres, los ricos son aquellos que sirven al consumidor. Empresarios como Bill Gates, Jeff Bezos o Steve Jobs se encuentran en países con economías libres, no con economías reprimidas como la de Argentina.
El liberalismo no es partidario, es constitucional. Al liberalismo le preocupan las normas que deben gobernar a una sociedad, es decir, su Constitución. El liberalismo no es un movimiento o un partido político, es una concepción constitucional o fundacional. Consiste en pensar cómo limitar al rey o al Estado, indistintamente de quién sea el gobierno de turno. Pedir que el liberalismo "arme un partido y gane las elecciones" es simplemente confundir cómo se debe administrar al Estado (partidos políticos) con cuál debe ser el papel del Estado (liberalismo como filosofía política).
El liberalismo es fundamentalmente democrático y republicano. Sugerir que el liberalismo es pro dictadura porque algún funcionario supuestamente liberal se ha identificado como tal no hace sombra la constante oposición al autoritarismo del liberalismo. Por ejemplo, a diferencia de los mitos que rondan por sectores de izquierda, ni Friedman ni Hayek apoyaron ni contribuyeron con la dictadura chilena. Por el contrario, en ambos casos dejaron cuestionamientos inequívocos a la dictadura.
La época de oro de Argentina coincide con su época liberal. Argentina tiene la posibilidad de volver a discutir estas ideas y dar inicio a un cambio en serio y de fondo. Para ello es necesario discutir las ideas del liberalismo, en lugar de perderse en mitos y versiones caricaturescas.

FUENTE: https://www.infobae.com/opinion/2018/01/04/desmitificando-al-liberalismo/

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