Dentro del mundo jurídico se considera que una persona puede dañar a otra tanto por accionar en su contra como por omitir la realización de una acción debida. Esta analogía resulta ser perfecta para comparar la década ganada del kirchnerismo con los primeros dos años de mandato del macrismo.
Dejando de lado los bastos actos de corrupción del anterior gobierno, lo cierto es que su forma de entender la política se centraba en la constante creación de antagonismos. Amparado en un discurso populista que se focalizaba en el “Pueblo”, todo aquello que fuere contrario a los intereses del partido justicialista de turno era calificado de “enemigo”. Bajo dicha lógica, todo el armado político consistió en vulnerar de forma sistemática los derechos individuales, especialmente los vinculados a la propiedad privada y la libre expresión. La noción de República (división de poderes, transparencia de los actos de gobierno, alternación de poder y resguardo de ciertas prerrogativas individuales) se fue diluyendo conforme pasaban los años y el ciudadano era invadido en su persona por un Estado cada vez más grande e ideologizado. Notoriamente, el kirchnerismo usó recursos estatales para accionar en contra del sector productivo y así favorecer sólo a los sectores que les eran funcionales. Como simple ejemplo bastaba ver que Organizaciones de Derechos Humanos tomaban posturas oficialistas en contra del sector agropecuario o supuestos pueblos originarios combatían los grandes medios de comunicación para así hacerse con pautas oficiales en sus pequeñas difusoras.
En el año 2015 la mayoría de los argentinos votan por un cambio del anterior régimen, y volviendo a apostar a la actual gestión en las elecciones legislativas del 2017. Sin embargo, así como el kirchnerismo dañó las libertades y derechos de las personas mediante acciones que realizaban utilizando el poder estatal, el Pro sigue dañando al ciudadano por omitir realizar aquellas acciones que le corresponden como gestión. La pasividad que presenta el gobierno actual frente a las protestas sociales que cercenan las libertades y la seguridad de los trabajadores, su inacción para disminuir los empleados públicos ineficientes e irresponsables que le cuesta muy caro al Estado mantener, su incipiente voluntad de abrirse por completo al mundo para que todas las empresas compitan libremente mejorando las opciones del consumidor, son algunos ejemplos de que el macrismo teme más a la opinión adversa de la oposición que en defraudar a sus propios votantes. Quien votó al Pro lo hizo buscando un cambio, no sólo en lo económico, sino en lo cultural. Para que se dé tal cambio sería preciso y oportuno que el gobierno de Macri dejará de querer complacer a sectores que siempre lo van a repudiar y atendiera la agenda que le solicita sus propios adherentes, es decir, la gente que trabaja de sol a sol y sólo buscan una sociedad ordenada, segura y sin privilegios especiales para ningún sector. Fortalecer esa visión de un Gobierno que favorezca el mérito individual por sobre los favores políticos, repartidos muchas veces entre negociaciones con opositores y contratos con militantes propios, es el camino a seguir para que el Estado vuelva a ser una Institución confiable cuya principal función es proteger a la Persona.
*Miembro Co-Fundador de la Fundación LIBRE. - ENVIADO POR SU AUTOR -
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