Argentina es una calesita. Da vueltas, vueltas y más vueltas, pero siempre vuelve al mismo lugar.
Ahora, tras dos años de gobierno de Cambiemos, volvemos a discutir lo mismo: el problema es el dólar.
El billete verde es un tema siempre.
Si sube, es para favorecer a los grupos concentrados que exportan soja y especulan con el valor de sus granos.
Si se mantiene estable, es para favorecer a los especuladores financieros, que colocan su dinero a la tasa de interés vigente, y luego embolsan fortunas en billetes emitidos por la reserva federal.
Si baja, es para favorecer a las clases altas que viajan a Miami y Punta del Este, pero perjudicando a los desprotegidos productores de las economías regionales.
En síntesis, a los conspiranoicos del tipo de cambio, no hay Precio que les venga bien.
Dólar Barato
Ahora bien, en la situación actual, la postura que prevalece es esta última. Parecería que se impuso el consenso de que el dólar está demasiado barato y que eso, a la vez que genera una catarata de turistas argentinos en el exterior, comprime la rentabilidad de la industria y las economías regionales, impidiéndonos crecer.
Los números parecen avalar la teoría. El tipo de cambio real con Estados Unidos está hoy 0,4% más bajo que en diciembre de 2001, un mes antes de la explosiva salida de la convertibilidad.
Cuando se considera la relación con los principales socios comerciales (el Tipo de Cambio Real Multilateral), la situación es distinta: hoy tenemos un tipo real de cambio 27% superior, pero la tendencia de apreciación es marcada.
Es con estos datos y con esta teoría que se decidió modificar la meta de inflación.
El objetivo del gobierno, de hecho, es subir el precio del dólar bajando la tasa de interés, bajo la creencia de que eso dotará de mayor competitividad a la economía y evitará una crisis en el llamado “frente externo”.
¿Funcionará?
Tal vez el problema no sea el tipo de cambio
Hasta acá los hechos tal como se vienen dando. Pero qué tal si la teoría estuviese equivocada.
Qué tal si, en realidad, la competitividad de la economía argentina no dependiera del precio del dólar y, por tanto, la corrección tuviera que venir por otro lado.
Lo que digo no es disparatado. De hecho, es algo que hasta hace pocos meses pensaba un destacado funcionario del equipo económico de Cambiemos. En una nota publicada en el Diario La Nación, el 26 de septiembre de 2016, el actual Ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, sostenía que, si bien había que monitorear de cerca el tema cambiario:
“Enfocarse únicamente en el precio del dólar como el gran asunto pendiente para mejorar la competitividad de la Argentina nos dejaría sin ocuparnos de otras variables que hoy juegan un rol relevante a la hora de impedir un salto exportador”
Entre estas variables, mencionaba:
• los altísimos costos del transporte interno,
• el proteccionismo
• y la presencia de numerosos impuestos muy distorsivos
A estos factores podemos agregarles un pesado nivel de gasto público, un déficit fiscal que genera incertidumbre y altas tasas de interés, mercados laborales totalmente rígidos y, por supuesto, una inflación en el top 10 mundial.
Imaginemos una Argentina con equilibrio fiscal, cero inflación, bajo nivel de gasto público, menos impuestos, mercados laborales flexibles, y libre comercio con el mundo… ¿estaríamos preocupándonos por el tipo de cambio?
De acuerdo con nuestro punto de vista, y estimamos también el del ministro Dujovne, seguramente no, porque se habría mejorado sustancialmente la competitividad sistémica del país.
Ahora bien: ¿qué hizo el gobierno por modificar estas cuestiones estructurales?
Por ahora, no mucho. Es cierto que hay un crecimiento de la obra pública destinado a mejorar los caminos. Es cierto que la reforma tributaria apunta a aliviar la carga de Ingresos Brutos y Ganancias. Es cierto que las notebooks ahora pagan 0% de aranceles…
Pero también es cierto que estas modificaciones resultan como gotas en un océano.
No es la tasa, sino la deuda
Por todo lo anterior, el gobierno acudió al atajo devaluatorio. Tiraron la toalla de las reformas estructurales y apuntaron una vez más al sospechoso de siempre: el dólar.
Pero aquí también sería interesante escuchar la visión del ministro Dujovne. En su nota de septiembre sostuvo que la causa del atraso cambiario no era de la tasa de interés, sino del que hoy es su propio departamento.
Es decir, del Ministerio de Hacienda:
“Si el Gobierno sigue manteniendo un nivel muy elevado de gastos en bienes y servicios que no se comercian con el resto del mundo y financiando el déficit colocando bonos externos para luego vender los dólares localmente, la apreciación del peso será inevitable y después de un tiempo el mercado se tomará revancha recreando una nueva montaña rusa cambiaria”
De acuerdo a lo visto hasta acá, la competitividad argentina no se gana subiendo el precio del dólar. Pero aun cuando fuera deseable que éste suba, el camino no es ablandar la política monetaria, sino endurecer la fiscal.
No lo digo yo, lo dice el actual Ministro de Hacienda.
Finalmente, esto nos deja con la duda… Si él mantiene su forma de pensar: ¿quién toma las decisiones económicas en el país?
Saludos,
Iván Carrino
Director de CONTRAECONOMÍA
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