Hace tres días se cumplieron 26 años de la caída del Muro de Berlin que dividía Alemania Occidental de Alemania Oriental. A diferencia del resto de los muros que existen en cualquier parte del mundo, este no fue construido para evitar el ingreso a un determinado territorio de seres extraños al mismo, sino más bien para impedir la salida.
Frente a esta situación, Roberto Ampuero, novelista y convencido comunista chileno exiliado en la República Democrática Alemana en los años ’70, comentaba con decepción:
“En cuanto hube desembarcado al día siguiente en Berlín Occidental y cruzado la frontera de la RDA con su muro, alambradas, torreones, casamatas, campos minados y perros amaestrados, una suerte de escalofriante depresión se apoderó de mí. ¿Por qué se impedía así el tránsito de los ciudadanos hacia Occidente? ¿No construía acaso el socialismo un mundo superior al capitalismo?“
Salvando las distancias, en nuestro país se levantó un muro hace cuatro años.
Ese muro es el cepo cambiario, que en lugar de evitar que las personas salgan del país, lo que busca es evitar que los ingresos de esas personas sean transformados a dólares de manera libre y legal. Como puede observarse a simple vista, esto constituye un atropello contra la libertad de la todos y una razón más que suficiente para derribar este “muro cambiario” de la misma forma que se derribó el Muro de Berlín 26 años atrás.
Pero esto no es todo. El cepo cambiario, al ser un control de precios aplicado a la divisa, genera otros problemas adicionales a la lesión de derechos. Entre los costos más evidentes podemos enumerar:
La caída de reservas: como todo control de precios, cuando se impone aparece la escasez. En el caso del dólar, esto se ve reflejado en la caída de las Reservas Internacionales del Banco Central, que pasaron de USD 47.000 millones a 26.000 millones.
La brecha cambiaria:los controles de precios también son responsables de la aparición de mercados paralelos. Con el dólar sucede exactamente eso y hoy la brecha cambiaria es un indicador de la incertidumbre hacia el futuro.
El desplome del comercio internacional: dado que los exportadores deben vender sus dólares al tipo de cambio oficial, su rentabilidad se debilita y, por tanto, las exportaciones caen. Por otro lado, las importaciones también caen debido a los controles, pero en menor medida, lo que achica el superávit comercial.
La caída de la inversión: nadie trae dólares para invertir a un país del que sabe que nos los podrá sacar. Así, mientras en 2011 recibíamos el 7,2% de toda la Inversión Extranjera Directa que llegaba a la región, en 2014 sólo recibimos el 4,6%.
La desigualdad social: como está planteado el sistema, solo algunos tienen el privilegio de poder comprar dólares al subsidiado precio oficial. El “dólar ahorro”, por ejemplo, beneficia solo a un sector acomodado de la sociedad, mientras que condena al resto a ahorrar en una moneda que se deprecia día tras día.
El estancamiento económico: la elevada incertidumbre, el desplome exportador, las trabas para importar y los desincentivos a invertir que generó el cepo dieron lugar a un combo perfecto que asfixió la producción nacional. El resultado son 4 años de estancamiento económico.
En este marco, la eliminación del cepo cambiario no solo se vuelve un imperativo moral, sino también un paso necesario para poder recuperar el crecimiento de la economía. Es claro que por sí sola, esta medida no será suficiente para que ello suceda, pero ningún plan serio puede dejar de lado la inmediata eliminación del control de cambios.
Frente a esta posibilidad, sin embargo, muchos hacen énfasis en el impacto inflacionario que podría tener la decisión. Un dólar libre fijado por el mercado sería superior al del dólar oficial y eso impactaría en el precio de los bienes que pueden exportarse e importarse, generando un salto en las mediciones tradicionales de la inflación.
Podemos tomar este punto, pero la pregunta relevante es: ¿cuál es la alternativa?
Cuando cayó el Muro de Berlín seguramente había mucha incertidumbre respecto de lo que podía pasar el día después.
¿Quedaría alguien en Alemania Oriental? ¿Aumentaría el desempleo en Alemania Occidental? ¿Quebrarían todos los productores de la Alemania comunista al enfrentar la competencia de los productos vecinos?
La decisión, a pesar de la incertidumbre, fue derribar el muro que en nada había contribuido al bienestar de los alemanes de la falsamente llamada república democrática.
El 9 de noviembre de 1989, la gente prefirió la incertidumbre de la libertad, que al menos ofrece la probabilidad del éxito, que la certidumbre de la esclavitud que garantiza el fracaso.
Es imperativo que los argentinos hagamos lo mismo con el cepo cambiario y derribemos de una vez ese muro que nos impide progresar.
Un saludo, Iván
Publicado en Inversor Global- Newsletter semanal - enviado por mail
Frente a esta situación, Roberto Ampuero, novelista y convencido comunista chileno exiliado en la República Democrática Alemana en los años ’70, comentaba con decepción:
“En cuanto hube desembarcado al día siguiente en Berlín Occidental y cruzado la frontera de la RDA con su muro, alambradas, torreones, casamatas, campos minados y perros amaestrados, una suerte de escalofriante depresión se apoderó de mí. ¿Por qué se impedía así el tránsito de los ciudadanos hacia Occidente? ¿No construía acaso el socialismo un mundo superior al capitalismo?“
Salvando las distancias, en nuestro país se levantó un muro hace cuatro años.
Ese muro es el cepo cambiario, que en lugar de evitar que las personas salgan del país, lo que busca es evitar que los ingresos de esas personas sean transformados a dólares de manera libre y legal. Como puede observarse a simple vista, esto constituye un atropello contra la libertad de la todos y una razón más que suficiente para derribar este “muro cambiario” de la misma forma que se derribó el Muro de Berlín 26 años atrás.
Pero esto no es todo. El cepo cambiario, al ser un control de precios aplicado a la divisa, genera otros problemas adicionales a la lesión de derechos. Entre los costos más evidentes podemos enumerar:
La caída de reservas: como todo control de precios, cuando se impone aparece la escasez. En el caso del dólar, esto se ve reflejado en la caída de las Reservas Internacionales del Banco Central, que pasaron de USD 47.000 millones a 26.000 millones.
La brecha cambiaria:los controles de precios también son responsables de la aparición de mercados paralelos. Con el dólar sucede exactamente eso y hoy la brecha cambiaria es un indicador de la incertidumbre hacia el futuro.
El desplome del comercio internacional: dado que los exportadores deben vender sus dólares al tipo de cambio oficial, su rentabilidad se debilita y, por tanto, las exportaciones caen. Por otro lado, las importaciones también caen debido a los controles, pero en menor medida, lo que achica el superávit comercial.
La caída de la inversión: nadie trae dólares para invertir a un país del que sabe que nos los podrá sacar. Así, mientras en 2011 recibíamos el 7,2% de toda la Inversión Extranjera Directa que llegaba a la región, en 2014 sólo recibimos el 4,6%.
La desigualdad social: como está planteado el sistema, solo algunos tienen el privilegio de poder comprar dólares al subsidiado precio oficial. El “dólar ahorro”, por ejemplo, beneficia solo a un sector acomodado de la sociedad, mientras que condena al resto a ahorrar en una moneda que se deprecia día tras día.
El estancamiento económico: la elevada incertidumbre, el desplome exportador, las trabas para importar y los desincentivos a invertir que generó el cepo dieron lugar a un combo perfecto que asfixió la producción nacional. El resultado son 4 años de estancamiento económico.
En este marco, la eliminación del cepo cambiario no solo se vuelve un imperativo moral, sino también un paso necesario para poder recuperar el crecimiento de la economía. Es claro que por sí sola, esta medida no será suficiente para que ello suceda, pero ningún plan serio puede dejar de lado la inmediata eliminación del control de cambios.
Frente a esta posibilidad, sin embargo, muchos hacen énfasis en el impacto inflacionario que podría tener la decisión. Un dólar libre fijado por el mercado sería superior al del dólar oficial y eso impactaría en el precio de los bienes que pueden exportarse e importarse, generando un salto en las mediciones tradicionales de la inflación.
Podemos tomar este punto, pero la pregunta relevante es: ¿cuál es la alternativa?
Cuando cayó el Muro de Berlín seguramente había mucha incertidumbre respecto de lo que podía pasar el día después.
¿Quedaría alguien en Alemania Oriental? ¿Aumentaría el desempleo en Alemania Occidental? ¿Quebrarían todos los productores de la Alemania comunista al enfrentar la competencia de los productos vecinos?
La decisión, a pesar de la incertidumbre, fue derribar el muro que en nada había contribuido al bienestar de los alemanes de la falsamente llamada república democrática.
El 9 de noviembre de 1989, la gente prefirió la incertidumbre de la libertad, que al menos ofrece la probabilidad del éxito, que la certidumbre de la esclavitud que garantiza el fracaso.
Es imperativo que los argentinos hagamos lo mismo con el cepo cambiario y derribemos de una vez ese muro que nos impide progresar.
Un saludo, Iván
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