Las encuestas son para los candidatos, como los faroles para los borrachos: les sirven para apoyarse más que para iluminarse.
Esta sería una explicación para entender y justificar a los encuestadores y a que sigamos viendo y escuchándolos, a pesar de ser de ser los más claros perdedores de estas elecciones. Tampoco los analistas se han lucido. Ya sea porque asumieron las cifras de las encuestas o porque no disponían de mejores elementos para acercarse a los números finales de esta primera vuelta.
Nadie previó este panorama, que cambia las perspectivas para el ballotage, que con toda seguridad será totalmente diferente a lo ocurrido hasta ahora. La excelente elección de Cambiemos ha creado una sensación diferente, como de alivio y de generar una esperanza para un cambio de fondo. Desde ese punto de vista, el discurso de Mauricio Macri, antes y después de la elecciones, es un aporte muy importante.
El significado profundo de esta elección hay que buscarlo en el análisis profundo de las situaciones locales, en el nivel provincial, y más aún, en el de las intendencias. Allí, pareciera surgir un cambio generacional y un ingreso a la política de mucha gente nueva. Loa viejos líderes aferrados a largos períodos de gobierno se han visto desplazados por otra gente, de los dos sectores, el propio – a través de las internas de las PASO- o del adversario, en estas elecciones. Reacción más que saludable para la salud de la democracia y que puede revitalizar la vida política.
También podría leerse como una sabiduría popular mayor que la que le atribuyen los dirigentes. La derrota de Aníbal Fernández, a manos de María Eugenia Vidal supone una actitud sofisticada del "corte de boleta", en la que nadie confiaba, y que es la base misma del éxito de Cambiemos.
Este es otro aspecto donde las encuestas nos han despistado: la gente sí ha tomado en cuenta el viaje a Italia de Scioli, su ausencia en el debate, las denuncias contra Aníbal Fernández y las cadenas nacionales, cuando las encuestas decían que no influían.
La gran duda radica en la posición que adoptará Daniel Scioli, obligado ahora a tomar decisiones sobre su verdadera identidad en relación con el kirchnerismo. Si bien ha ganado estas elecciones, la sensación general es que el gran triunfador ha sido Macri y su imprevisible arremetida. De ser el candidato fuerte, con posibilidades muy ciertas de ganar en primera vuelta, Scioli es ahora el underdog para la segunda vuelta y Macri, el gran candidato, aunque nadie puede asegurar el resultado final.
Técnicamente, están empatados en alrededor del 36% y para imponerse en la segunda vuelta necesitan llegar al 51% por ciento. Es decir, sumar un 15%. De donde saldrán esos votos y con qué discurso?
Fuera de los 5 o 6 puntos de la izquierda que tienen una dinámica distinta, esos votos a ganar sólo pueden venir de los votantes de Massa, de alrededor del 21%
Cómo se van a pronunciar esos votantes es la gran pregunta. Fuera del lugar común de afirmar que esos votos no le corresponden a los dirigentes, está claro que la posición final de los líderes de UNA ha de pesar. Quizá una forma de influir directamente sea la propuesta programática que podría someterle a los candidatos para comprometerlos políticamenete.
Pero, pareciera que en la decisión final de cada votante pasa ahora a ser decisivo el voto negativo. Es decir, "a quién no votaría jamás". La evidencia más palpable es Aníbal Fernández
Los votantes de Massa se dividen entre aquellos que no votarían jamás a un candidato kirchnerista y aquellos que jamás votarían a Macri. Qué porcentaje atribuirle a cada uno esos sectores es un incógnita, que las encuestas no contribuyen a precisar.
¿Algo puede influir en dos semanas? Seguramente, van a pesar aciertos propios, pero sobre todo, errores ajenos. Pareciera que Macri arranca mejor, con un discurso tendiente a cerrar la brecha y generar un clima de convivencia y tolerancia.
Scioli, en cambio, tendrá que optar y todavía no tiene claro dónde gana y dónde pierde.
En este escenario, el debate será ciertamente un elemento de enorme peso. Esta vez será un debate agresivo y sin concesiones, no como el presentado antes de esta primera vuelta. Y al margen de las habilidades personales de cada uno para salir exitoso, el gran peso recaerá en el candidato del Frente para la Victoria, quien –inevitablemente- tendrá que decidirse y terminar su ambivalencia frente a Cristina Kirchner.
*El autor es Director del InterAmerican Institute for Democracy.
ENVIADO POR Fundación Atlas para una Sociedad Libre
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