En nuestro país existe una fobia al comercio internacional. No se puede importar absolutamente nada sin que salga la “Cámara De Lo Que Sea” a explicar todos los males sociales que eso traerá. Como suele decirse, esto es puro chamuyo.
El último capítulo de nuestro odio al comercio es lo que sucede con los cerdos norteamericanos, a lo que se suma la reciente novedad que afecta a las exportaciones de biodiesel.
Para resumir la saga, ahora los estadounidenses podrán vendernos sus chanchos, pero los argentinos ya no podremos venderles nuestro biodiesel.
¡Qué atroz injusticia! ¿Verdad? No es tan así.
Más cerdos yanquis…
Pocas horas después de la visita del vicepresidente de los Estados Unidos, Michael Richard Pence, nuestro país anunció que comenzará un proceso para volver a permitir la importación de porcinos estadounidenses.
Los funcionarios norteamericanos festejaron esta iniciativa, que fue vista como una concesión argentina tras la aprobación de la importación de limones de origen nacional. Sin embargo, los productores locales de los animales no tardaron en mostrar su descontento.
Juan Uccelli, presidente de la Asociación Argentina de Productores de Porcinos, afirmó:
"…el ingreso de esa carne puede condicionar el futuro de la producción porcina nacional (…) con la apertura de las importaciones se genera una competencia desleal, traen productos congelados y los descongelan para venderlo como si fuera producto fresco"
Estos argumentos están en línea con los lugares comunes de siempre. El eslogan de la “competencia desleal” oculta el miedo a que el mayor ingreso de carne de cerdo ponga en peligro la producción local, generando -en última instancia- el cierre de empresas y el desempleo.
Este argumento es falso. En primer lugar porque hoy la importación de cerdos representa el 7% de la producción local, una cifra muy pequeña como para poner en riesgo a nadie. En segundo lugar, porque cuando la importación, durante la década de 1990, promedió el 25,5%, eso no evitó que la producción aumentara a paso firme. Entre 1992 y el año 2000, cuando la importación creció 128,5% en toneladas, la producción local avanzó un nada despreciable 39,6%, también en toneladas.
… menos biodiesel argentino
Casi en paralelo con la noticia de los cerdos provenientes de Estados Unidos, se conoció la imposición, por parte de ese país, de aranceles a la importación de biodiesel argentino. No se trata de cualquier arancel, sino de una barrera de nada menos que entre 50,29% y 64,17%.
La medida generó todo tipo de reacciones.
¿No era que los Estados Unidos eran los capitanes del libre comercio?
Si nosotros les permitimos vender sus cerdos acá, ¿cómo no nos dejan vender allá nuestro biodiesel?
Si ellos protegen su mercado, ¡nosotros tenemos que hacer lo mismo!
Estas son algunas de las típicas respuestas que aparecen en la opinión pública cuando alguna “superpotencia” nos impide exportar nuestros productos.
Comprensible, pero veamos lo que sucede debajo de la superficie.
En realidad, la medida norteamericana se genera en respuesta al proteccionismo local. ¿Cómo es eso? Nuestro país, gracias a un sistema de retenciones a la exportación diferenciado, termina subsidiando las exportaciones de biodiesel. Esto es así porque el producto terminado no paga nada de impuestos cuando se exporta, pero sí lo hace el aceite de soja (27%, nada menos), que es el insumo principal para hacer biodiesel.
Al gravar las exportaciones del insumo, se genera una superabundancia local de aceite de soja, que reduce artificialmente su precio y esto les permite, a los fabricantes de biodiesel, vender este producto más barato en los mercados internacionales.
Lo que hizo Estados Unidos, entonces, fue responder con una medida proteccionista, a una política proteccionista autóctona, ya que este sistema “protege” en el mercado mundial a los productores de biodiesel locales.
Mirar todo el tablero
Al margen de las particularidades del caso biodiesel, lo importante es, como en el ajedrez, mirar todo el tablero.
Y cuando hacemos eso vemos queque las políticas proteccionistas de un país, llámese Estados Unidos, Argentina, o Kuwait, son siempre perjudiciales para el país que las implementa. En definitiva, con menos importaciones de biodiesel, los consumidores americanos tendrán que pagar más caro el combustible. ¿Qué beneficios genera esa situación?
Es cierto que cuando un país cierra o restringe sus fronteras comerciales, los otros no pueden exportarle, pero debemos recordar que todavía hay un mundo entero para comerciar. Allá ellos los que quieren cerrarse al mundo, pero ése no es un lujo que podamos darnos nosotros.
Nuestro país debe importar todo lo que los argentinos, en contratos libres y voluntarios, tengan ganas de importar. Eso exige mucha más flexibilidad para el comercio, no andar mirando si otros nos conceden un mínimo agujero por donde ingresar nuestros productos.
Es un buen discurso el de la “reciprocidad” en el comercio internacional, pero no si va a ser la excusa para impedir nuestra apertura. Si importar trae beneficios, entonces hay que permitirlo sin concesiones.
Saludos,
Iván Carrino
Para CONTRAECONOMÍA
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