Por María Celsa Rodríguez
En las últimas décadas Venezuela ha puesto como tema de Estado las modificaciones constantes a su Constitución, produciendo como efecto postulaciones políticas-económicas y choques sociales mientras se energizaba intramuros el interés de los gobernantes, inquilinos de Miraflores con pretensiones a propietarios eternos como lo fue Chávez en su sueños a emular a Fidel. Ellos encontraron en las constituyentes el puente legal que lo condujera a fortalecer la intensión institucional del poder politico. Maduro, "el heredero" putativo, hoy se siente todo poderoso y piensa continuar por construir ese sueño diseñado por su "padre".
La Asamblea Constituyente comenzó su labor destituyendo a la Fiscal General Luisa Ortega, quien calificó a Maduro de tener una ambición dictatorial, donde sus despóticas decisiones han venido desangrando a Venezuela.
El Defensor de Pueblo, Tarek William Saab, ocupa el sillón aún tibio de Ortega. Este hijo de libanés y cercano al ideal de Chávez a quien conoció cuando en su juventud fue miembro del grupo guerrillero: PRV Ruptura, que también integraba el ex presidente. Es escritor de numerosos libros y ha ganado varios premios literarios. Pero hoy su perfil poético parece no encajar en el escenario chavista que se enciende en una ilegitima Constituyente.
Mientras la presión internacional apunta sobre Maduro para que deje sin efecto la inconstitucional Asamblea, el Mercosur ha decidido suspender a Venezuela como miembro del bloque económico y por tiempo indefinido. Las sanciones a funcionarios venezolanos y el congelamiento de activos que los Estados Unidos aplicó sobre Maduro, fue casi como un mimo para exaltar aun mas sus sentimientos anti imperialistas.
La democracia herida de muerte escribe un futuro incierto sobre un país que yace en ruinas, mientras los muertos y los presos políticos como López y Ledezma piden justicia. Y el pueblo en las calles no le da tregua al régimen gritando por libertad, siendo victimas de los grupos chavistas que en connivencia con los militares descargan su violencia contra ellos, como una guerra contra el mismo pueblo a la que llaman "La Revolución Bolivariana".
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