Por Daniel V. González
En el Siglo de las luces, Alejo Carpentier relata los avatares y chisporroteos caribeños inducidos por un gran acontecimiento europeo: la Revolución Francesa. Noticias que llegan tarde y deformadas; que se malinterpretan o de desconocen tras la travesía oceánica.
Un cuarto de siglo más tarde, Estados Unidos y Cuba acaban de tomar nota, también con cierta mora, de la caída del Muro de Berlín y todo lo que ello implica en materia de relaciones políticas y económicas internacionales.
El anuncio conjunto de restablecimiento de relaciones diplomáticas y la ampliación del intercambio comercial entre los dos países es, potencialmente, una excelente noticia para América Latina. El único país que insistía en sostener un régimen dictatorial, completamente vetusto, ha terminado cediendo en su punto más duro y complicado: las relaciones con el denostado imperio.
Exhausto, sin destino, colmado de fracasos por donde se lo mire, sin nada que ofrecer a su pueblo como no sea la continuidad en la indigencia y el desamparo, el régimen cubano ha cedido a la razón y su pueblo, y muy especialmente sus líderes disidentes, festejan la buena noticia con verdadera algarabía.
Desde los años 60 en que los Castro soñaban con exportar la lucha armada hacia América Latina y que entrenaban guerrilleros con el sueño loco de tomar el poder en varios países de la región (entre ellos, la Argentina), Cuba ha vivido masticando sus reiterados fracasos políticos y su indigencia económica.
Durante décadas, miles de cubanos se arriesgaron a morir en las aguas del Caribe en búsqueda de un sueño de libertad cuyo horizonte divisaban en tierras norteamericanas. Proscripta la democracia y la libertad de prensa, vigente el partido único, la represión y la delación, el sueño socialista fue un fiasco completo que sólo sobrevivía porque era sostenido por razones estratégicas por la Unión Soviética.
Luego llegó MijailGorvachov cesó la ayuda y se inició el “período especial”, donde recrudecieron las privaciones y se hizo más evidente la miseria y la falta de horizonte económico.
Diez años después llegó el aporte de Venezuela que apenas sirvió para sobrevivir. Mientras tanto, los hermanos Castro eran víctimas de la conspiración de la biología: envejecían sin poder generar nuevos líderes de recambio.
Las nuevas tecnologías permitieron viabilizar la formación de una oposición que, aunque débil, impactó en el mundo global. El vetusto Granma, que se limita a reproducir efemérides de la revolución, enfrenta la vivaz competencia de blogs, Facebook,Twitter, sitios, portales e incluso recientemente la aparición de un periódico con información cotidiana, opiniones, periodistas y cartas de lectores.
El régimen se vio en la necesidad, primero, de convocar al capital europeo para movilizar los recursos turísticos de la isla y más recientemente permitir el ejercicio del comercio a los pobladores, que deambulaban sin trabajo.
A la sombra de la indolencia del gobierno comenzó a crecer una economía marginal (negra) que expresaba el ingenio de los cubanos para sobrevivir en condiciones hostiles y de proscripción hacia el ejercicio de toda actividad económica.
Las reformas que el gobierno implementó en los últimos meses no son otra cosa que la admisión, a regañadientes, de que el régimen ya no tenía nada para ofrecer y que los cubanos debían abrirse camino por sus propios medios.
La nueva situación
Las negociaciones entre Cuba y los EEUU, al parecer auspiciadas por el Papa Francisco, suponen una cantidad de gestos iniciales que podrían ser juzgados todavía como tímidos, si no fuera por el valor conmocionante que tienen desde lo simbólico. El intercambio de espías, la apertura de embajadas, la autorización a aumentar los giros hacia Cuba desde los Estados Unidos, son una “pica en Flandes” que anticipan lo que seguramente viene detrás: ayuda económica, multiplicación de la cantidad de negocios entre ambos países, libertad de viajar libremente y todo lo que significa la ampliación de la libertad económica entre las naciones.
El horizonte que se vislumbra es inmenso e inequívoco. En un acto módico de imaginación podemos pensar en que la isla recuperará su antiguo brillo, se deslizará hacia la democracia republicana, renovará su dirigencia política y enterrará –simbólica y efectivamente- a los hermanos Castro.
¿Es una derrota o una victoria del régimen cubano? No serán pocos los socialistas y populistas que vivirán este acercamiento con los Estados Unidos como una derrota personal. Después de medio siglo, Estados Unidos continúa siendo la gran potencia mundial y Cuba luce derruida y deplorable en muchos sentidos. Otros, en cambio, se harán los distraídos y doblarán la apuesta. Dirán que el gran imperio no pudo doblegar al pequeño país caribeño y que finalmente tuvo que negociar con él.
No es de descartar que algún osado diga que, en realidad, Obama trata de evitar la fuga de ciudadanos estadounidenses hacia las playas cubanas, en embarcaciones precarias.
Como fuere, lo mejor es mirar hacia adelante. Todo indica que esto no es más –ni menos- que el inicio de grandes cambios en la isla. Cambios hacia el capitalismo, la producción, el trabajo y la democracia republicana.
Si es así, ya no habrá nada más para discutir sobre este tema.
FUENTE: Publicado en http://diarioalfil.com.ar/2014/12/18/cuba-hacia-el-capitalismo-y-la-democracia/
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