Con USD 680 millones, las ventas de dólar ahorro alcanzaron un nuevo récord en julio. En los primeros tres días hábiles de agosto, la fuga de dólares por esta vía ascendió a USD 276 millones, nada menos que el 40% de todo lo vendido en el mes anterior.
Al mismo tiempo, el dólar blue se despertó de su letargo y se encuentra en los niveles máximos de 2015. Por su parte, el superávit comercial acumulado de los últimos 12 meses se encuentra en sus niveles más bajos desde el año 2001.
Esta situación de incremento de la demanda de dólares pero caída de la oferta ha hecho reflexionar al gobierno. Y la conclusión es que todo sería más fácil si simplemente Argentina pudiera imprimir la divisa del país del norte.
En un reciente reportaje, el Ministro de Economía se refería a las ventas de dólar ahorro y explicaba:
“Nosotros queremos venderle dólares a los que quieren ahorrar pero en proporción a lo que pueden demostrar que ganan, porque si no, entramos a una cosa en donde algo tan esencial para una economía como la nuestra,que no imprime dólares, que es periférica, que necesita comprar máquinas del exterior… todo eso necesita divisas y hay cierto uso de esa divisa que es más racional que otro”.
Esta no es la primera vez que un referente del oficialismo se lamenta porque nuestro Banco Central no puede emitir el billete verde. Allá por agosto de 2012, la mismísima presidenta tuvo una manifestación similar. En un foro que compartió con el Premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, Cristina Fernández afirmó:
“Los argentinos tienen que tener en claro que los únicos que emiten dólares están en Washington. Miren qué bárbaro sería todo si uno pudiera emitir dólares”
Si bien los contextos son diferentes, una cosa está clara: el gobierno cree que la solución a los problemas argentinos radica en la posibilidad de emitir dólares.
Ahora pensándolo bien ¿es esto así? Imaginemos por un segundo que, efectivamente, el Banco Central de la República Argentina se hiciera del monopolio de emisión de la divisa norteamericana.
Al principio, todo andaría fenómeno. El Central emitiría para abastecer el dólar ahorro, emitiría para pagar deudas, emitiría para pagar importaciones. Es más, probablemente comience a emitirlos a un ritmo del 35% anual como lo hace actualmente con los pesos. Esto sería un incremento sideral respecto de la tasa de emisión de la Reserva Federal, que hoy crea nuevo dinero al ritmo del 2,5% al año.
Si combinamos este incremento de la emisión con el menor tamaño de la economía nacional respecto de la norteamericana, entonces seríamos rápidamente testigos del incremento de los precios en dólares en nuestro país. Pero eso no sería un problema para este gobierno ya que, como dijera Marcó del Pont, “es totalmente falso decir que la emisión genera inflación”.
Así, al cabo de unos años de creación de dólares por parte de nuestro Banco Central, los niveles de inflación alcanzarían máximos nunca antes vistos por la moneda yanqui. En ese contexto, esta dejaría de ser el medio de intercambio internacional y sería reemplazada rápidamente por otras divisas, como el euro o la libra esterlina.
Acto seguido, la menor demanda presionaría más todavía sobre los precios y probablemente el dólar perdería todo su valor. El Banco Central y el gobierno argentino, fieles a su historia, reemplazarían el dólar por el “Dólar Ley 18.188”, que también destruirían. Luego lanzarían el “Dólar Argentino”, más tarde el “AustraDólar” y, finalmente, ¿por qué no? el “Dólar Convertible”, que tendría un tipo de cambio de uno a uno con el euro o la moneda fuerte vigente en ese momento.
En el mismo período, y a pesar del tremendo boom inicial, la economía argentina crecería a un ritmo muy inferior al de las economías desarrolladas y el nivel de vida en nuestro país entraría en un proceso de sostenida decadencia, de la misma forma en que ocurrió cuando Argentina hizo uso y abuso de la emisión de pesos.
El lamento de Axel Kicillof y Cristina Fernández frente a la imposibilidad de nuestro gobierno de emitir dólares refleja su íntima creencia de que el crecimiento económico y la prosperidad pueden alcanzarse simplemente emitiendo dinero. Sin embargo, como decía Ludwig von Mises, la riqueza no se genera imprimiendo billetes, sino produciendo lo que se demanda.
Y, para que esto pase, no se necesita disponer de la máquina de imprimir dólares, sino de respeto por la propiedad privada, austeridad pública y baja inflación.
Es una pena para los argentinos que nuestros gobernantes y dirigentes en general ni siquiera intenten enterarse de qué se trata todo eso.
Un saludo, Iván
Publicado en Inversor Global - Newsletter semanal - enviado por mail
Al mismo tiempo, el dólar blue se despertó de su letargo y se encuentra en los niveles máximos de 2015. Por su parte, el superávit comercial acumulado de los últimos 12 meses se encuentra en sus niveles más bajos desde el año 2001.
Esta situación de incremento de la demanda de dólares pero caída de la oferta ha hecho reflexionar al gobierno. Y la conclusión es que todo sería más fácil si simplemente Argentina pudiera imprimir la divisa del país del norte.
En un reciente reportaje, el Ministro de Economía se refería a las ventas de dólar ahorro y explicaba:
“Nosotros queremos venderle dólares a los que quieren ahorrar pero en proporción a lo que pueden demostrar que ganan, porque si no, entramos a una cosa en donde algo tan esencial para una economía como la nuestra,que no imprime dólares, que es periférica, que necesita comprar máquinas del exterior… todo eso necesita divisas y hay cierto uso de esa divisa que es más racional que otro”.
Esta no es la primera vez que un referente del oficialismo se lamenta porque nuestro Banco Central no puede emitir el billete verde. Allá por agosto de 2012, la mismísima presidenta tuvo una manifestación similar. En un foro que compartió con el Premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, Cristina Fernández afirmó:
“Los argentinos tienen que tener en claro que los únicos que emiten dólares están en Washington. Miren qué bárbaro sería todo si uno pudiera emitir dólares”
Si bien los contextos son diferentes, una cosa está clara: el gobierno cree que la solución a los problemas argentinos radica en la posibilidad de emitir dólares.
Ahora pensándolo bien ¿es esto así? Imaginemos por un segundo que, efectivamente, el Banco Central de la República Argentina se hiciera del monopolio de emisión de la divisa norteamericana.
Al principio, todo andaría fenómeno. El Central emitiría para abastecer el dólar ahorro, emitiría para pagar deudas, emitiría para pagar importaciones. Es más, probablemente comience a emitirlos a un ritmo del 35% anual como lo hace actualmente con los pesos. Esto sería un incremento sideral respecto de la tasa de emisión de la Reserva Federal, que hoy crea nuevo dinero al ritmo del 2,5% al año.
Si combinamos este incremento de la emisión con el menor tamaño de la economía nacional respecto de la norteamericana, entonces seríamos rápidamente testigos del incremento de los precios en dólares en nuestro país. Pero eso no sería un problema para este gobierno ya que, como dijera Marcó del Pont, “es totalmente falso decir que la emisión genera inflación”.
Así, al cabo de unos años de creación de dólares por parte de nuestro Banco Central, los niveles de inflación alcanzarían máximos nunca antes vistos por la moneda yanqui. En ese contexto, esta dejaría de ser el medio de intercambio internacional y sería reemplazada rápidamente por otras divisas, como el euro o la libra esterlina.
Acto seguido, la menor demanda presionaría más todavía sobre los precios y probablemente el dólar perdería todo su valor. El Banco Central y el gobierno argentino, fieles a su historia, reemplazarían el dólar por el “Dólar Ley 18.188”, que también destruirían. Luego lanzarían el “Dólar Argentino”, más tarde el “AustraDólar” y, finalmente, ¿por qué no? el “Dólar Convertible”, que tendría un tipo de cambio de uno a uno con el euro o la moneda fuerte vigente en ese momento.
En el mismo período, y a pesar del tremendo boom inicial, la economía argentina crecería a un ritmo muy inferior al de las economías desarrolladas y el nivel de vida en nuestro país entraría en un proceso de sostenida decadencia, de la misma forma en que ocurrió cuando Argentina hizo uso y abuso de la emisión de pesos.
El lamento de Axel Kicillof y Cristina Fernández frente a la imposibilidad de nuestro gobierno de emitir dólares refleja su íntima creencia de que el crecimiento económico y la prosperidad pueden alcanzarse simplemente emitiendo dinero. Sin embargo, como decía Ludwig von Mises, la riqueza no se genera imprimiendo billetes, sino produciendo lo que se demanda.
Y, para que esto pase, no se necesita disponer de la máquina de imprimir dólares, sino de respeto por la propiedad privada, austeridad pública y baja inflación.
Es una pena para los argentinos que nuestros gobernantes y dirigentes en general ni siquiera intenten enterarse de qué se trata todo eso.
Un saludo, Iván
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