En general, suele aceptarse que la forma de organización socialista no funciona. Cuando se observa el resultado del llamado “Socialismo del Siglo XXI”, nadie se muestra a favor de imitar ese modelo.
No obstante, no son pocas las voces que sostienen que, en realidad, lo que hay en Venezuela y otros lugares de Sudamérica no es el verdadero socialismo y que, para encontrarlo, debe mirarse hacia el norte de Europa, donde se ubican países como Noruega, Dinamarca, Suecia y Finlandia.
Ése, se afirma a menudo, es el socialismo que funciona. Grandes estados de bienestar, con elevados beneficios sociales, altos impuestos y gasto público, pero también elevados estándares de vida, ingresos y los mejores niveles de educación y salud.
Al mirar a los países nórdicos, entonces, se suele recomendar una mayor participación estatal en la vida de todos, con más impuestos, más regulaciones, y más gasto público destinado a estimular la economía y crear redes de contención social.
Ahora bien: ¿funciona realmente este sistema o lo del exitoso socialismo escandinavo no es más que un mito?
En realidad, la idea de que es el socialismo el que ofrece una extraordinaria calidad de vida en los países nórdicos es solamente un espejismo. Es cierto, claro, que en esos países se vive extraordinariamente bien.
Sin embargo, no es cierto que eso se deba al intervencionismo o al sistema del estado de bienestar.
En primer lugar, porque estos países ya eran ricos antes de la aparición y expansión del estado de bienestar gracias, paradójicamente, al sistema de la libre empresa. Como lo explica el autor sueco NIma Sanandaji en su último libro:
“… existen pocas otras naciones que hayan demostrado tan claramente como Suecia el fenomenal crecimiento económico que se deriva de la adopción de políticas económicas de libre mercado. Suecia era una nación pobre antes de 1870 (…) Pero a medida que se desarrolló el sistema capitalista a partir de la sociedad agrícola, el país se enriqueció. Los derechos de propiedad, los mercados libres y el respeto por la ley se combinaron con un gran número de emprendedores e ingenieros bien capacitados. Estos factores generaron un ambiente en el cual Suecia gozó de un período de rápido y sostenido desarrollo económico.
En los 100 años que siguieron a la liberalización del mercado de fines del siglo XIX y el comienzo de la industrialización, Suecia experimentó un crecimiento económico fenomenal. Las compañías suecas famosas como IKEA, Volvo, Tetra Pak, H&M, Ericsson y Alfa Laval fueron todas fundadas durante este período y fueron ayudadas por políticas económicas amigables con los negocios e impuestos bajos”
Suecia mantuvo, de hecho, la tasa de crecimiento económico per cápita más alta del mundo industrializado desde 1870 hasta 1936, durante la vigencia de una economía liberal que antecedió al establecimiento del estado de bienestar.
En segundo lugar, porque el incremento de los impuestos y los beneficios sociales no estuvo exento de efectos adversos. Como describe Sanandaji:
“… entre 1936 y 2008, la tasa de crecimiento de Suecia se ubicó solamente en el puesto 13 sobre 28 de las naciones más desarrolladas. Entre 1975 y mediados de los años ’90, Suecia pasó de ser el cuarto país más rico del mundo a ser el décimo tercero”.
El económico no fue el único ámbito afectado por el estado de bienestar. Los generosos beneficios sociales también modificaron el espíritu de responsabilidad de los ciudadanos escandinavos respecto de su trabajo. Según estudios que cita el autor, los pedidos de ausencia por enfermedad aumentan siempre que hay un evento deportivo.
El ausentismo por enfermedad se disparó un asombroso 41% durante la transmisión del mundial de fútbol del año 2002.
En tercer lugar, porque hoy la vigencia del estado de bienestar en los países nórdicos ya no es tan evidente. Si le damos una mirada al Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage, encontramos que tanto Suecia, como Noruega, Finlandia y Dinamarca están consideradas entre el grupo de naciones más económicamente libres a nivel mundial. Dinamarca, por ejemplo, se ubica en el puesto 11. Es difícil pensar que allí reine algo cercano al socialismo.
Noruega, por su parte, se ubica en el puesto 27. Es que, a pesar de no obtener “buenas notas” en la parte fiscal, debido al elevado gasto y a los altos impuestos, Noruega tiene una economía con un fuerte respeto por los derechos de propiedad, gran apertura comercial, una reducida carga burocrática para las empresas y una moneda fuerte y estable.
El mito del socialismo nórdico es el pretexto favorito que usan los gobernantes para avanzar con sus agendas de mayor intervención y control político de la economía y la vida de los ciudadanos. Sin embargo, una mirada detenida demuestra que el estado de bienestar no ha sido la fuente de progreso de Escandinavia y que, incluso allí, su establecimiento y expansión ha tenido consecuencias negativas.
Por último, y acaso paradójicamente, también demuestra que, especialmente cuando se observa el sistema nórdico desde la perspectiva de Argentina o la mayoría de los países latinoamericanos, la lección a tomar no es que necesitamos un estado más grande todavía, sino que necesitamos algo muy distinto: menos rol para el estado y más libertad para que los ciudadanos y las empresas impulsen el verdadero progreso que tanto necesitamos.
Saludos, Iván
Publicado en Inversor Global -Newsletter semanal - enviado por mail
No obstante, no son pocas las voces que sostienen que, en realidad, lo que hay en Venezuela y otros lugares de Sudamérica no es el verdadero socialismo y que, para encontrarlo, debe mirarse hacia el norte de Europa, donde se ubican países como Noruega, Dinamarca, Suecia y Finlandia.
Ése, se afirma a menudo, es el socialismo que funciona. Grandes estados de bienestar, con elevados beneficios sociales, altos impuestos y gasto público, pero también elevados estándares de vida, ingresos y los mejores niveles de educación y salud.
Al mirar a los países nórdicos, entonces, se suele recomendar una mayor participación estatal en la vida de todos, con más impuestos, más regulaciones, y más gasto público destinado a estimular la economía y crear redes de contención social.
Ahora bien: ¿funciona realmente este sistema o lo del exitoso socialismo escandinavo no es más que un mito?
En realidad, la idea de que es el socialismo el que ofrece una extraordinaria calidad de vida en los países nórdicos es solamente un espejismo. Es cierto, claro, que en esos países se vive extraordinariamente bien.
Sin embargo, no es cierto que eso se deba al intervencionismo o al sistema del estado de bienestar.
En primer lugar, porque estos países ya eran ricos antes de la aparición y expansión del estado de bienestar gracias, paradójicamente, al sistema de la libre empresa. Como lo explica el autor sueco NIma Sanandaji en su último libro:
“… existen pocas otras naciones que hayan demostrado tan claramente como Suecia el fenomenal crecimiento económico que se deriva de la adopción de políticas económicas de libre mercado. Suecia era una nación pobre antes de 1870 (…) Pero a medida que se desarrolló el sistema capitalista a partir de la sociedad agrícola, el país se enriqueció. Los derechos de propiedad, los mercados libres y el respeto por la ley se combinaron con un gran número de emprendedores e ingenieros bien capacitados. Estos factores generaron un ambiente en el cual Suecia gozó de un período de rápido y sostenido desarrollo económico.
En los 100 años que siguieron a la liberalización del mercado de fines del siglo XIX y el comienzo de la industrialización, Suecia experimentó un crecimiento económico fenomenal. Las compañías suecas famosas como IKEA, Volvo, Tetra Pak, H&M, Ericsson y Alfa Laval fueron todas fundadas durante este período y fueron ayudadas por políticas económicas amigables con los negocios e impuestos bajos”
Suecia mantuvo, de hecho, la tasa de crecimiento económico per cápita más alta del mundo industrializado desde 1870 hasta 1936, durante la vigencia de una economía liberal que antecedió al establecimiento del estado de bienestar.
En segundo lugar, porque el incremento de los impuestos y los beneficios sociales no estuvo exento de efectos adversos. Como describe Sanandaji:
“… entre 1936 y 2008, la tasa de crecimiento de Suecia se ubicó solamente en el puesto 13 sobre 28 de las naciones más desarrolladas. Entre 1975 y mediados de los años ’90, Suecia pasó de ser el cuarto país más rico del mundo a ser el décimo tercero”.
El económico no fue el único ámbito afectado por el estado de bienestar. Los generosos beneficios sociales también modificaron el espíritu de responsabilidad de los ciudadanos escandinavos respecto de su trabajo. Según estudios que cita el autor, los pedidos de ausencia por enfermedad aumentan siempre que hay un evento deportivo.
El ausentismo por enfermedad se disparó un asombroso 41% durante la transmisión del mundial de fútbol del año 2002.
En tercer lugar, porque hoy la vigencia del estado de bienestar en los países nórdicos ya no es tan evidente. Si le damos una mirada al Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage, encontramos que tanto Suecia, como Noruega, Finlandia y Dinamarca están consideradas entre el grupo de naciones más económicamente libres a nivel mundial. Dinamarca, por ejemplo, se ubica en el puesto 11. Es difícil pensar que allí reine algo cercano al socialismo.
Noruega, por su parte, se ubica en el puesto 27. Es que, a pesar de no obtener “buenas notas” en la parte fiscal, debido al elevado gasto y a los altos impuestos, Noruega tiene una economía con un fuerte respeto por los derechos de propiedad, gran apertura comercial, una reducida carga burocrática para las empresas y una moneda fuerte y estable.
El mito del socialismo nórdico es el pretexto favorito que usan los gobernantes para avanzar con sus agendas de mayor intervención y control político de la economía y la vida de los ciudadanos. Sin embargo, una mirada detenida demuestra que el estado de bienestar no ha sido la fuente de progreso de Escandinavia y que, incluso allí, su establecimiento y expansión ha tenido consecuencias negativas.
Por último, y acaso paradójicamente, también demuestra que, especialmente cuando se observa el sistema nórdico desde la perspectiva de Argentina o la mayoría de los países latinoamericanos, la lección a tomar no es que necesitamos un estado más grande todavía, sino que necesitamos algo muy distinto: menos rol para el estado y más libertad para que los ciudadanos y las empresas impulsen el verdadero progreso que tanto necesitamos.
Saludos, Iván
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