Ante el reto de ajustar su infraestructura energética para lograr duplicar su oferta eléctrica hacia el 2050 y al mismo tiempo reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), América Latina tiene solo una salida: la generación eléctrica verde.
Diversos estudios sugieren que esta meta doble está al alcance de los países latinoamericanos, pues sus fuentes renovables todavía tienen un enorme potencial sin aprovechar. Junto al transporte y el cambio de uso de suelo, la producción de electricidad es uno de los retos regionales no resueltos en la lucha contra el cambio climático.
Actualmente, la generación eléctrica latinoamericana es la más verde entre las regiones del planeta, un hito impulsado por su histórica apuesta por la hidroelectricidad. Pero el gran reto es mantener este ritmo ante la demanda interna creciente.
“Cuando lo ves de conjunto, la infraestructura regional se sigue haciendo como en el siglo XX, teniendo requerimientos y panoramas para el siglo XXI totalmente diferentes”, explicó a IPS el mexicanoJoseluis Samaniego, director de la División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
La electricidad es clave en el diseño de las contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional (INDC, en inglés), la serie de compromisos que cada nación se autoimpondrá para bajar sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases GEI.
El estudio “Repensemos nuestro futuro energético”, elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) determinó que la región necesitará duplicar la capacidad de generación eléctrica hacia 2050. Sin embargo, utilizar combustibles fósiles como petróleo, carbón o gas natural genera GEI que causan el calentamiento global.
Esto plantea la pregunta de qué clase de infraestructura incluirá América Latina en su futuro energético. Según este estudio del BID, la capacidad de generación renovable latinoamericana (eólica, solar, hidroeléctrica, geotérmica y biomasa) es tan extensa que solo se necesitaría cuatro por ciento del potencial técnico total disponible para cumplir las necesidades para 2050.
Sin embargo, durante los últimos años la región ha invertido en generación más sucia. Aunque por décadas, la hidroelectricidad ha liderado la matriz de electricidad de la región, los datos más recientes muestran que perdió protagonismo.
Parte de la mole de concreto de la represa del complejo hidroeléctrico binacional de Itaipú, que comparten Brasil Y Paraguay. Es la segunda central del mundo en potencia instalada, detrás de la de las Tres Gargantas, en China. Crédito: Mario Osava /IPS
La Organización Latinoamericana de Energía (Olade) señaló que representaba solo 38 por ciento en 2013, desplazada por el gas natural, que ahora provee 40 por ciento.
Los países latinoamericanos deberán revertir este proceso si quieren plantear metas ambiciosas y realistas en sus INDC. Solo una política energética robusta permitirá plantear compromisos adecuados, coinciden los especialistas.
Hasta el momento, solo México presentó formalmente el suyo, mientras Chile, Colombia y Perú mostraron avances.
Todos los países deberán presentar sus compromisos nacionales antes del 1 de octubre, para ser incorporados al nuevo tratado universal y vinculante que se aprobará en diciembre, en la cumbre sobre el cambio climático de París.
“América Latina, así como el resto del mundo, debe enfocarse en desarrollar infraestructura eléctrica con fuentes renovables y con el menor impacto ambiental posible, tratando de depender cada vez menos de los combustibles fósiles”, explicó a IPS el ingeniero colombiano Santiago Ortega, especializado en fuentes renovables.
El también profesor de la colombiana Escuela de Ingeniera de Antioquia acotó que la generación renovable debe hacer un balance entre proyectos locales que sean menos invasivos y megaproyectos como embalses que permitan el almacenamiento de energía, lo que los hace confiables.
“Los recursos financieros siempre serán escasos, y es necesario invertirlos de la forma más inteligente posible”, apuntó Ortega.
De otro modo, el futuro energético mundial será costoso. Si la economía mantiene su alto consumo de carbono, la inversión necesaria durante los próximo 15 años “deberá estar en unos 90 billones (millones de millones) de dólares, o un promedio de seis billones al año”, según el reporte “Mejor economía, mejor clima”, del proyecto de la Nueva Economía del Clima.
Sin embargo, el informe también determinó que al incluir fuentes renovables y hacer ciudades más compactas, “la necesidad de inversión en infraestructura de bajo consumo de carbono aumentará en tan solo unos 270 mil millones al año” a nivel mundial.
Por eso, especialistas como la economista costarricense Mónica Araya sostienen que “el giro que se gesta en el mundo, y nosotros no seremos la excepción, es hacia la diversificación (limpia) y la descentralización energética”.
Sin embargo, la matriz eléctrica compone apenas una parte de la gran matriz energética de la región, donde los combustibles fósiles todavía reinan soberanos.
Datos del 2013 de la Olade señalaron que el petróleo acapara 49 por ciento como fuente de energía primaria en la estructura regional, el gas natural 26 por ciento y el carbón siete por ciento.
Solo seis por ciento del total de energía primaria es hidroeléctrica. La biomasa, la nuclear y otras fuentes renovables minoritarias completan el panorama.
¿Qué hace América Latina con ese 80 por ciento de combustibles fósiles, si tiene una electricidad relativamente verde?
Según el argentino Pablo Bertinat, director del Observatorio de Energía y Sustentabilidad de la Universidad Tecnológica Nacional, casi la mitad de esa energía va hacia el sector de transporte.
“En transporte es clave la infraestructura”, explicó Bertinat a IPS. “Gran parte de los dineros públicos de la región están puestos en las obras de infraestructura donde en gran medida buscan consolidar modos de transportes intensivos en energía”, dijo.
Bertinat puso como ejemplo que mientras Argentina transporta 75 por ciento de su carga por camiones, países como Francia o Estados Unidos solo mueven por ese medio 20 por ciento, al priorizar vías fluviales o férreas.
También las ciudades necesitan cambiar sus modelos y la costarricense Araya apuesta hacia un transporte público colectivo que sea al mismo tiempo moderno y limpio, electrificando las flotas privadas, como taxis o vehículos de carga.
“Nos falta imaginación. Ni la clase política ni la empresarial han despertado a la necesidad de invertir en transporte público y de carga que sea limpio, moderno y digno”, explicó a IPS esta experta que lidera la organización no gubernamental Nivela.
Todos estos esfuerzos en el sector energético necesitarán también propuestas de otros campos. La principal fuente regional de gases de efecto invernadero es el uso de la tierra y silvicultura (47 por ciento), seguida de la energía (22 por ciento), agricultura (20 por ciento) y desechos (tres por ciento).
http://www.ipsnoticias.net/2015/08/sobra-margen-a-america-latina-para-ampliar-infraestructura-verde/
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