Siempre nos hemos preguntado ¿que mueve a un elector a seguir
votando a un político corrupto?
De acuerdo a estudios realizados por la
Universidad de Nueva York es distinta la mirada del elector que ha sufrido
algún acto de corrupción por algún agente del gobierno, que aquel que solo
percibe de manera generalizada los casos de corrupción que son mencionados o
investigados por la prensa y que luego cuando llegan a la justicia quedan
impunes. Michael A. Dimock y Gary C.
Jacobson en “El Diario de Política” Vol. 57, No. 4 (Nov., 1995), pp. 1143-59. Publicado
por: La University of Chicago Press en nombre de la Asociación de Ciencias
Políticas Sur dijo: “los votantes que se enfrentaron a la opción de condenar a
un titular, -que apreciaban lo contrario- o que desestima el delito como
intrascendente, a menudo eligieron este
último supuesto.
El daño también fue moderado por el partidismo; votantes del
partido oficialista mostraron una fuerte tendencia a errar a favor del titular
en la evaluación de la participación en el escándalo. La teoría clásica de la
disonancia cognitiva explica fácilmente ambos fenómenos”[1]
Esto quiere decir que la corrupción toma cierto grado de
percepción que late con mayor fuerza entre los que apoyan a la oposición, que
entre los que militan o simpatizan con el partido gobernante y cuestionado por
corrupto.
Para responder a la pregunta de ¿por qué los funcionarios
corruptos a menudo no son amonestados en las urnas?, "Rundquist, Strom, y Peters
primero criticaron el carácter incompleto de dos explicaciones básicas: [la
teoría] del votante ignorante y la teoría del
incentivo material.
La teoría de los votantes ignorantes, afirma que la información sobre la corrupción
a menudo se oculta o no esta disponible
para el votante, es incompleta debido a que la disponibilidad de la información,
sólo es una condición necesaria pero no suficiente para el elector a votar por
los políticos corruptos. Como tal, la teoría no explica la votación por
corrupción por los votantes que están
informados. Además, como señalan, debido a la competencia, la
información sobre la corrupción a menudo se descuenta durante una elección
A diferencia de la teoría de los votantes ignorantes, la
teoría de la inducción material no asume
que los votantes carecen de información sobre la corrupción. Por el contrario,
uno puede incluso decir que el votante es una parte de la corrupción: [ya que]
los políticos ofrecen incentivos materiales particularistas a cambio del apoyo electoral.
Este tipo de intercambio explícito era frecuente en la época dorada de las
maquinarias políticas. Aunque ilustra la
insuficiencia de la teoría de los votantes ignorantes, la teoría incentivo
material [ ya que] es en sí incompleta
porque, como hemos argumentado anteriormente, el contexto histórico de la
comunidad en la que organizó la corrupción y floreció ya no existe: desapareció bajo las
presiones de la tecnología y los cambios sociales”[2]
De acuerdo a un trabajo de investigación realizado por Gonzalo
Rivero Rodríguez y Pablo Fernández-Vázquez para la Estudios de Progreso
Fundacion Alternativa dice que: “Las
limitaciones de la rendición de cuentas electoral que aquí se han identificado,
otorgan una gran importancia a los controles institucionales de tipo horizontal
–en oposición a los verticales, como el electoral–. Este tipo de controles
reposa sobre la acción de instancias administrativas y judiciales que puedan
ejercer de mecanismo de alerta y de sanción ante comportamientos aparentemente
irregulares. Desde un punto de vista general, la eficacia en el control de la
corrupción descansa sobre la capacidad para identificar los comportamientos
sospechosos de los políticos y para sancionarlos adecuadamente. De este modo,
el objetivo fundamental que se persigue es desincentivar que los políticos
participen en actividades ilegales al anticipar la existencia de sanciones
horizontales futuras. Por esta razón, el éxito en el combate de la corrupción
no debe medirse atendiendo al número de casos efectivamente diagnosticados y
sancionados. En último término, lo que se busca es que, por el propio
funcionamiento de las instituciones, no se produzcan casos de irregularidades.
En este sentido, aquellos mecanismos de control institucional que sean capaces
de desvelar y sancionar comportamientos irregulares de manera temprana pueden
resultar particularmente eficaces para reducir los niveles de corrupción.
No en vano este tipo
de control es el más eficaz a la hora de desincentivar los comportamientos
delictivos, porque implica que existe una alta probabilidad de que la
irregularidad sea desvelada antes de que produzca réditos significativos para
el político corrupto. Estas instancias ofrecen una ventaja adicional: en caso
de que la ilegalidad se termine produciendo, esta es identificada y frenada
antes de que produzca consecuencias irreversibles".[3]
Cuales son los puntos
claves a considerar porque se sigue
votando al corrupto?
Según los
investigadores hay que tener en cuenta:
1) Que haya habido un intercambio explicito entre el elector
y el político o del partido al que este representa. Puede ser desde un trabajo, hasta un
beneficio para una pequeña comunidad.
La ingenua negación de parte del elector de aquello que “se
dice” del corrupto, esta siempre en
contra mano de lo que ellos reciben de él, viéndolo como un benefactor de sus
necesidades.
2) La credibilidad: que se asienta sobre la negatividad
declarada tanto del político como del partido acusado de corrupto. Creerán al
corrupto, aunque parezca ilógico. Y esto hará pie, si cuenta con una justicia
politizada que tendrá una mirada ciega ante los hechos.
3) La sociedad cínica que hace la del avestruz, asumiendo
una actitud condescendiente, ante la corrupción y ante los culpables.
Y ¿cuales son los errores
que cometen los políticos?
1) Exhiben una falta de civismo para engalanarse con actitudes de alto
voltaje de cinismo.
2) que les importa más el partido que la gente. Los colores
que los problemas de su provincia, de su
país. La teatralidad, las frases repetidas, los eslóganes que conjuran la
simpatía de los votantes con la etérea
consecuencia de hacer mucho ruido. Un
circo de globos y colores, pero sin sustancia y sin ideas.
Caciagli piensa que “la
cultura política se sostiene “en ideas y valores, en símbolos y normas, en
mitos y ritos compartidos por una comunidad que forjan una mentalidad. Se
expresa en comportamientos concretos y reiterados, en redes de estructuras materiales
o psicológicas que elaboran y transmiten esa cultura, que no es un abanico de
creencias, sino un código simbólico
que adquiere sentido en un contexto social y que guía y condiciona
el pensar, el actuar y el sentir de los actores políticos” (Caciagli 1996: 14).
Pero la cultura política no opera sobre el vacío, sino que interacciona con
relaciones sociales y económicas en circunstancias espaciales e históricas…”[4]
El político corrupto forma parte de esa cultura mientras el elector piensa que
si esta ahí es porque es bueno y hay que apoyarlo. Y ambos se nutren de sus
necesidades. El político necesita del elector y debe convencerlo y seducir su
voluntad, hacerlo “cliente” de sus carencias.
"Para Caciagli, el clientelismo en sus formas vertical u
horizontal, constituye una cultura política. Son de interés sus consideraciones
sobre el clientelismo horizontal expresado en partidos y organizaciones.
Aparece así el partido de masas clientelar. El clientelismo es muy importante
tanto para garantizar las relaciones centro-periferia en las estructuras
estatales, como en los ámbitos locales de poder… El clientelismo es una cultura política,
aunque no tenga estructuras estables y visibles. Como cultura tiene lenguajes,
ritos, valores y comportamientos concretos y reiterados. Su anclaje histórico
en la sociedad meridional alude además, a códigos culturales profundamente
enraizados… La corrupción tiene una causalidad de largo y corto plazo que entre
otros factores, se halla en la intervención estatal, la crisis de los partidos
y el nuevo espíritu de los políticos profesionales. La descentralización del
Estado, finalmente, multiplica los espacios susceptibles de prácticas
corruptas. Estableciendo una diferenciación, el vínculo clientelar es predominantemente
vertical, mientras que el vínculo de la corrupción es horizontal. Aunque las
dos son relaciones de intercambio, el vínculo clientelar ocurre entre desiguales,
en tanto que el contrato de corrupción es un convenio entre iguales. Además, el
intercambio clientelar es político, a diferencia de la corrupción que es un
intercambio mediado por el dinero. No resulta lo mismo el intercambio de
decisiones administrativas por votos que el intercambio de dinero por contratos
y licitaciones públicas" [4]
Entonces, podemos decir que hay un déficit programático por
parte del elector que cree que el político le solucionará sus problemas,
escuchará sus quejas y mejorará la
calidad de vida de todos.
Y por parte del político y del partido político, que cree que
intercambiando promesas a través de los
programas de políticas publicas despertarán el interés del elector, lo convencerán,
compraran su interés por medio del clientelismo
favoreciente. Ahí el protagonista es el voto a cambio de esos favores, ya sean individuales o
colectivos, en donde los bienes públicos despersonalizados de toda identidad, pero con la etiqueta de ser “de todos”, formará parte del manjar que alimenta la
corrupción y que hace ganar elecciones.
[4] Mario Caciagli, Clientelismo, corrupción y criminalidad
organizada Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1996
Un análisis muy interesante de un problema real en la vida Política de nuestras Sociedades. Serio y sugerente. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn análisis muy interesante de un problema real en la vida Política de nuestras Sociedades. Serio y sugerente. Enhorabuena.
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