En economía se utiliza mucho el término de “expectativas autocumplidas” para explicar cómo el comportamiento de los agentes en torno a un evento en particular termina por generar un resultado que era esperado previamente aun cuando no estaban dadas las condiciones por completo para que eso suceda.
Un claro ejemplo de la actualidad, que se relaciona con los mercados de divisas, es la gran apreciación que muestra el dólar estadounidense contra las principales monedas del mundo a lo largo de los últimos meses.
¿Qué es lo que impulsó esto?
La expectativa de que las tasas de interés suban en los Estados Unidos.
El razonamiento es el siguiente: si las tasas de interés suben en ese país, los inversores querrán aprovechar ese mayor rendimiento ingresando dólares a ese mercado financiero. Para ello venden las tenencias en otras monedas extranjeras (euros, yenes, reales, rublos, etcétera) y compran dólares estadounidenses.
Por ende hay un exceso de oferta de monedas distintas al dólar (más ventas) y un exceso de demanda de la moneda norteamericana (más compras). Todo exceso de oferta de un bien hace reducir el precio del mismo, mientras que todo exceso de demanda genera el efecto contrario.
Conclusión: sube el dólar, baja el resto de las monedas.
Pero en lo cierto, la suba de tasas de interés no se dio todavía. Y no se sabe con exactitud cuándo ocurrirá. De hecho, el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense bajó en vez de subir.
Sin embargo, las expectativas autocumplidas ya se dieron. Porque todos saben que cuando las tasas de un país suben, la moneda de ese país se aprecia (sobre todo en Estados Unidos).
Y el dólar estadounidense ya subió…
Ahora bien, ¿qué pasaría si se demora la suba de las tasas de interés?
Seguramente parte de esta apreciación del dólar (la mayor desde 2003) tenderá a retroceder. Pero eso es otra historia para analizar en otro momento.
Otro capítulo de las expectativas autocumplidas es que cuando el dólar estadounidense se aprecia (sube contra el resto de las monedas) el mercado de acciones de ese país sube.
Claramente estoy de acuerdo con esto.
El razonamiento detrás es que si hay expectativas de que las tasas de interés suban en ese país es porque esa economía está mejor y gana dinamismo. Si así es, las empresas que venden en este mercado se beneficiarán tanto por el dólar más fuerte como por la mayor demanda que la economía genera.
Por ende, si gran parte de las acciones del S&P 500 tienen exposición a la principal economía del mundo, entonces es lógico que los inversores las demanden y hagan subir sus precios.
Pero esto puede ser un arma de doble filo. Y hacer que la suba esté, en cierta manera, forzada…
Cuando existe un consenso generalizado de que las acciones de un país suban, los inversores están dispuestos a hacerse de las mismas por cualquier medio, teniendo o no teniendo dinero.
Justamente en períodos de sobre confianza, los actores del mercado tienden a minimizar los riesgos y a desviarse fuertemente de su perfil promedio de tolerancia hacia los mismos.
Un comportamiento que muestra con claridad lo que menciono es el denominado “apalancamiento”.
¿Qué es esto?
El apalancamiento no es, ni más ni menos, que tomar dinero prestado para comprar acciones o cualquier otro activo de riesgo. Esa deuda se toma contra una garantía que está determinada por las tenencias que cada inversor tiene en su cartera de inversiones.
Cuando el mercado va al alza, no hay problema. La garantía se valoriza y la deuda en función de las tenencias es proporcionalmente más pequeña.
Pero cuando el mercado sorprende y comienza a caer, se puede producir un efecto manada negativo. La deuda en proporción a la tenencia es más grande, obligando a los inversores apalancados a vender sus tenencias para hacer frente a sus obligaciones y eso exacerba la baja.
Y la historia muestra que los períodos de máximos niveles de apalancamiento a nivel agregado anteceden a caídas importantes en los índices bursátiles.
El gráfico anterior es elocuente. Los niveles de apalancamiento suben a ritmo acelerado y esto estimula la demanda de acciones.
Sin embargo, nuevamente, el pasado muestra que es una señal peligrosa, al menos para tener en cuenta.
Hoy el consenso de Wall Street sigue siendo optimista con las acciones estadounidense en general. Yo también lo soy, pero de manera más selectiva.
Mirando el índice a nivel agregado, déjeme tener el derecho a la duda.
A su lado en los mercados, Diego Martínez Burzaco
FUENTE: Publicado en Inversor Global - Newsletter semanal - enviado por mail
Un claro ejemplo de la actualidad, que se relaciona con los mercados de divisas, es la gran apreciación que muestra el dólar estadounidense contra las principales monedas del mundo a lo largo de los últimos meses.
¿Qué es lo que impulsó esto?
La expectativa de que las tasas de interés suban en los Estados Unidos.
El razonamiento es el siguiente: si las tasas de interés suben en ese país, los inversores querrán aprovechar ese mayor rendimiento ingresando dólares a ese mercado financiero. Para ello venden las tenencias en otras monedas extranjeras (euros, yenes, reales, rublos, etcétera) y compran dólares estadounidenses.
Por ende hay un exceso de oferta de monedas distintas al dólar (más ventas) y un exceso de demanda de la moneda norteamericana (más compras). Todo exceso de oferta de un bien hace reducir el precio del mismo, mientras que todo exceso de demanda genera el efecto contrario.
Conclusión: sube el dólar, baja el resto de las monedas.
Pero en lo cierto, la suba de tasas de interés no se dio todavía. Y no se sabe con exactitud cuándo ocurrirá. De hecho, el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense bajó en vez de subir.
Sin embargo, las expectativas autocumplidas ya se dieron. Porque todos saben que cuando las tasas de un país suben, la moneda de ese país se aprecia (sobre todo en Estados Unidos).
Y el dólar estadounidense ya subió…
Ahora bien, ¿qué pasaría si se demora la suba de las tasas de interés?
Seguramente parte de esta apreciación del dólar (la mayor desde 2003) tenderá a retroceder. Pero eso es otra historia para analizar en otro momento.
Otro capítulo de las expectativas autocumplidas es que cuando el dólar estadounidense se aprecia (sube contra el resto de las monedas) el mercado de acciones de ese país sube.
Claramente estoy de acuerdo con esto.
El razonamiento detrás es que si hay expectativas de que las tasas de interés suban en ese país es porque esa economía está mejor y gana dinamismo. Si así es, las empresas que venden en este mercado se beneficiarán tanto por el dólar más fuerte como por la mayor demanda que la economía genera.
Por ende, si gran parte de las acciones del S&P 500 tienen exposición a la principal economía del mundo, entonces es lógico que los inversores las demanden y hagan subir sus precios.
Pero esto puede ser un arma de doble filo. Y hacer que la suba esté, en cierta manera, forzada…
Cuando existe un consenso generalizado de que las acciones de un país suban, los inversores están dispuestos a hacerse de las mismas por cualquier medio, teniendo o no teniendo dinero.
Justamente en períodos de sobre confianza, los actores del mercado tienden a minimizar los riesgos y a desviarse fuertemente de su perfil promedio de tolerancia hacia los mismos.
Un comportamiento que muestra con claridad lo que menciono es el denominado “apalancamiento”.
¿Qué es esto?
El apalancamiento no es, ni más ni menos, que tomar dinero prestado para comprar acciones o cualquier otro activo de riesgo. Esa deuda se toma contra una garantía que está determinada por las tenencias que cada inversor tiene en su cartera de inversiones.
Cuando el mercado va al alza, no hay problema. La garantía se valoriza y la deuda en función de las tenencias es proporcionalmente más pequeña.
Pero cuando el mercado sorprende y comienza a caer, se puede producir un efecto manada negativo. La deuda en proporción a la tenencia es más grande, obligando a los inversores apalancados a vender sus tenencias para hacer frente a sus obligaciones y eso exacerba la baja.
Y la historia muestra que los períodos de máximos niveles de apalancamiento a nivel agregado anteceden a caídas importantes en los índices bursátiles.
El gráfico anterior es elocuente. Los niveles de apalancamiento suben a ritmo acelerado y esto estimula la demanda de acciones.
Sin embargo, nuevamente, el pasado muestra que es una señal peligrosa, al menos para tener en cuenta.
Hoy el consenso de Wall Street sigue siendo optimista con las acciones estadounidense en general. Yo también lo soy, pero de manera más selectiva.
Mirando el índice a nivel agregado, déjeme tener el derecho a la duda.
A su lado en los mercados, Diego Martínez Burzaco
FUENTE: Publicado en Inversor Global - Newsletter semanal - enviado por mail
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