Por tanto establecer mediante la lógica formal, una identidad entre el origen y significado de la revolución rusa y el horror soviético, es amalgamar la historia y cometer un delito intelectual, ya que la revolución de octubre de 1917, es un hecho de dimensión universal de la portee de la revolución francesa, al determinar un antes y un después en el devenir de la historia contemporánea.
La revolución de octubre significó la concreción de un folleto escrito 7 décadas antes en 1848, el Manifiesto Comunista de Carlos Marx, cuyo contenido resume la propuesta de un sistema económico y político alternativo al capitalismo y la democracia burguesa, que implica incluso su destrucción, la utopía fue asumida por millones de humanos en los cinco continentes, hasta que sucediera ante el fracaso de la Comuna de París (1871), el hecho fantástico recogido en su mejor crónica “los 10 días que estremecieron al mundo” por el periodista estadounidense John Reed.
¿Entonces, que pudo suceder en la dirección del partido bolchevique, donde militaban además de Lenin, cuadros de cultura universal, de la trayectoria de León Trotski, Bujarin, Kamenev, Zinoviev, Alexandra Kollantai, entre otros, para que el zapatero Stalin quien se divertía en su casa de campo degollando ovejas, se convirtiera en el enterrador de la revolución?
En que ésta, naciendo de un proceso de ruptura con el autoritarismo zarista para garantizar la libertad política con igualdad ante la ley, muy pronto se convirtió en los preliminares del “socialismo real” en su opuesto, en un proceso irracional de eliminación de toda forma de libertad; por otra parte, al imponer la destrucción de la propiedad privada, instauró el Estado todopoderoso dueño absoluto de la riqueza nacional, al expropiar al capital y al trabajo, convirtiendo a los trabajadores en esclavos del Estado soviético y a naciones enteras en sus satélites.
De allí su monumental fracaso, degradado a la propaganda como política del régimen, como lo manifestara Stalin, en 1937, al cumplirse 20 años de la Revolución, anunciaba que “ya el sistema socialista había triunfado en todas las ramas de la economía, porque se habían liquidado en su totalidad los elementos capitalistas de la industria, de la agricultura y del sector individual, donde la explotación del hombre por el hombre había sido destruida para siempre. Ya no hay crisis, ni miseria, ni paro forzoso, ni ruina”.
Afirmaciones que quedaron en el basurero de la historia, por ser fraudulentas y a la vez irónicas, cuando hoy en la tierra donde sucediera la revolución de octubre, se ha retornado al capitalismo y se ha entronizado en la práctica un nuevo monarca, Vladimir Putin, con mayor poder que aquellos zares de todas las Rusias. Concluyendo en nuestros predios que cualquier coincidencia con nuestra realidad, en este caso no es pura casualidad.
ENVIADO DESDE VENEZUELA
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