viernes, 24 de noviembre de 2017

¿Cuánto vale un país que no existe?

El contenido de este artículo es independiente de la dinámica que han exhibido los bonos argentinos durante este tiempo.
Es que me quiero enfocar en un escenario hacia la potencial toma de ganancias de mediano plazo, basándome en la posibilidad de que los mercados estén descontando un entorno de convergencia para la Argentina que pueda no darse nunca. Si eso pasara, implicaría una peligrosa sobre-reacción de las expectativas .
En los próximos años es posible que la curva argentina tenga frente a sí tres etapas: dos optimistas, y una final negativa y cruel, tal como definiremos en los próximos párrafos.
Exuberancia irracional
Los mercados por momentos deciden operar expectativas y en otras instancias, fundamentos. Existe toda una industria global dedicada exclusivamente a reciclar historietas, cuando la expectativa no da para más, ahí te venden la ácida realidad de los fundamentos.
En ese momento viene la toma de ganancia, evento que suele ser abrupto y sumamente cruel para los que todavía están adentro.
Por las PASO 2013, 12 años de duration argentina pagaban 13% de rendimiento y hoy lo hacen cerca del 7%. El efecto de un cambio político hacia un populismo blando como el actual, resultó en una sustancial reducción de riesgo país de unos 600 puntos básicos. Pero esta Peronia tan “políticamente correcta” en la que vivimos, no ha tenido un indispensable shock estructural.
Entre la economía real y los activos financieros
Las preguntas incómodas aparecerán probablemente cuando haya culminado el rally de la curva argentina y para que dicho evento ocurra todavía faltarían dos íconos:
a) converger a Brasil,
b) converger finalmente a Perú.
Si anunciamos alguna clase de reformas razonables y rápido, Wall Street nos llevaría hacia los rendimientos de Brasil antes de lo esperado.
Ante un potencial resultado político favorable del oficialismo en 2019, Wall Street nos llevaría a los rendimientos de Perú en la medida que los complementemos con reformas importantes y de fondo, digamos para el 2023.
Pero cuidado, una vez que Wall Street nos haya hecho comprimir todo lo posible, quizá decida tomar ganancia y se haga la pregunta que hoy nadie se anima a sugerir: ¿cuáles son los cambios estructurales de Peronia, o siguen siendo la Peronia roñosa de siempre?
La Peronia de hoy es sólo una ficción con pequeña chance de convertirse en realidad. Los países se hacen grandes con ideas, pero lamentablemente en Peronia, las mismas siguen siendo el gran ausente.
Ante la falta de imaginación de todo el frente político, la creatividad se ha reemplazado por un recurrente concepto que postula al estado inmenso como la salvación de una sociedad que sigue sin entender que estamos así de mal, precisamente, por el voluptuoso tamaño de nuestro fisco.
Para una ciudadanía que persistentemente convalida la utopía del estado benefactor, los únicos políticos que pueden satisfacer una imposibilidad así de evidente, son los mentirosos.
Este eufórico espejismo político resulta en un endeble equilibrio de corto plazo y pretende generar en la sociedad la sensación de un bienestar potencial que claramente no existe. Sólo la deuda externa hace cerrar este inconsistente y peligroso equilibrio general.
No importa cuál sea el político que escuchemos, su mensaje parecería ser el mismo: estado magnificente, sin aclarar que, a dicho monstruo torpe, glotón y corrupto, lo debemos mantener todos los días del año, desviando recursos hacia actividades genuinamente productivas.
¿Y por qué es siempre lo mismo? Porque los políticos de Peronia son lo que nosotros permitimos que sean, su propuesta es el reflejo de la ciudadanía votante: hasta que el argentino aprenda a demandar otra cosa que no sea populismo, el resultado será la inmunda sopa de siempre.
El juego de la silla
Soportamos un déficit fiscal consolidado del 8% del PBI y lamentablemente, la mayoría de los argentinos no comprende que cuando una nación decide ser deficitaria se obliga también a financiarse mediante una de dos formas, o emite pesos y culmina generando inflación, o emite deuda externa y se arriesga eventualmente a un default soberano.
La hiperinflación del 89 parecería no habernos enseñado un cazzo, y tampoco el default del 2001; seguimos sin querer entender que ambos eventos tienen un origen recurrente y común: estado enorme y sumamente deficitario.
Estamos en un punto donde endeudarnos a escala parecería ser bastante neutral y en esta coyuntura, acoplado convenientemente, todo el frente político en lugar de hablar de austeridad nos cuenta historias magnificentes y grandiosas referidas a la grandeza de un estado populista y bien keynesiano que en las últimas siete décadas no ha hecho otra cosa que empobrecernos.
Frente a una sociedad que sigue demandando la misma sopa, la oferta política se convierte en redundante: estado torpe e inmenso.
En este marco, que no cierra por ningún lado, al menos por ahora, Wall Street se encarga de vender todavía y por un largo tiempo “la fábula de los bonos argentinos, desde Jujuy hasta Chubut”.
La principal restricción en el Principado de Peronia
La ciudadanía que siempre está boludeando en lo que no importa debería demandar un debate urgente en torno a cómo navegaremos las tres etapas a las que hice referencia en el inicio. Pero ante una ciudadanía que no exige calidad política y está más preocupada por el mundial de fútbol que se viene, la mediocridad política de siempre se siente cómoda.
Tenemos un oficialismo en firme compromiso de ejecución de un “populismo blando y bien keynesiano”, con una oposición todavía K y en firme proceso de dilución proponiendo “populismo extremo” y con una ciudadanía demandando mayoritariamente “toda forma posible de populismo”; difícil tríada con la que contamos para preparar a esta nación hacia la áspera ronda de preguntas difíciles y estructurales que tarde o temprano nos hará Wall Street.
Por lo tanto, ante un país que no demuestra capacidad de aprender de sus variados y sumamente torpes errores, posicionarse en bonos argentinos necesariamente obliga a plantear un escenario mediato hacia la eventual toma de ganancias.
La Argentina de hoy es sólo una promesa peligrosamente apalancada en deuda externa. Está en los argentinos, convertirla en realidad: ¿estaremos a la altura de tremendo desafío? Me animo a decir que no, pero espero equivocarme en este estado de escepticismo esperanzado que me permito tener por el momento y recuerden: Peronia trasciende al peronismo, de una u otra forma, todos somos peronistas y así nos va.
Sherman
Chief Strategist
Para CONTRAECONOMÍA 

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