viernes, 21 de julio de 2017

La socialdemocracia cambiemita es parte del problema. Por Ivan Carrino

El viernes pasado arrancó oficialmente la campaña electoral para las PASO. Muchos coinciden en que en este simulacro de elecciones legislativas se juega el futuro del país.
Es que, de ganar el oficialismo, se consolidaría un camino de reformas que generarían mayor confianza de los inversores, estabilidad y mayor crecimiento. De lo contrario, reinaría el miedo, la huida de las inversiones, el salto del tipo de cambio y una mayor pobreza.
¿Existe realmente semejante “grieta” en la política económica propuesta por ambos lados?
En realidad, no tanto. El panorama electoral argentino es desolador: son todos partidos de izquierda, salvo Cambiemos, que es socialdemócrata.
¿Y qué quiere decir esto? Que el cambio que necesita el país está lejos de llegar, independientemente de quién gane las elecciones.
Medallas para Macri
El gobierno actual heredó una situación económica al borde del colapso. Cuando se emite dinero de manera descontrolada, se gasta más de lo que se ingresa crónicamente y, como frutilla del postre, se controlan casi todos los precios de la economía, la bomba tarde o temprano estalla.
Con esa herencia, Cambiemos hizo lo que pudo y tomó medidas en la buena dirección. Eliminó el cepo, quitó las restricciones para exportar, ajustó algo las tarifas de servicios públicos y redujo impuestos.
Destapar (a medias) la olla a presión de la economía K no fue fácil. 2016 terminó con 41% de inflación y una caída de 2,3% del PBI.
No obstante, en 2017 el país tendrá un escenario radicalmente distinto. La inflación será del 20-22% anual y el crecimiento cercano a 3%. Con esos números, Cambiemos podrá colgarse las medallas de la menor inflación en siete años y el mayor crecimiento en cinco.
Pero el gasto no se toca
Las medidas tomadas tendientes a liberalizar algunos sectores de la economía deben ser aplaudidas, pero hay temas de fondo que no se modifican.
El gasto público es el principal responsable del déficit fiscal y del pobre crecimiento de la economía nacional. Además, refleja el alto grado de estatización de la sociedad argentina.
Para que Argentina crezca y alcance a los países del Primer Mundo, el tamaño del gasto debería recortarse de manera considerable. No hablamos de 1 o 2 puntos porcentuales, sino de 15 o 20.
Cambiemos, sin embargo, no va en esta dirección. Entre 2015 y 2016 el gasto creció en términos de PBI. Es que, a pesar del recorte en subsidios energéticos, aumentó la asistencia social producto de la “Reparación Histórica” de los jubilados.
Ahora si aceptamos que era necesario y éticamente correcto pagar esos juicios, ¿por qué no redujeron más aún otras partidas?
El gasto no se toca. Al menos no a la baja. Nuevas medidas como los créditos a los beneficiarios de AUH que ofrecerá la ANSES, o los del “Plan Potenciar” que ofrecerá el Banco BICE son, a la larga, un aumento del gasto público.
Si los receptores del dinero no pagan su deuda, el agujero impactará en las arcas del estado.
Reforma tributaria: más impuestos
Una de las medidas que más entusiasmo genera entre los agentes económicos es la reforma tributaria. Si Cambiemos gana las elecciones, se sostiene, entonces tendrá la fuerza legislativa necesaria para impulsar un plan integral para bajar impuestos y mejorar la competitividad.
Si ese fuera el caso, ¡bienvenida la reforma!
Sin embargo, hace poco trascendió que los funcionarios no evalúan bajar impuestos, ¡sino subirlos! De acuerdo con el diario La Nación, el gobierno estudia lanzar un nuevo impuesto a los “alimentos no saludables”.
Esta medida desnuda el carácter socialdemócrata de Cambiemos. Por un lado, más peso del estado por la vía de nuevos impuestos. Por el otro, más paternalismo estatal e intromisión del gobierno en la vida privada de la gente.
Muchos argumentan que estos impuestos son razonables, porque si algunos tienen malos hábitos de alimentación, eso genera un gasto mayor en asistencia médica pública.
Ahora si Cambiemos quiere Cambiar en serio, hay que discutir es el tipo de país que queremos.
¿Queremos un país donde papá estado se haga cargo de todo, diciéndonos lo que tenemos que hacer porque, a fin de cuentas, él es el que paga los platos rotos? ¿O uno donde cada argentino sea digno y se haga cargo de sus decisiones?
La socialdemocracia cambiemita se inclina por lo primero.
Por si esto fuera poco, Mario Quintana afirmó que “el sistema tributario castiga a la producción y no grava la renta financiera”.
Aquí hay un problema de concepto. La renta financiera, que deriva del ahorro y el préstamo, es clave para la inversión. Si el ahorro no genera beneficios, entonces no habrá ahorro. Y sin ahorro no hay inversión. Y sin inversión no hay producción.Por tanto, gravar la renta financiera también gravará la producción.
La reforma tributaria debería eliminar impuestos y reducir tasas impositivas. No crear impuestos nuevos y aumentar el alcance de los existentes.
Socialdemocracia, parte del problema
El partido de Mauricio Macri tiene el mérito de haber abortado el camino hacia el chavismo que transitaba Cristina Fernández. Sin embargo, su modelo socialdemócrata de estado omnipresente no es lo que necesita el país.
Argentina, por su historia de desastres fiscales y crisis económicas asociadas, necesita ir de lleno a convertirse en uno de los países con mayor libertad económica del planeta. Sólo así atraerá la inversión necesaria para impulsar el crecimiento.
A la hora de votar, es cierto que Cambiemos luce como la opción menos mala. Pero esta realidad no habla bien de Cambiemos sino mal de nuestro país.
Como reza una historieta que circula en las redes: todos están a favor del “cambio”, pero nadie quiere cambiar nada.
Saludos,
Iván Carrino
Para CONTRAECONOMÍA

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