jueves, 15 de octubre de 2015

LA OLVIDADA PALESTINA

Por el Dr. Jorge Enrique Yunes Farrud (*)
Foto de perfil de Jorge Enrique YunesSangre, destrucción, llantos y lágrimas, impiedad. Todo esto y mucho más es lo que se está viviendo, muriendo y sufriendo en Palestina. La tierra de Jesús. La cuna del Mesías. Vapuleada y vejada por el pueblo elegido de Dios. Israel. Qué paradoja. Un mismo padre para las tres religiones monoteístas más influyentes del planeta. Judíos, cristianos y musulmanes. En definitiva se cumple lo que Jesús, segunda persona de la Santísima Trinidad, anunciara en el Evangelio de San Mateo: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará”. (San Mateo Cap. 10 Vers. 34). Pero más allá de la impactante cita evangélica, el mundo está contemplando con verdadero estupor la masacre de la nación palestina a manos del moderno Estado de Israel impuesto al mundo por Resolución de la ONU el 29 de noviembre de 1947, el cual concretara el mayor y deleznable arrebatamiento de tierras perpetrado contra una nación, Palestina. La semilla del Estado de Israel está envenenada. No puede dar frutos genuinos. Es fruto de la rapiña. Nunca puede haber paz en el pueblo hebreo cuando éste ocupa una tierra que no le pertenece. No puede haber paz masacrando a niños, mujeres y ancianos. Y la única solución posible y definitiva es que devuelvan a sus antiguos y legítimos dueños la tierra ocupada ilegítimamente. Los países árabes no deben permanecer autistas ante esta nueva masacre del pueblo palestino a manos de los israelíes. Deben poner coto a ello porque la misma sangre que baña la Tierra Santa de Palestina es la que corre por las venas de todos los árabes, musulmanes o cristianos. Quiera Dios que en la tierra de su hijo flamee finalmente la bandera de la paz y se llegue a una concordia definitiva para ambos pueblos. “El que compra la paz con el oro, no la podrá sustentar con el acero”. Saavedra Fajardo.-

(*) Abogado; Dr. en Ciencias Jurídicas y Sociales; Analista Político; Investigador; www.miradoranalitico.blogspot.com.ar; e-mail: doctorjorgeyunesfarrud@gmail.com; Twitter: @EnriqueYunes; Rosario, Provincia de Santa Fe, República Argentina.-
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