Faltando 25 días para las elecciones presidenciales, los candidatos buscan quedar bien con todos al tiempo que diferentes cámaras empresarias, asociaciones sindicales y ONGs les hacen llegar sus propuestas.
Uno de los sectores que más se interesó por acercarse a los candidatos fue el de la industria, representado por la centenaria Unión Industrial Argentina. Por el edificio de la entidad pasaron, en los últimos meses, los tres candidatos principales y también sus equipos económicos.
El que causó la mejor impresión en su momento fue Mauricio Macri. En las palabras del presidente de la entidad, Héctor Méndez, el líder del PRO había sido “más conciso y preciso” en sus definiciones.
Sin embargo, el tiempo pasó y las opiniones fueron variando. Pocos días antes de la celebración del Día de la Industria en Tecnópolis, con Cristina Fernández de Kirchner como oradora principal, Méndez modificó su punto de vista:
“A Macri lo veo con menos vocación industrial (...) no ha sido muy cariñoso con nosotros. No creo que vaya a ser más pro empresario”
Más allá de la vocación industrialista, o no, de Mauricio Macri o de cualquiera de los candidatos, la pregunta que queda flotando es si verdaderamente lo que necesita el país en el futuro es un presidente “pro empresario”.
Mi respuesta es que, definitivamente, no.
Veamos: un gobierno pro empresario se enfocaría, por definición, en favorecer el crecimiento de las empresas que actualmente se encuentran operando en el país. Claro que eso es mejor que una política de deliberado ataque y asfixia de las mismas como la existente hoy, pero no deja de ser una política errada que acarrea costos para toda la sociedad.
Por poner un ejemplo, una traba a las importaciones beneficia a las empresas nacionales, ya que les permite ofrecer sus bienes y servicios en un mercado cautivo no expuesto a la competencia internacional. Sin embargo, esto acarrea un costo para todos los consumidores, quienes terminan pagando más por productos de calidad inferior.
Una política parecida, de hecho, benefició directamente a la Unión Industrial Argentina en los primeros años de gobierno del kirchnerismo. A falta de barreras arancelarias y trabas a las importaciones, el Banco Central de la República Argentina se dedicó a comprar enormes cantidades de dólares para mantener el tipo de cambio alto. De esta forma se buscó encarecer los productos importados y, simultáneamente, abaratar los “made in Argentina”.
La política benefició directamente a la industria, que creció a al 10% por 4 años consecutivos, pero a costa del deterioro del poder de compra de los consumidores y, fundamentalmente, de una elevada y creciente inflación.
Como se ve, las políticas pro empresarios no son más que eso: políticas que benefician a los empresarios y empresas que operan en el país, pero a costa de perjudicar a todos los demás.
Ahora bien, la alternativa a este modelo no es una política anti empresas como la que llevan adelante Cristina Fernández y Axel Kicillof, sino una que logre que empresas y consumidores, empresarios y trabajadores, se beneficien de manera conjunta.
Es decir, una política pro mercado.
Las políticas pro mercado, a diferencia de las pro empresario, no favorecen solamente a los empresarios existentes fronteras adentro, sino que garantizan un marco de reglas claras para todos los productores del mundo que quieran ofrecer productos y servicios a los consumidores argentinos.
Esto exige apertura comercial, pero también exige predictibilidad de la política económica, libertad cambiaria, equilibrio fiscal, impuestos bajos y respeto por la propiedad privada.
A nivel internacional, estas son las políticas que emplean los países exitosos.
Está demostrado que los países con mayor libertad económica no solo gozan de mayores niveles de riqueza per cápita, sino también de bajos niveles de desempleo
Es cierto que la política deliberadamente anti empresarios de la última etapa del gobierno kirchnerista no ha dado ningún resultado en términos de bienestar.
Sin embargo, para revertir esta situación no necesitamos un gobierno “pro empresario”, sino un marco de normas pro mercado, que favorezcan la libertad económica y, con ella, mejore la calidad de vida de todos los argentinos en su conjunto.
Un saludo, Iván
Publicado en Inversor Global - Newsletter semanal - enviado por mail
Uno de los sectores que más se interesó por acercarse a los candidatos fue el de la industria, representado por la centenaria Unión Industrial Argentina. Por el edificio de la entidad pasaron, en los últimos meses, los tres candidatos principales y también sus equipos económicos.
El que causó la mejor impresión en su momento fue Mauricio Macri. En las palabras del presidente de la entidad, Héctor Méndez, el líder del PRO había sido “más conciso y preciso” en sus definiciones.
Sin embargo, el tiempo pasó y las opiniones fueron variando. Pocos días antes de la celebración del Día de la Industria en Tecnópolis, con Cristina Fernández de Kirchner como oradora principal, Méndez modificó su punto de vista:
“A Macri lo veo con menos vocación industrial (...) no ha sido muy cariñoso con nosotros. No creo que vaya a ser más pro empresario”
Más allá de la vocación industrialista, o no, de Mauricio Macri o de cualquiera de los candidatos, la pregunta que queda flotando es si verdaderamente lo que necesita el país en el futuro es un presidente “pro empresario”.
Mi respuesta es que, definitivamente, no.
Veamos: un gobierno pro empresario se enfocaría, por definición, en favorecer el crecimiento de las empresas que actualmente se encuentran operando en el país. Claro que eso es mejor que una política de deliberado ataque y asfixia de las mismas como la existente hoy, pero no deja de ser una política errada que acarrea costos para toda la sociedad.
Por poner un ejemplo, una traba a las importaciones beneficia a las empresas nacionales, ya que les permite ofrecer sus bienes y servicios en un mercado cautivo no expuesto a la competencia internacional. Sin embargo, esto acarrea un costo para todos los consumidores, quienes terminan pagando más por productos de calidad inferior.
Una política parecida, de hecho, benefició directamente a la Unión Industrial Argentina en los primeros años de gobierno del kirchnerismo. A falta de barreras arancelarias y trabas a las importaciones, el Banco Central de la República Argentina se dedicó a comprar enormes cantidades de dólares para mantener el tipo de cambio alto. De esta forma se buscó encarecer los productos importados y, simultáneamente, abaratar los “made in Argentina”.
La política benefició directamente a la industria, que creció a al 10% por 4 años consecutivos, pero a costa del deterioro del poder de compra de los consumidores y, fundamentalmente, de una elevada y creciente inflación.
Como se ve, las políticas pro empresarios no son más que eso: políticas que benefician a los empresarios y empresas que operan en el país, pero a costa de perjudicar a todos los demás.
Ahora bien, la alternativa a este modelo no es una política anti empresas como la que llevan adelante Cristina Fernández y Axel Kicillof, sino una que logre que empresas y consumidores, empresarios y trabajadores, se beneficien de manera conjunta.
Es decir, una política pro mercado.
Las políticas pro mercado, a diferencia de las pro empresario, no favorecen solamente a los empresarios existentes fronteras adentro, sino que garantizan un marco de reglas claras para todos los productores del mundo que quieran ofrecer productos y servicios a los consumidores argentinos.
Esto exige apertura comercial, pero también exige predictibilidad de la política económica, libertad cambiaria, equilibrio fiscal, impuestos bajos y respeto por la propiedad privada.
A nivel internacional, estas son las políticas que emplean los países exitosos.
Está demostrado que los países con mayor libertad económica no solo gozan de mayores niveles de riqueza per cápita, sino también de bajos niveles de desempleo
Es cierto que la política deliberadamente anti empresarios de la última etapa del gobierno kirchnerista no ha dado ningún resultado en términos de bienestar.
Sin embargo, para revertir esta situación no necesitamos un gobierno “pro empresario”, sino un marco de normas pro mercado, que favorezcan la libertad económica y, con ella, mejore la calidad de vida de todos los argentinos en su conjunto.
Un saludo, Iván
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