Los argentinos estamos a tres días de elegir un nuevo presidente y, si bien todavía está abierta la posibilidad de que haya segunda vuelta, lo cierto es que el candidato del oficialismo es el que tiene mayores probabilidades de alzarse con la victoria.
Pocos días después de esta fecha decisiva para la política del país, se cumplirá también un nuevo aniversario del lanzamiento del cepo cambiario, la medida que restringe el acceso a los dólares que vende el Banco Central al tipo de cambio oficial.
Respecto del cepo, la división entre los candidatos es muy clara. El PRO de Mauricio Macri se cansó de repetir que van a levantarlo lo más rápidamente posible.
El equipo de Sergio Massa, por su parte, pidió algo más de tiempo y habla de un plan de 100 días.
El oficialismo, en contraste, dejó en claro que, si gana, habrá cepo para rato.
La semana pasada, quien probablemente asuma como ministro de economía el 10 de diciembre, Silvina Batakis, debatió con economistas opositores sobre este tema.
En dicho debate solo se limitó a decir que todos los países “administraban sus reservas”. Sobre la posible eliminación del control de cambios, dejó que el resto debata, mientras ella se mantenía en silencio.
Más explícito fue Miguel Bein, uno de los principales asesores del candidato oficialista, quien afirmó:
“En el arranque del próximo gobierno se van a mantener los controles de capitales porque levantar los controles de capitales rápidamente significaría una devaluación muy brusca del peso. Y una devaluación muy brusca del peso lo que hace es destruir el salario de toda la población.”
Ante todo, es falso decir que el control de capitales evita la devaluación.
En realidad, lo único que hace es intentar ocultarla, pero esta se hace evidente con el surgimiento de tipos de cambios paralelos.
Así las cosas, la estrategia de mantener el cepo cambiario para evitar una devaluación que ya sucedió, aparece como la peor de las alternativas.
Es que esto solo perpetuará los problemas que viene arrastrando la economía hace cuatro años como la caída de las exportaciones, la falta de inversión extranjera, la presión sobre las reservas internacionales y, finalmente, la estanflación.
El cepo es como un gran control de precios que se impone a toda la economía para privilegio del gobierno y unos pocos beneficiados por la arbitrariedad oficial. Pero como todo control de precios, destruye la rentabilidad y fulmina la producción.
Claro que liberar el tipo de cambio puede tener un impacto en los precios, especialmente debido a su efecto sobre los productos que pueden exportarse e importarse, pero este impacto es largamente preferible a la alternativa que ofrece el sciolismo: la destrucción total del aparato productivo del país.
Así que no quedan muchas opciones si el Frente para la Victoria gana las elecciones este domingo.
O el equipo económico de Scioli cambia de opinión, o los argentinos tenemos que prepararnos para muchos años más de penurias económicas.
Un saludo, Iván
Pocos días después de esta fecha decisiva para la política del país, se cumplirá también un nuevo aniversario del lanzamiento del cepo cambiario, la medida que restringe el acceso a los dólares que vende el Banco Central al tipo de cambio oficial.
Respecto del cepo, la división entre los candidatos es muy clara. El PRO de Mauricio Macri se cansó de repetir que van a levantarlo lo más rápidamente posible.
El equipo de Sergio Massa, por su parte, pidió algo más de tiempo y habla de un plan de 100 días.
El oficialismo, en contraste, dejó en claro que, si gana, habrá cepo para rato.
La semana pasada, quien probablemente asuma como ministro de economía el 10 de diciembre, Silvina Batakis, debatió con economistas opositores sobre este tema.
En dicho debate solo se limitó a decir que todos los países “administraban sus reservas”. Sobre la posible eliminación del control de cambios, dejó que el resto debata, mientras ella se mantenía en silencio.
Más explícito fue Miguel Bein, uno de los principales asesores del candidato oficialista, quien afirmó:
“En el arranque del próximo gobierno se van a mantener los controles de capitales porque levantar los controles de capitales rápidamente significaría una devaluación muy brusca del peso. Y una devaluación muy brusca del peso lo que hace es destruir el salario de toda la población.”
Ante todo, es falso decir que el control de capitales evita la devaluación.
En realidad, lo único que hace es intentar ocultarla, pero esta se hace evidente con el surgimiento de tipos de cambios paralelos.
Así las cosas, la estrategia de mantener el cepo cambiario para evitar una devaluación que ya sucedió, aparece como la peor de las alternativas.
Es que esto solo perpetuará los problemas que viene arrastrando la economía hace cuatro años como la caída de las exportaciones, la falta de inversión extranjera, la presión sobre las reservas internacionales y, finalmente, la estanflación.
El cepo es como un gran control de precios que se impone a toda la economía para privilegio del gobierno y unos pocos beneficiados por la arbitrariedad oficial. Pero como todo control de precios, destruye la rentabilidad y fulmina la producción.
Claro que liberar el tipo de cambio puede tener un impacto en los precios, especialmente debido a su efecto sobre los productos que pueden exportarse e importarse, pero este impacto es largamente preferible a la alternativa que ofrece el sciolismo: la destrucción total del aparato productivo del país.
Así que no quedan muchas opciones si el Frente para la Victoria gana las elecciones este domingo.
O el equipo económico de Scioli cambia de opinión, o los argentinos tenemos que prepararnos para muchos años más de penurias económicas.
Un saludo, Iván
Publicado por Inversor Global - Newsletter semanal
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