Por Alberto Medina Méndez
Los hechos se están desarrollando de un modo tremendo, deteriorando todo a su paso. Ciertos países en manos del populismo, se degradan moralmente limitando las libertades individuales y atentando a diario contra la república.
Frente a ello, la sociedad civil, suele caer en cierta cuota de desorientación y pretenden resolver la encrucijada de un modo lineal, creyendo que la mayoría tiene la misma percepción y suponen que en un próximo turno electoral podrán revertir los errores, corrigiendo el rumbo.
Muchas veces las sociedades son engañadas por algún tiempo. Es que bajo ciertas circunstancias generales, se puede perder la perspectiva, y llevar a pensar que alguna disponibilidad económica de corto plazo es más importante que los valores, los principios, la dignidad y la república.
Los usurpadores del poder, saben de esta habitual confusión y apuestan a profundizar esta visión, recurriendo a comparaciones económicas que muestran mejoras respecto de otros trágicos períodos del pasado.
Ellos quieren que la sociedad razone minimizando las cosas que están mal, porque el oasis del presente les exhibe progresos respecto del desastre anterior. La idea es que frente al ";evidente"; éxito actual, no vale la pena detenerse ante cuestiones irrelevantes como la república o la libertad.
Pero mientras tanto, otras personas, lamentablemente los menos, advierten lo que realmente sucede. Perciben el engaño, la manipulación del relato, la adulteración de la realidad que busca ocultar lo inadmisible y destacar lo irrelevante para confundir mas al electorado.
La historia dice, que tarde o temprano, las sociedades se despiertan de su letargo. Pero esa demora no es gratis y no impide que los daños se hayan producido, y que luego la reconstrucción, sea mucho más lenta y costosa.
Es importante no olvidar que siempre se pueden tomar decisiones equivocadas, lo que no resulta posible es escapar de las inevitables consecuencias de las mismas. El arrepentimiento, no borra lo ocurrido, en todo caso, brinda una enorme oportunidad para volver a empezar.
En ese contexto, algunos pocos protagonistas del presente, no solo advierten lo que ocurre, sino que han tomado la decisión individual de no permanecer como simples espectadores del momento, y tomar su lugar, ocupar un rol, para cambiar, cuanto antes, el curso de los acontecimientos.
Se trata de un número reducido y sería bueno que sean muchos más. Vienen desde diferentes ámbitos, jueces, fiscales, legisladores, empresarios, artistas, gente de trabajo, simples ciudadanos, cada uno desde su lugar hace su contribución para dejar testimonio y mostrar el camino.
Ellos resisten desde sus espacios, arriesgando mucho más de lo que pueda suponerse. No se trata de posturas simuladas, sino de aquello que nace desde lo más profundo de sus entrañas, intentando hacer lo correcto, lo que corresponde, asumiendo los riesgos que se deriva de esa valiente decisión.
La conducta de estos héroes ciudadanos, contrasta frente al excesivamente frecuente proceder de los que claudican a diario, esos que se arrodillan ante el poder, inclusive cuando ni siquiera se lo solicitan.
En el marco de esta avalancha de servilismo y humillación cívica, detectar la existencia de individuos que ponen lo que hay que poner, animándose a resistir el embate del régimen, resulta estimulante de cara al futuro. Hay que tomar nota de esos gestos y no solo identificarlos como positivos. Se trata de actitudes osadas, de mucho coraje que deben ser resaltados.
No lo hacen por quedar bien o por no disponer de alternativas, sino porque sienten que lo deben hacer. Se trata de un llamado interior, que solo lo pueden comprender quienes gozan de una profunda vocación ciudadana, republicana y aman la libertad que los identifica como valor superior.
Sería más cómodo ceder, someterse y hacerse los distraídos, como si nada ocurriera, para sumarse a la horda de alcahuetes que adulan al poder.
Algunos quisquillosos e hipersensibles, les señalarán sus múltiples defectos, historias equivocadas y errores anteriores. Eso es parte de la descripción de esos seres humanos, que son solo eso, individuos imperfectos. Es importante entender que no se trata de juzgarlos por su sus desaciertos del pasado, sino en todo caso, por el rol que ha elegido en el presente.
Es tiempo de reaccionar como sociedad y darse cuenta que no alcanza con aplaudir en privado. Estos defensores de la república esperan mucho más que cobardes actitudes de esas que suelen justificarse afirmando que harían lo mismo si no fuera por ciertas razones personales que se lo impiden.
Estos adalides de la libertad arriesgan mucho, en los más de los casos, no solo su trabajo, ingresos económicos y el sustento para su familia, sino que apuestan su honor y se exponen a las predecibles venganzas del sistema.
Cada uno de esos personajes que se están jugando y mucho, merecen no solo respeto silencioso y reconocimiento a escondidas, sino que su esfuerzo sea recompensado con la presencia de más de ellos, desde cualquier ámbito, porque inducen a hacer lo correcto y a replicar a diario sus gestos.
Esta es la mejor ocasión de estimular a los que hacen lo apropiado. Buena alternativa seria empezar a imitarlos, asumiendo la inspiración que significan, porque de esa manera se los honra en serio. Tal vez sea esa la forma más efectiva y responsable de alentar a los paladines de la república.
Alberto Medina Méndez- www.albertomedinamendez.com
Frente a ello, la sociedad civil, suele caer en cierta cuota de desorientación y pretenden resolver la encrucijada de un modo lineal, creyendo que la mayoría tiene la misma percepción y suponen que en un próximo turno electoral podrán revertir los errores, corrigiendo el rumbo.
Muchas veces las sociedades son engañadas por algún tiempo. Es que bajo ciertas circunstancias generales, se puede perder la perspectiva, y llevar a pensar que alguna disponibilidad económica de corto plazo es más importante que los valores, los principios, la dignidad y la república.
Los usurpadores del poder, saben de esta habitual confusión y apuestan a profundizar esta visión, recurriendo a comparaciones económicas que muestran mejoras respecto de otros trágicos períodos del pasado.
Ellos quieren que la sociedad razone minimizando las cosas que están mal, porque el oasis del presente les exhibe progresos respecto del desastre anterior. La idea es que frente al ";evidente"; éxito actual, no vale la pena detenerse ante cuestiones irrelevantes como la república o la libertad.
Pero mientras tanto, otras personas, lamentablemente los menos, advierten lo que realmente sucede. Perciben el engaño, la manipulación del relato, la adulteración de la realidad que busca ocultar lo inadmisible y destacar lo irrelevante para confundir mas al electorado.
La historia dice, que tarde o temprano, las sociedades se despiertan de su letargo. Pero esa demora no es gratis y no impide que los daños se hayan producido, y que luego la reconstrucción, sea mucho más lenta y costosa.
Es importante no olvidar que siempre se pueden tomar decisiones equivocadas, lo que no resulta posible es escapar de las inevitables consecuencias de las mismas. El arrepentimiento, no borra lo ocurrido, en todo caso, brinda una enorme oportunidad para volver a empezar.
En ese contexto, algunos pocos protagonistas del presente, no solo advierten lo que ocurre, sino que han tomado la decisión individual de no permanecer como simples espectadores del momento, y tomar su lugar, ocupar un rol, para cambiar, cuanto antes, el curso de los acontecimientos.
Se trata de un número reducido y sería bueno que sean muchos más. Vienen desde diferentes ámbitos, jueces, fiscales, legisladores, empresarios, artistas, gente de trabajo, simples ciudadanos, cada uno desde su lugar hace su contribución para dejar testimonio y mostrar el camino.
Ellos resisten desde sus espacios, arriesgando mucho más de lo que pueda suponerse. No se trata de posturas simuladas, sino de aquello que nace desde lo más profundo de sus entrañas, intentando hacer lo correcto, lo que corresponde, asumiendo los riesgos que se deriva de esa valiente decisión.
La conducta de estos héroes ciudadanos, contrasta frente al excesivamente frecuente proceder de los que claudican a diario, esos que se arrodillan ante el poder, inclusive cuando ni siquiera se lo solicitan.
En el marco de esta avalancha de servilismo y humillación cívica, detectar la existencia de individuos que ponen lo que hay que poner, animándose a resistir el embate del régimen, resulta estimulante de cara al futuro. Hay que tomar nota de esos gestos y no solo identificarlos como positivos. Se trata de actitudes osadas, de mucho coraje que deben ser resaltados.
No lo hacen por quedar bien o por no disponer de alternativas, sino porque sienten que lo deben hacer. Se trata de un llamado interior, que solo lo pueden comprender quienes gozan de una profunda vocación ciudadana, republicana y aman la libertad que los identifica como valor superior.
Sería más cómodo ceder, someterse y hacerse los distraídos, como si nada ocurriera, para sumarse a la horda de alcahuetes que adulan al poder.
Algunos quisquillosos e hipersensibles, les señalarán sus múltiples defectos, historias equivocadas y errores anteriores. Eso es parte de la descripción de esos seres humanos, que son solo eso, individuos imperfectos. Es importante entender que no se trata de juzgarlos por su sus desaciertos del pasado, sino en todo caso, por el rol que ha elegido en el presente.
Es tiempo de reaccionar como sociedad y darse cuenta que no alcanza con aplaudir en privado. Estos defensores de la república esperan mucho más que cobardes actitudes de esas que suelen justificarse afirmando que harían lo mismo si no fuera por ciertas razones personales que se lo impiden.
Estos adalides de la libertad arriesgan mucho, en los más de los casos, no solo su trabajo, ingresos económicos y el sustento para su familia, sino que apuestan su honor y se exponen a las predecibles venganzas del sistema.
Cada uno de esos personajes que se están jugando y mucho, merecen no solo respeto silencioso y reconocimiento a escondidas, sino que su esfuerzo sea recompensado con la presencia de más de ellos, desde cualquier ámbito, porque inducen a hacer lo correcto y a replicar a diario sus gestos.
Esta es la mejor ocasión de estimular a los que hacen lo apropiado. Buena alternativa seria empezar a imitarlos, asumiendo la inspiración que significan, porque de esa manera se los honra en serio. Tal vez sea esa la forma más efectiva y responsable de alentar a los paladines de la república.
Alberto Medina Méndez- www.albertomedinamendez.com
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