A raíz de los sucesos del pasado 30 de abril en Venezuela han resaltado por doquier los análisis extremos de lo ocurrido ese controversial día. Mi abuela Juana una apureña por cuyas venas corría sangre morisca mediterránea cruzada con la etnia yaruro, solía terciar en las disputas familiares con su ocurrente sentencia ¨ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre¨, para así morigerar las rabietas que agriaban infructuosamente la vida del clan familiar.
Desde este punto de vista resulta que unos califican a Guaidó como un aventurero que negocia con el enemigo dictador, y otros le endilgan cualidades de semidios intocable al que no se puede tocar ni con el pétalo de una rosa, ya que hacerlo es cuadrarse con la tiranía, siendo señalados como desdichados por unos y otros, a quien asuma posturas diferentes a lo ocurrido ese accidentado martes, ignorando que hasta la supuesta infalibilidad del Papa hoy no es objeto de discusión ya que es un ser humano y por tanto puede cometer errores, como en efecto ha habido debates ante temas controversiales asumidos en el seno de la Iglesia Católica.
Por tanto el presidente interino y su entorno no están exentos del análisis crítico de los sucesos y las consecuencias de lo acontecido en La Carlota, ya que autocensurarse es un flaco favor a la ruta trazada hasta el fin del régimen, es mas hacerlo, es prefigurar para la nueva etapa el delito de opinión como chantaje para el mantenimiento del futuro nuevo orden, método preferido y utilizado durante estas dos décadas por quienes han secuestrado la democracia y atosigado bajo el terror al pueblo venezolano.
Quien se mete a político asume al mismo tiempo la condición de redentor, disfruta la victoria como también las consecuencias del fracaso, en un terreno ingrato ya que si logras la meta coronas el éxito, y por el contrario si ruedas en el camino serás censurado, para muestra los sucesos conocidos del 2002 y 2003 cuando la CTV y su presidente Carlos Ortega asumimos el paro cívico nacional para enfrentar el preámbulo de la actual tragedia, la derrota significó específicamente para los trabajadores la diáspora y fragmentación del sindicalismo venezolano, situación de la que no se ha recuperado en la actualidad, y para el pueblo venezolano sufrir la tragedia nacional que se ha prolongado en este siglo.
En el manual de la política existe entre otros un artículo número uno, y es el de no dejarse manipular, y a ese recurrió el régimen para propiciar la salida en falso del 30 de abril, no por casualidad desde Itamaraty en Brasil no tardaron en calificar de improvisado el accionar opositor, como también guardó distancias el gobierno español, ya que a todos sorprendió desaprovechar la marcha del día del trabajador donde se iba a desplegar la anunciada madre de todas las marchas como escenario propicio para confrontar la dictadura. Mas allá de las delaciones y entretelones de esa jornada aciaga los hechos constituyeron como publicara el diario El país de España la confirmación de las grietas que estremecen a la tiranía y la extrema debilidad que demuestra.
Las declaraciones recientes del presidente interino dando la cara y asumiendo como debe ser las pifias del 30 de abril, son un punto de partido de la etapa de relanzamiento de las movilizaciones contra el régimen, ya que una población agotada por las penurias y calamidades no están ya para presenciar ensayos y errores, como tampoco proyectos personales, sino la agenda certera hacia la caída de un régimen cada día mas rechazado por la comunidad internacional, como dijera recientemente Felipe González en evento reciente en Buenos Aires ¨cuando no esté Maduro y se vea su horror, no aceptaré excusas de que no se sabía lo que ocurría en Venezuela¨.
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