lunes, 10 de agosto de 2015

CUANDO LA CORRUPCIÓN HACE GANAR ELECCIONES

Foto del perfil de María Celsa Rodríguez (tú)Por  María Celsa Rodríguez
Siempre nos hemos preguntado ¿que mueve a un elector a seguir votando a un político corrupto? 
De acuerdo a estudios realizados por la Universidad de Nueva York es distinta la mirada del elector que ha sufrido algún acto de corrupción por algún agente del gobierno, que aquel que solo percibe de manera generalizada los casos de corrupción que son mencionados o investigados por la prensa y que luego cuando llegan a la justicia quedan impunes.  Michael A. Dimock y Gary C. Jacobson en “El Diario de Política” Vol. 57, No. 4 (Nov., 1995), pp. 1143-59. Publicado por: La University of Chicago Press en nombre de la Asociación de Ciencias Políticas Sur dijo: “los votantes que se enfrentaron a la opción de condenar a un titular, -que apreciaban lo contrario- o que  desestima el delito como intrascendente, a  menudo eligieron este último supuesto.

El daño también fue moderado por el partidismo; votantes del partido oficialista mostraron una fuerte tendencia a errar a favor del titular en la evaluación de la participación en el escándalo. La teoría clásica de la disonancia cognitiva explica fácilmente ambos fenómenos”[1]
Esto quiere decir que la corrupción toma cierto grado de percepción que late con mayor fuerza entre los que apoyan a la oposición, que entre los que militan o simpatizan con el partido gobernante y cuestionado por corrupto.

Para responder a la pregunta de ¿por qué los funcionarios corruptos a menudo no son amonestados en las urnas?, "Rundquist, Strom, y Peters primero criticaron el carácter incompleto de dos explicaciones básicas: [la teoría] del votante ignorante y la teoría del  incentivo material.

La teoría de los votantes ignorantes,  afirma que la información sobre la corrupción a menudo se oculta o no esta  disponible para el votante, es incompleta debido a que la disponibilidad de la información, sólo es una condición necesaria pero no suficiente para el elector a votar por los políticos corruptos. Como tal, la teoría no explica la votación por corrupción por los votantes que están  informados. Además, como señalan, debido a la competencia, la información sobre la corrupción a menudo se descuenta durante una elección
A diferencia de la teoría de los votantes ignorantes, la teoría de la inducción  material no asume que los votantes carecen de información sobre la corrupción. Por el contrario, uno puede incluso decir que el votante es una parte de la corrupción: [ya que] los políticos ofrecen incentivos materiales particularistas a cambio del apoyo electoral. Este tipo de intercambio explícito era frecuente en la época dorada de las maquinarias políticas. Aunque  ilustra la insuficiencia de la teoría de los votantes ignorantes, la teoría incentivo material [ ya que]  es en sí incompleta porque, como hemos argumentado anteriormente, el contexto histórico de la comunidad en la que organizó la corrupción y  floreció ya no existe: desapareció bajo las presiones de la tecnología y los cambios sociales”[2]

De acuerdo a un trabajo de investigación realizado por Gonzalo Rivero Rodríguez y Pablo Fernández-Vázquez para la Estudios de Progreso Fundacion Alternativa  dice que: “Las limitaciones de la rendición de cuentas electoral que aquí se han identificado, otorgan una gran importancia a los controles institucionales de tipo horizontal –en oposición a los verticales, como el electoral–. Este tipo de controles reposa sobre la acción de instancias administrativas y judiciales que puedan ejercer de mecanismo de alerta y de sanción ante comportamientos aparentemente irregulares. Desde un punto de vista general, la eficacia en el control de la corrupción descansa sobre la capacidad para identificar los comportamientos sospechosos de los políticos y para sancionarlos adecuadamente. De este modo, el objetivo fundamental que se persigue es desincentivar  que los políticos participen en actividades ilegales al anticipar la existencia de sanciones horizontales futuras. Por esta razón, el éxito en el combate de la corrupción no debe medirse atendiendo al número de casos efectivamente diagnosticados y sancionados. En último término, lo que se busca es que, por el propio funcionamiento de las instituciones, no se produzcan casos de irregularidades. En este sentido, aquellos mecanismos de control institucional que sean capaces de desvelar y sancionar comportamientos irregulares de manera temprana pueden resultar particularmente eficaces para reducir los niveles de corrupción.

 No en vano este tipo de control es el más eficaz a la hora de desincentivar los comportamientos delictivos, porque implica que existe una alta probabilidad de que la irregularidad sea desvelada antes de que produzca réditos significativos para el político corrupto. Estas instancias ofrecen una ventaja adicional: en caso de que la ilegalidad se termine produciendo, esta es identificada y frenada antes de que produzca consecuencias irreversibles".[3]

Cuales son los puntos claves a considerar  porque se sigue votando al  corrupto?
 Según los investigadores hay que tener en cuenta:

1) Que haya habido un intercambio explicito entre el elector y el político o del partido al que este representa.  Puede ser desde un trabajo, hasta un beneficio para una  pequeña comunidad.
La ingenua negación de parte del elector de aquello que “se dice” del corrupto,  esta siempre en contra mano de lo que ellos reciben de él, viéndolo como un benefactor de sus necesidades.
2) La credibilidad: que se asienta sobre la negatividad declarada tanto del político como del partido acusado de corrupto. Creerán al corrupto, aunque parezca ilógico. Y esto hará pie, si cuenta con una justicia politizada que tendrá una mirada ciega ante los hechos.
3) La sociedad cínica que hace la del avestruz, asumiendo una actitud condescendiente, ante la corrupción y ante los culpables.

Y ¿cuales son los errores que cometen los políticos?

1) Exhiben una falta de  civismo para engalanarse con actitudes de alto voltaje de cinismo.
2) que les importa más el partido que la gente. Los colores que los problemas de  su provincia, de su país. La teatralidad, las frases repetidas, los eslóganes que conjuran la simpatía de los votantes  con la etérea consecuencia  de hacer mucho ruido. Un circo de globos y colores, pero sin sustancia y  sin ideas.

 Caciagli piensa que “la cultura política se sostiene “en ideas y valores, en símbolos y normas, en mitos y ritos compartidos por una comunidad que forjan una mentalidad. Se expresa en comportamientos concretos y reiterados, en redes de estructuras materiales o psicológicas que elaboran y transmiten esa cultura, que no es un abanico de creencias, sino un código simbólico
que adquiere sentido en un contexto social y que guía y condiciona el pensar, el actuar y el sentir de los actores políticos” (Caciagli 1996: 14). Pero la cultura política no opera sobre el vacío, sino que interacciona con relaciones sociales y económicas en circunstancias espaciales e históricas…”[4] 
El político corrupto forma parte de esa cultura mientras el elector piensa que si esta ahí es porque es bueno y hay que apoyarlo. Y ambos se nutren de sus necesidades. El político necesita del elector y debe convencerlo y seducir su voluntad, hacerlo “cliente” de sus carencias.

"Para Caciagli, el clientelismo en sus formas vertical u horizontal, constituye una cultura política. Son de interés sus consideraciones sobre el clientelismo horizontal expresado en partidos y organizaciones. Aparece así el partido de masas clientelar. El clientelismo es muy importante tanto para garantizar las relaciones centro-periferia en las estructuras estatales, como en los ámbitos locales de poder…  El clientelismo es una cultura política, aunque no tenga estructuras estables y visibles. Como cultura tiene lenguajes, ritos, valores y comportamientos concretos y reiterados. Su anclaje histórico en la sociedad meridional alude además, a códigos culturales profundamente enraizados… La corrupción tiene una causalidad de largo y corto plazo que entre otros factores, se halla en la intervención estatal, la crisis de los partidos y el nuevo espíritu de los políticos profesionales. La descentralización del Estado, finalmente, multiplica los espacios susceptibles de prácticas corruptas. Estableciendo una diferenciación, el vínculo clientelar es predominantemente vertical, mientras que el vínculo de la corrupción es horizontal. Aunque las dos son relaciones de intercambio, el vínculo clientelar ocurre entre desiguales, en tanto que el contrato de corrupción es un convenio entre iguales. Además, el intercambio clientelar es político, a diferencia de la corrupción que es un intercambio mediado por el dinero. No resulta lo mismo el intercambio de decisiones administrativas por votos que el intercambio de dinero por contratos y licitaciones públicas" [4]

Entonces, podemos decir que hay un déficit programático por parte del elector que cree que el político le solucionará sus problemas, escuchará sus quejas y  mejorará la calidad de vida de todos.
Y por parte del político y del partido político, que cree que intercambiando promesas  a través de los programas de políticas publicas  despertarán el interés del elector, lo convencerán, compraran su interés  por medio del clientelismo favoreciente. Ahí el protagonista es el voto a cambio de esos favores, ya sean individuales o colectivos, en donde los bienes públicos despersonalizados de toda identidad, pero con la etiqueta de ser “de todos”, formará parte del manjar que alimenta la corrupción y que hace ganar elecciones.
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[4] Mario Caciagli, Clientelismo, corrupción y criminalidad organizada Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1996

2 comentarios:

  1. Un análisis muy interesante de un problema real en la vida Política de nuestras Sociedades. Serio y sugerente. Enhorabuena.

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  2. Un análisis muy interesante de un problema real en la vida Política de nuestras Sociedades. Serio y sugerente. Enhorabuena.

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