jueves, 18 de octubre de 2018

El regreso a una moneda sana

Hugo Moyano está contento. Un juez de Avellaneda rechazó el pedido de detención que pesaba sobre su hijo Pablo, a quien se acusa de malversar fondos del sindicato de Camioneros, que ahora está a su cargo.
Luego de festejar la decisión judicial, el Secretario General de la CGT anunció que pedirá aumentos salariales del 42%.
¿Por qué? Bueno, en primer lugar, porque la inflación prevista para fin de 2018 está cerca de ese número, e incluso un poco por encima.
Así como se lee, el gobierno que dijo que bajar la inflación era lo más fácil de hacer, cierra su tercer año con la tasa de aumento del nivel general de precios más elevada desde la década del ’80.
La inflación no es un tema nuevo en Argentina.
Desde que se creó el Banco Central la tasa equivalente fue del 55% anual. Además, de acuerdo con Guido y Lázzari, “la tasa de crecimiento de precios desde 1973 y hasta 1990 nunca bajó, salvo en 1978 y 1986, del 100% constituyendo el período de inflación alta más prolongado de la historia del mundo.”.
En los últimos 10 años, nuestra inflación promedió el 28,5%, una de las más elevadas a nivel global.
A la vista de estos datos, el Banco Central decidió encarar una política monetaria dura que congela la base monetaria al menos hasta junio de 2019. Se espera que –con este cambio- las expectativas sobre los precios cambien radicalmente y logre quebrarse a la baja esta tendencia deplorable de aumento de precios.
¿Se podrá?
En el año 1953, al economista austriaco residente en los Estados Unidos, Ludwig von Mises, le publicaron una nueva edición de su monumental obra “La Teoría del Dinero y el Crédito” (1912).
A dicha edición, Mises –quien era y aún sigue siendo considerado un experto en teoría monetaria- le agregó un ensayo final, titulado “reconstrucción monetaria”, donde se preguntaba si era posible retornar a los principios de una moneda sana que alguna vez habían imperado en lo que él denominaba “la civilización occidental”.
En dicho trabajo, Mises defendía las ventajas del Patrón Oro, un esquema en el cual se utilizaba el dinero impreso por los gobiernos nacionales, pero que estaba respaldado por una cantidad fija de oro, producto de la paridad. Para que el público local entienda de qué se trataba, el Patrón Oro era un esquema similar al de la Convertibilidad de la década del ’90, donde cada peso representaba un dólar.
Análogamente, en Estados Unidos, por mucho tiempo, 35 dólares representaban una onza de oro.
Mises era muy optimista respecto de la capacidad de este esquema monetario para “atar las manos” de los políticos, siempre dispuestos a gastar más de lo que sus posibilidades tributarias le permiten:
La excelencia del patrón oro radica en el hecho de que hace la determinación del poder adquisitivo de la unidad monetaria independiente de los planes de acción que persigan los gobiernos y los partidos políticos. Además, impide a los gobernantes eludir las prerrogativas de las asambleas representativas en materia financiera y presupuestal.
De acuerdo con el autor, la inflación era un fenómeno 100% monetario, que ocurría cuando la cantidad de dinero era excesiva respecto de las necesidades del mercado. Además, las consecuencias de la misma no se limitaban solamente a los “costos de menú” y de “suela de zapatos” que suelen mencionar los libros de texto sobre el tema.
En el análisis austriaco, la inflación es un problema grave puesto que modifica los precios relativos, distorsionando las señales para invertir, y generando un mecanismo arbitrario de redistribución del ingreso.
Ahora volviendo a las causas profundas, el exceso de la cantidad de dinero no respondía solo a la ignorancia de las autoridades, sino a su manifiesta voluntad de gastar más de lo que ingresaban, estimular la producción privada, o bien perseguir una política de “pleno empleo”, como proponía John Maynard Keynes.
Para Mises, estas políticas debían frenarse, regresando a los principios de la moneda sana, que eran inseparables de los de la libertad económica.
Es por ello que sugería, especialmente para países chicos en vías de desarrollo (como lo es Argentina) atar su moneda, ya sea al oro, o bien al dólar, divisa que tanto en la época como hoy es el estandarte del comercio internacional.
Asumiendo que dicho país pequeño es la imaginaria Ruritania, sugería:
El gobierno ruritano sabe muy bien que todo lo que necesita hacer a fin de impedir que el rur de papel se deprecie más, comparativamente al dólar, es reducir los gastos en exceso de sus entradas que financia mediante la inflación.
(…) Desde el punto de vista de la técnica monetaria, la estabilización del tipo de cambio de una moneda nacional, por monedas extranjeras menos infladas o por oro, es asunto sencillo. El paso preliminar consiste en abstenerse de cualquier incremento ulterior en el volumen del circulante doméstico.
El “apretón monetario” propuesto daría lugar a un período de estabilidad para las divisas extranjeras y el propio oro, momento en el cual el gobierno debería “completar la reforma monetaria”, fijando una nueva paridad legal de la moneda nacional contra el oro o el dólar, y luego garantizar la convertibilidad irrestricta de dicha moneda (es decir, su posibilidad de cambio a dicha tasa, sin restricciones).
No todo es monetario
Visto lo anterior, parecería que lo que Mises propone está en línea con quienes en Argentina hoy defienden algún tipo de dolarización de la economía o bien una nueva convertibilidad.
Y la verdad es que esta comparación es totalmente razonable. Mises era un gran defensor de la “moneda sana” o de la “moneda dura”, tanto como vía hacia una economía sostenible de largo plazo, como una forma de restringir el avance del estado sobre la sociedad.
Sin embargo, este gran intelectual del Siglo XX también tenía claras las limitaciones de su propuesta monetaria.
En este mismo ensayo, recordaba:
La reconstrucción monetaria, incluyendo el abandono de la inflación y el retorno a una moneda sana, no constituye simplemente un problema de técnica financiera, que pueda resolverse sin un cambio en la estructura de la política económica general. No puede haber una moneda estable en un medio que se halla dominado por ideologías hostiles a la conservación de la libertad económica
Finalmente, concluía:
La reforma que se propone en el sistema monetario y el retorno a condiciones monetarias sanas, presuponen un cambio radical en la filosofía económica. No puede ser cuestión del patrón oro mientras que el despilfarro, la desacumulación del capital y la corrupción constituyan características sobresalientes de la forma como se manejan los asuntos públicos.
Para resumir, es totalmente deseable tener una moneda sana y terminar con la inflación de una vez y para siempre. Pero no es suficiente con la política monetaria y un Banco Central “duro”. A los ojos de Mises, al menos, el cambio debía ser más grande, incluyendo una modificación de la “filosofía económica” imperante.
En conclusión, ¿es posible adoptar una política monetaria dura que reduzca la inflación y revalorice la moneda? Sí, lo es, como demostró serlo el Patrón Oro en su momento o la Convertibilidad argentina de la década del ’90.
El tema es que si no cambian las ideas heterodoxas que dominan hoy la política pública, tarde o temprano estos arreglos terminan rompiéndose,abriendo nuevamente la puerta al monstruo inflacionista.
Saludos,
Iván Carrino
Para CONTRAECONOMÍA

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