
En el país de las frecuentes desmemorias, recordarlo es quedar a mano con el hombre que es uno de los símbolos más emblemáticos de la cultura popular. En el verbo de la gente, escuchamos frases de uso corriente y popular: “Anda a cantarle a Gardel”, “Vos te crees que sos Gardel”. Gardel fue un arquetipo, es el símbolo de lo que pretendemos o pretendimos los ser los argentinos: humanos, tiernos, leales, solidarios, exitosos y definitivamente grandes.
Esto es así, porque Carlos Gardel personificó, de alguna manera, valores y aspiraciones que los argentinos (porteños y provincianos, en una suerte de hermandad federal), han incorporado definitivamente en sus vivencias.
Carlos Gardel, es el sentimiento hecho canción: el tango mismo. Los versos del tango siguieron la evolución de la crisis argentina, ya desde la década del 30, y en sus letras hay denuncias de la crisis, aún cuando no hubo una comprensión cabal de sus causas, cargándose las culpas a la ambición y a la inmoralidad. El tango es una música y una poesía profundamente identificada con la Nación que cala hondamente en el pueblo argentino.
Todos somos Gardel, porque expresa un sueño colectivo que incluye a todos los argentinos. Se sintetiza en una suerte de metáfora que viene de los rumores y murmullos de la calle y a que a todos, especialmente hoy en la peor de nuestra crisis, obliga a la búsqueda de la excelencia y la superación. A ser mejores: a “ser Gardeles”.
*Abogado - Desde Formosa
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