COLUMNISTA
"1. La igualdad en la doctrina del derecho individual. El vocablo "igualdad" puede tener diversos significados y, relacionado con el hombre variados sentidos, ya sea si se atiende a las condiciones naturales, como criatura humana, o a sus características o cualidades como integrante de una sociedad organizada. "Así -dice R. H. Tawney— puede o implicar la formulación de un hecho o comportar la expresión de un juicio ético. En el primer caso puede afirmar que los hombres son, en conjunto, muy parecidos en sus dotes naturales de carácter e inteligencia. En el otro, puede aseverar que, aunque como individuos difieren profundamente en capacidad y en carácter, en cuanto seres humanos tienen los mismos títulos para la consideración y el respeto, y que es probable que aumente el bienestar de una sociedad si ésta planea su organización de tal manera que, lo mismo si son grandes o pequeñas sus pretensiones, todos sus miembros pueden estar igualmente capacitados para sacar el mejor provecho de los que aquélla posea".[1]
Por nuestra parte, pensamos que es indudable -a nuestro juicio- que los seres humanos no son iguales, excepto en su condición de seres humanos, lo cual no es más que una mera abstracción conceptual y no una realidad fáctica. Por otro lado, también es evidente que las personas no "tienen los mismos títulos para la consideración y el respeto" que se mencionan arriba, porque -de hecho- los hombres no se otorgan mutuamente tal identidad. Si se admite la diferencia entre los individuos, también habrá que hacerlo respecto a "la consideración y el respeto" que se atribuyan unos a otros. Quien haya recibido una mala educación -va de suyo- que no dispensará un trato mejor al que se le ha instruido durante su etapa de formación y aprendizaje, ya sea familiar, escoliar, o social en general. Por ende, no reconocerá ningún título diferente al que ha aceptado conceder en su relación con los demás. Más allá de que estamos convencidos que es precisamente la educaciónel vehículo indicado para inculcar el respeto al prójimo, no se nos escapa que -de hecho- no siempre, o frecuentemente más bien, se lo logra. Por lo demás, lo que puede ser estimado respetuoso por una persona puede -al mismo tiempo- implicar una falta de respeto para otra. Existen diferencias educativas, culturales y religiosas (a nivel histórico y mundial) que pueden servir de ejemplo de esto último. La Biblia y los libros de historia están repletos de casos tales. Pero –y sin ir tan lejos- hoy en día podemos observar el común trato disvalioso que, en determinadas culturas como las medio y extremo orientales, se le confieren a mujeres y niños.
"Es evidente que desde el primer punto de vista no puede afirmarse la existencia de la igualdad humana, comprobada por las experiencias realizadas en el campo de la biología y aun de la psicología, y sería ocioso entrar aquí a analizar los estudios realizados en este aspecto, o desde el punto de vista doctrinario, analizando, por ejemplo, las teorías de Helvecio y Adam Smith o de Mill y Proudhon, que no apreciaron el sentido de las cualidades heredadas, dándole mayor importancia a la variabilidad de la naturaleza del hombre (2)."[2]
Afortunadamente, el autor en examen admite –y concordamos con él- la desigualdad biológica y psicológica entre los seres humanos. Pero vamos más allá, y derivamos de esta desigualdad -que podríamos llamar primaria- un segundo nivel de desigualdad, que es la que comúnmente se suele rotular con el nombre de "social". Y así, concluimos con un razonamiento que nos parece de pura lógica: y es que, ante el reconocimiento de la desigualdad biológica y psicológica no cabe más que admitir -como una consecuencia necesaria- cualquier ulterior desigualdad social, ya que esta dependerá enteramente de las primeras, habida cuenta que la aplicación del adjetivo "social" no puede modificar la estructura morfológica de las personas, ni -obviamente tampoco- su naturaleza humana.
"La consideración de la igualdad en la naturaleza humana llevaría a estudiar al hombre natural y se caería en el interrogante formulado por Rousseau, salvando los siglos transcurridos: "Qué experiencias serían necesarias para llegar al conocimiento del hombre natural, y cuáles son los medios de hacer estas experiencias en el seno de la sociedad" (3). Y, si bien es aceptado que el individuo posee características propias y diferenciadas: sexo, edad, constitución física, cualidades intelectuales, psíquicas, etc., y nadie osó imponer-un principio igualitario en la naturaleza humana con respecto, claro está, a sus cualidades individuales— se hizo difícil imponer la otra especie de igualdad, al considerar al hombre en la sociedad, organizada, es decir, la igualdad política o la igualdad social."[3]
Es que no se quiso admitir al respecto que la naturaleza no ha hecho nada igual, por eso tales estudios irremediablemente fallaron, y seguirán fracasando en cuanto a la indagación o búsqueda de cualquier "patrón" igualitario humano. No es el caso de la igualdad ante la ley, que no es más que una ficción convencional, absolutamente útil y necesaria, precisamente para paliar y tratar de corregir -en la medida de las posibilidades terrenales- la inherente desigualdad natural entre los hombres. Rousseau, ignorante de la esencia humana que él pretendía "descubrir", procuraba hacerlo mediante mecanismos empíricos, como si se pudieran ensayar en un imaginario laboratorio social, y por eso se preguntaba con total desparpajo y casi inocencia "cuáles son los medios de hacer estas experiencias en el seno de la sociedad".
Sin ninguna duda, Rousseau fue uno de los precursores de lo que se ha dado en llamar ingeniería social, y de la que se ocuparon críticamente autores de renombre, como el Premio Nobel en economía Friedrich A. von Hayek, con sus medulosos estudios sobre el constructivismo social y el orden espontáneo.
Como hemos expresado antes, resulta carente de todo sentido común tratar de imponer cualquier clase de igualdad, llámesela "política" o "social", ya que tal pretensión desconoce la inexistencia de igualdad de ninguna especie ni índole, dado que la igualdad -como ha felizmente expresado con frecuencia el Dr. Alberto Benegas Lynch (h)- no es más que una abstracción de las matemáticas.
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[1] Dr. Antonio Caetagno. Enciclopedia Jurídica OMEBA Tomo 14 letra I Grupo 02. Voz "igualdad".
[2] Caetagno, A. Enciclopedia....Ob. cit. Voz "igualdad".
[3] Caetagno A. Enciclopedia...ob. cit. Voz "igualdad".
http://www.accionhumana.com/
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