viernes, 8 de junio de 2018

Los cisnes negros del mercado Por Jim Rickards, desde Darien, Connecticut

Es importante saber que no hay dos crisis exactamente iguales. Sin embargo, podemos aprender mucho de la historia, y hoy en día hay factores que se asemejan mucho a crisis del pasado… 
En este momento, en 2018, el daño de 2008 sigue fresco en la mente de muchos. Fue hace una década, pero no hay nada en este mundo que se sienta como perder todos tus ahorros de un segundo al otro, y durante la crisis hubo muchos que vieron cómo el dinero que habían juntado durante largos años desaparecía de la faz de la tierra. 
En esos días el caos no se limitó a las acciones, sino que se extendió hacia el real estate, las viviendas, el desempleo y el número de estudiantes graduados que no tenían empleo y habían financiado sus estudios con préstamos. 
La angustia y el miedo estaban arraigados en la psiquis de todos y esos temores siguen latentes en la mente no sólo de los estadounidenses sino de muchos ahorristas alrededor del mundo, por mucho que haya sucedido hace ya diez años. Sin embargo, en mi opinión lo que está ocurriendo ahora se asemeja más a la crisis de 1997-1998 que a la del 2007-2008. 
Dejemos de un lado la burbuja punto-com del 2000, ya que ésta claramente fue solo una burbuja con un derrumbe de mercado asociada a ella sin fundamentos económicos claros detrás. Claro que en ese entonces Estados Unidos sí sufría una leve recesión y esto evidentemente jugó un papel importante en la volatilidad causada por los ataques a la Torres Gemelas. Pero no fue la causa de la caída del mercado. 
Si estuviste en el mercado esos días, sin duda no fue fácil. Pero esa no fue una crisis financiera global como la que vimos en 1998 y luego en 2008. 
Lo que resulta interesante de esas épocas, fue que la crisis había comenzado un año antes de que llegara a Estados Unidos. Se había iniciado en julio de 1997, en Tailandia, y recién en septiembre de 1998 el problema llegó a mi escritorio de TLCM, en Greenwich, Connecticut. 
Es decir, tardó unos 15 meses en darle la vuelta al mundo. 
¿Y cómo fue que este pequeño problema que comenzó en 1997 en Tailandia terminó 15 meses después en mi escritorio en Greenwich, Connecticut? 
Simple: por efecto contagio. La angustia en un área de los mercados financieros se esparció a otras áreas aparentemente ajenas. 
Esto también es un buen ejemplo de cómo las crisis toman tiempo en desarrollarse. Creo que esto es sumamente importante, ya que con las noticias financieras, internet, Twitter, Instagram, Facebook, los chats y los correos ha nacido una tendencia por enfocarse en lo instantáneo y olvidar en las tendencias. 
De hecho, las matemáticas detrás de contagios como este son exactamente las mismas detrás del esparcimiento de virus o enfermedades. Es por eso que se llama contagio. Se asemejan en cuánto a la forma como se esparcen. 
Como vimos hace un par de días, un modelo de equilibrio como el que emplea la Reserva Federal en sus predicciones económicas en esencia asume que el mundo es como un reloj. Según estos modelos, si se altera este reloj, el sistema pierde el equilibrio. 
Entonces lo único que tienes que hacer es aplicar alguna política que restaure el balance. Es como ajustar un reloj. Eso en pocas palabras es un modelo de equilibrio. 
Desafortunadamente, el mundo no funciona así. La teoría de complejidad y las dinámicas de complejidad nos dicen que un sistema en realidad puede entrar en una fase crítica, de cambio estructural. 
He conocido gran cantidad de gobernadores y funcionarios de alto rango de la Reserva Federal. No son tontos. Al público le gusta burlarse de estos individuos diciendo que son unos estúpidos, pero eso no es el caso. Son tipos con doctorados y coeficientes intelectuales de 160 para arriba. 
Todos los años la Fed hace una predicción anual. En 2009 predijeron lo que ocurriría en 2010. En 2010 hicieron el pronóstico de 2011, y así. La Fed ha estado equivocada en varias oportunidades, y sus desaciertos han sido de gran magnitud. 
No puedo evitar reírme: ¿por cuántos años consecutivos puedes equivocarte y aun así tener credibilidad? 
Pero como dije, no son tontos –son gente brillante. No creo que sean genios malvados intentando destruir el mundo. Pienso que están trabajando de buena fe. Pero si ese es el caso, ¿entonces cómo pueden estar tan equivocados por tanto tiempo? Porque están empleando el modelo equivocado. 
Si tienes el modelo incorrecto vas a tener resultados erróneos todo el tiempo. La Reserva Federal, los legisladores, ministros de finanzas y profesores del mundo emplean modelos de equilibrio. Pero la realidad es que este es un sistema complejo. 
¿Qué podría ser un ejemplo de sistema complejo? Hay varios, en realidad. 
Uno de mis favoritos es lo que llamo el modelo copo-avalancha. Es una metáfora, pero no solo una metáfora. La ciencia, las matemáticas y las dinámicas de esto en realidad son las mismas que están detrás de los mercados financieros. 
Imagina que estás en una montaña. Puedes ver cómo a medida que cae, la nieve hace un cúmulo que va creciendo y creciendo. Solo con ver lo que está pasando comprendes que hay peligro de avalancha. 
El viento empuja el cúmulo cada vez más… es totalmente inestable… y si fueses un experto en desastres, sabrías que en el cualquier momento la nieve irá colina abajo y matará a los esquiadores y pobladores a las faldas de la montaña. 
De repente ves cómo cae un copo de nieve desde el cielo a ese cúmulo de nieve. Esto sacude los otros copos de nieve que estaban más o menos estables. Luego la nieve comienza a esparcirse… acto seguido empieza a deslizarse y, finalmente, se suelta por completo y cae por la montaña, enterrando en un torrente de nieve a los pobladores. 
Pregunta: ¿de quién es la culpa de todo esto? ¿Le echas la culpa al copo de nieve que causó la avalancha o al cúmulo de nieve inestable? 
Bueno, en mi opinión los copos de nieve son irrelevantes. Si no hubiese sido por ese copo, algún otro habría causado la avalancha en otro momento. 
El problema yace en la inestabilidad del sistema como un todo. Así que cuando pienso en los riesgos del sistema financiero, no me enfoco en “el copo de nieve” que causará los problemas. El desencadenante en cuestión no es importante. 
Una vez que una reacción en cadena comienza, se expande exponencialmente al punto en que se torna “crítica” (como las bombas atómicas) y libera suficiente energía para arrasar con una ciudad. Sin embargo, la mayoría de los neutrones no comienzan las reacciones en cadena, de la misma forma que la mayoría de los copos no dan pie a las avalanchas. 
Al final del día, no se trata de los copos de nieve o los neutrones, sino de las condiciones iniciales críticas que dan cabida a estas posibilidades desastrosas. Si bien se puede especular y observar estas condiciones en una escala macro, la realidad es que el momento exacto en que comienza la reacción no es algo que podamos ver. 
La razón, es que el desencadenante es absolutamente diminuto en comparación con el sistema entero. 
Es por eso que algunos prefieren hablar de estos copos de nieve como “cisnes negros” –porque son inesperados y llegan de sorpresa. Sin embargo, estos factores no son una sorpresa si entiendes bien las dinámicas del sistema y logras estimar la escala del mismo. 
Es una metáfora, pero las matemáticas detrás son las mimas que en el mundo real. En los mercados financieros de hoy existen enormes cúmulos de nieve esperando ese copito que dé pie al colapso. Esto lo puedes ver en el valor bruto de los derivados financieros. 
Según información de 2017 del Banco de Pagos Internacionales (BPI), el valor total del mercado de derivados es de US$ 542,4 billones. 
Estos derivados son pasivos escondidos dentro del sistema bancario global que salen de los balances de varias instituciones. Estos números no son inventados. No hace falta más que leer el reporte anual del Banco de Pagos Internacionales para ver la cifra en el pie de página. 
Ahora bien, ¿cómo podemos dimensionar una cantidad tan gigante como US$542 billones? 
Estamos hablando de casi siete veces el PIB global. 
Toma todos los bienes y servicios del mundo entero por un año. Eso serían US$79 billones si lo sumas todo, basándonos en las cifras de 2017. Ahora toma esa cantidad y multiplícala por siete. Así de grande es este cúmulo de nieve. 
Esa es la avalancha que está próxima a caer, y se llevará todo a su paso. 
Saludos, 
Jim Rickards 
Para El Inversor Diario

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