Hace pocos días, el Banco Central divulgó su Relevamiento de Expectativas de Mercado, una encuesta donde los analistas privados responden acerca de cuáles son sus perspectivas futuras de inflación, crecimiento y dólar.
La suba de precios esperada para este 2018 es de nada menos que 27,1%, 5 puntos más de lo que se esperaba en mayo y 12 puntos más que la meta del Banco Central.
La primera vez en la historia que la inflación en Argentina superó el 27% fue en marzo de 1949, primera presidencia de Perón.
Desde ese entonces y hasta el año 2000, el promedio de inflación anual (tomando cada mes para los cuales hay datos) fue 268%.
Una verdadera catástrofe monetaria.
Ahora bien, a la hora de entender por qué hay inflación, los argentinos solemos acusar a cualquier cosa: que es la maldad de los empresarios, que es el dólar, que es el precio de la soja, del petróleo, o la concentración de la economía.
Muchos, con mucho más criterio, ubican la responsabilidad en el gobierno. De hecho, repiten, parafraseando a Milton Friedman, que “la inflación se hace en Buenos Aires, y es el gobierno quien la genera”, al aumentar el gasto público a niveles insostenibles.
En esencia, el comentario es correcto, pero en lo que queda de esta nota me gustaría profundizar en los mecanismos por los cuales el gobierno genera inflación…
Es que, a menos que el gasto en cuestión se monetice, la inflación no aparecerá.
En otros términos, a menos que el gasto agregado aumente más que la producción, no puede haber inflación. Y la única forma de que eso pase es con la emisión de papelitos de colores acaecida en el Banco Central.
Gasto e Impuestos
La fuente primaria de financiación del gasto público son los impuestos. Si un gobierno gasta “mucho”, pero también cobra “mucho” de impuestos, entonces no puede haber inflación.
Esto es así porque, incluso cuando el gobierno gaste una porción importante del PBI en subsidiar a “Pablo”, ese dinero lo estará tomando coactivamente de “Juan” mediante los impuestos. A fin de cuentas, el gasto público aumenta, pero no lo hace el gasto agregado.
Lo que ahora puede gastar Pablo es lo que no puede gastar Juan, por lo que a fin de cuentas, producción es igual a gasto. Lo único que pasó es que ese gasto cambió su composición. Antes lo gastaba Juan. Ahora lo gasta Pablo, gracias al subsidio estatal.
Gasto, déficit y deuda
Ahora bien, el gobierno bien puede gastar sin recaudar. Si esto sucede, y el presidente incurre en un déficit fiscal, podría parecer que encontró la fórmula para multiplicar los panes y los peces… Puede gastar sin cobrarle impuestos a nadie…
Sin embargo, lo cierto es que no puede gastar “de más” sin que alguien le financie ese exceso.
Tanto es así que cuando el gobierno gasta por encima de lo que recauda por impuestos, pueden ocurrir dos cosas diferentes: o se endeuda con acreedores internos, o lo hace con acreedores foráneos.
En el primer caso, la situación que resulta es similar a lo que describíamos previamente. Para que el gobierno se endeude, alguien tiene que ahorrar, así que un gasto público deficitario tampoco generará un aumento del gasto agregado.
Si el político quiere aumentar el gasto, y para eso debe endeudarse con un ciudadano de su país, entonces el mayor gasto del gobierno será resultado del menor gasto (mayor ahorro) de un privado. Finalmente, el aumento del gasto del gobierno se ve compensado por la caída del gasto del sector privado, y no hay un mayor gasto total en la economía.
En el caso de los acreedores internacionales, sí parecería que descubrimos la pólvora. No obstante, tampoco es el caso.
Es que cuando el gobierno recibe dinero del extranjero, ese dinero llega en la forma de divisas extranjeras que deben cambiarse por la divisa local. En ese proceso, lo que ocurre es que cae el tipo de cambio, motivo por el cual ahora son los exportadores los que tienen menos ingresos que gastar.
Es decir que, incluso cuando el gobierno gastara a cuenta de préstamos internacionales, tampoco conseguiría un mayor gasto agregado: lo que el tesoro gasta de más, es gasto “de menos” que realizan los exportadores, castigados por sus menores ingresos medidos en moneda nacional.
Solo la emisión genera inflación
Como se ve hasta acá, en ningún caso el aumento del gasto público generó un aumento del gasto agregado de la economía. Cada vez que el gobierno quiso gastar de más, alguien tuvo que gastar de menos.
Es así, entonces, que la única forma de aumentar el gasto agregado de la economía, sin un aumento previo de la producción, es incrementando la cantidad de dinero.
Tomemos el primer caso, por ejemplo. Si, en lugar de cobrarle impuestos a Juan, el gobierno gastaba más a cuenta de la emisión monetaria del Banco Central, entonces tendríamos el nuevo gasto público no contrarrestado por un menor gasto privado. En este caso, efectivamente habrá mayor gasto agregado.
Lo mismo sucedería si el Banco Central, para evitar que el tipo de cambio cayera, saliera a emitir pesos en el caso del financiamiento del déficit con deuda externa. En este escenario, el mayor gasto del gobierno no se vería compensado con el menor gasto de los exportadores.
Como queda claro, entonces, la inflación solo puede ocurrir cuando el gasto público es excesivo (respecto de los ingresos) pero además es monetizado a través del Banco Central.
La historia de Argentina es una muestra clara de esto. Los sucesivos gobiernos siempre quisieron gastar por encima de sus posibilidades, y acudieron al Banco Central para financiar la fiesta. El resultado es conocido… 8 décadas de destrucción monetaria que no parecen tener fin.
Saludos,
Iván Carrino
Para CONTRAECONOMÍA
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