Los bolsos de José López, las máquinas excavadoras buscando dinero enterrado, los cuadernos de Oscar Centeno y ahora el allanamiento a los domicilios de la ex presidenta señalan que la manipulación de dinero en efectivo es un protagonista central en la corrupción. Demuestran que el gran desafío que deben sortear los involucrados con dinero ilegal no es tanto cómo conseguirlo sino la logística para recibirlo, transportarlo y ocultarlo.
La magnitud y complejidad de los problemas logísticos que plantea manipular dinero en efectivo depende de la moneda que se use. Un ejemplo paradigmático por lo ilustrativo son los bolsos de José López. Según los reportes de prensa, el ex funcionario pretendía arrojar al convento aproximadamente 9 millones de dólares. Dado que el billete de mayor denominación en el dólar es el de 100 unidades, Lopez tuvo que usar 6 bolsos para transportar 900 fajos de billetes de 100 dólares.
¿Qué hubiera pasado si López optaba por monedas de otros países? Un reciente artículo publicado en la revista Finance & Development del Fondo Monetario Internacional (FMI) permite responder este interrogante. Según esta fuente se estima que:
Si hubiera utilizado euros habría tenido que manipular 155 fajos de billetes lo cual implica que con solo un bolso le hubiera sido suficiente.
Si hubiera utilizado francos suizos habría tenido que manipular 90 fajos con lo cual con medio bolso o un bolso mucho más chico le bastaba.
Si hubiera utilizado dólares de Singapur habría tenido que manipular solo 12 fajos de billetes con lo cual con una mochila colegial le sobraba.
Estos datos muestran que la complejidad en el proceso de transporte y ocultamiento de dinero en efectivo depende de la moneda que se use. El billete de mayor denominación en euros es de 500, en francos suizos de 1.000 y en dólares de Singapur de 10.000. Si se hubieran usados algunas de estas monedas muchos hechos de corrupción no se habrían descubierto. Los bolsos, los cuadernos y las bóvedas no hubiesen sido necesarios o hubieran tenido un protagonismo mucho menor. Afortunadamente estas monedas son más fáciles de esconder pero más difíciles de usar porque cuentan con menos liquidez. Esto seguramente es lo que indujo a los implicados a optar por los dólares americanos.
Un “shock de bancarización” puede ser el factor desencadenante de las transformaciones hacia la decencia que la Argentina necesita. El hecho de que la corrupción y, en general, gran parte de los ilícitos económicos se instrumentan a través del dinero en efectivo así lo demuestran. Aunque es imposible eliminar totalmente los riesgos de corrupción, si el uso del dinero electrónico hubiera tenido en la Argentina similar penetración a la que tiene en los países avanzados hubiese sido mucho más difícil para las empresas pagar los sobornos en efectivo. Obviamente que existen otros mecanismos para canalizar la corrupción, pero son mucho más sofisticados y, generalmente, más expuestos y vulnerables a ser detectados, especialmente en el contexto actual en que la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico es una prioridad global. Así, el uso masivo de dinero electrónico contribuiría a transparentar el financiamiento de la política haciendo una contribución vital a la calidad de la democracia y de la república.
No menos importante es que constituye una de las herramientas más poderosas con que cuentan los países organizados para luchar contra la evasión impositiva. Hay que tener en cuenta que con sólo aproximarse a los niveles de evasión prevalecientes en Chile se podría cumplir con el objetivo de eliminar el déficit fiscal y todos los impuestos distorsivos. Es decir que, usando como plataforma la masificación de la bancarización, se podrían lograr con bastante facilidad metas cruciales que hoy forman parte del debate para salir de la crisis e iniciar un proceso sostenido de crecimiento con equidad.
Para ello es clave que el Tesoro nacional, la AFIP y los organismos sub-nacionales de recaudación dejen de penalizar el uso de dinero electrónico. Aquí se inscriben fundamentalmente el impuesto al cheque (un impuesto directo al uso del dinero electrónico) y las percepciones de ingresos brutos y tasas municipales. En sentido contrario hay que buscar la manera de imponer costos, trabas e incluso prohibiciones a los pagos en efectivo.
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