viernes, 31 de agosto de 2018

Esto ya lo vivimos

Si hay algo en lo que indiscutiblemente este gobierno falló fue en su política comunicacional. 
Se equivocó al no publicar en detalle la herencia del gobierno anterior. Cómo encontró las cuentas del Tesoro Nacional, el déficit fiscal recibido y cómo pensaba achicarlo y financiarlo. Tampoco mostró el nivel de destrucción de la infraestructura y las reservas energéticas. 
Omitió mostrar las deudas no contabilizadas en los últimos tiempos del gobierno K, con importadores y holdouts, y los giros de dividendos al exterior pendientes por el cepo. Apenas hizo mención al balance del Banco Central con la reapertura del mercado de cambios. Pero no detalló los “trucos” de ingeniería contable, diseñados para ocultar los puntos oscuros del balance. 
Desde diciembre de 2015, como tantas otras veces en la historia argentina, volvió a primar la política por sobre la economía. El Gobierno se confió en que el mercado le iba a financiar durante un largo tiempo el desequilibrio en sus cuentas y siguió gastando mucho más de lo que recaudaba. Pero este año el gradualismo chocó contra un tren de frente. 
Lo peor de todo es que el Gobierno negó y sigue negando el fracaso del programa económico. En mayo, durante la primera etapa de la corrida cambiaria, el ministro Dujovne subestimó la suba del dólar y mantuvo la burlesca meta inflacionaria del 15 por ciento, que el Gobierno se había propuesto para 2018. 
Recuerdo a la diputada Carrió asegurar que el dólar no iba a pasar los 23 pesos. ¡Y ya estamos merodeando los 40! 
Hace unas semanas el Presidente Macri se refirió al clima tormentoso por el que está atravesando la economía argentina a raíz del “contexto internacional desfavorable”. Parecería que el Gobierno no quiere hacerse cargo de los problemas que él mismo generó junto a la administración anterior. 
El miércoles Macri dio un mensaje por redes sociales. Buscó transmitir tranquilidad a los mercados con el anuncio del apoyo del FMI al programa financiero que el Gobierno implementará en el próximo año y medio. El Fondo le adelantará todos los dólares que sean necesarios para cumplir con todo lo que el Gobierno tenga que pagar de cara a 2020. Según el Presidente, el apoyo del FMI brindará la confianza necesaria para “retomar el camino del crecimiento económico”. 
Fue un mensaje escueto y carente de los detalles que la población le está reclamando para creer que las cuentas fiscales van a cerrar y no se va a incurrir en un nuevo default. 
Macri quiso mostrar seguridad y convicción, mirando firme a la cámara y empuñando las manos. Pero lo que consiguió fue todo lo contrario. En dos días el dólar subió 25 por ciento, de 32 a 40 pesos, en un claro signo de desconfianza en la gestión. Como quien dice, le salió el tiro por la culata. 
El gobierno se la pasó subestimando la situación e ignorando los errores cometidos. Ayer el jefe de Gabinete, Marcos Peña, salió a desmentir cambios en la conducción económica y puntualizó en las “tormentas” externas como las causantes de la crisis. Y hasta se atrevió a afirmar que el Gobierno “no está ante un fracaso económico”. 
Se acabó la paciencia del mercado. Ya no le cree al gobierno. Las subas de encajes bancarios y tasas no están sirviendo para contener el dólar. 
El anuncio del miércoles me hizo acordar al aviso que hizo De la Rúa en diciembre de 2000. Por aquel entonces, el Gobierno había acordado con el FMI el tristemente célebre “blindaje”, un paquete de ayuda financiera de 37.500 millones de dólares, que también buscaba darle previsibilidad a las cuentas fiscales y transmitir confianza a los mercados. 
En el aviso el ex Presidente dice frases como: 
“He logrado la protección y fuerza para la Argentina”. 
“A partir de esta extraordinaria operación económica podremos crecer espectacularmente (…) (El blindaje) despeja cualquier amenaza o duda sobre el futuro de la Argentina” 
“Yo no tomo medidas que sean pan para hoy y hambre para mañana”. 
Doce meses después ocurrió la crisis económica más grave de la historia argentina. 
De todas maneras, la situación actual es distinta a la que había en 2001. La deuda en dólares de las familias, empresas y el sector público es comparativamente más baja. No está sucediendo un retiro masivo de depósitos que potencialmente haría quebrar el sistema bancario. Tampoco está vigente el corsé cambiario de la convertibilidad; parte del ajuste actual ya lo hizo el dólar. En el plano fiscal, si no llega a renovar ni una Lete, el Gobierno necesitaría sólo 7 mil millones de dólares para cumplir con sus obligaciones de los próximos dos años. Está la línea de crédito con el FMI y el Banco Central contabiliza 55 mil millones de dólares en sus reservas internacionales. 
Pese a estas diferencias, la semejanza en los anuncios mediáticos y la falta de rumbo de los planes de gobierno de Macri y De la Rúa son escalofriantes. 
Hasta la semana que viene, 
Bruno Perinelli 
Para CONTRAECONOMÍA

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