lunes, 25 de marzo de 2013

Pobreza, otro legado del populismo

Por Antonella S. Marty
Hoy día la pobreza se encuentra en medio de una lucha, por un lado la globalización que ha la disminuido extraordinariamente en distintos aspectos y espacios del mundo, y del otro lado se halla el populismo, movimiento que lucha por la pobreza, pero no para acabar con ella sino para continuar fomentándola. Es de saber que el populismo necesita de la misma ya que sin tal concepto, las frágiles bases teóricas en las que descansa se desmoronarían de inmediato.
Aquello que no aclaran los gobiernos populistas cuando fijan sus candidaturas y ofrecen dádivas de la mano de la “justicia social”, la redistribución de la riqueza, los subsidios y las asignaciones, es que detrás de aquella bandera que se levanta en nombre de los pobres existe la necesidad de que aquellos individuos continúen sometidos a la pobreza. El populismo no desconoce acerca de los incentivos personales, es por eso que hace todo lo que este a su alcance por eliminarlos y crear una dependencia “gobierno-ciudadano”.
Así y razonando con “lo que no se ve”, la propuesta del socialismo que azota a la región no es combatir la pobreza, sino todo lo opuesto: ofrecerla, aumentarla y extenderla.  
El foco principal debe apuntar hacia el crecimiento económico y el desarrollo, empero ¿de qué manera se alcanza el crecimiento cuando el gobierno populista en vez de generar un ambiente propicio para las relaciones y el intercambio voluntario entre individuos no hace más que generar clientelismo, odio, división, inflación, deuda, censura, corrupción e inseguridad?
Es aquí cuando nos encontramos con uno de los argumentos más utilizados por éste tipo de gobierno. Aquel que se basa en el “trabajo para todos” y la “reducción de la desocupación”. Existe cierta tendencia entre los políticos populistas a creer que la desocupación se combate con “empleos públicos” y no de la mano de inversiones privadas y apertura del mercado. He aquí un claro ejemplo:
Según un informe de la Fundación de Investigaciones Económicas de Latinoamérica (FIEL), desde el momento en que asumen los Kirchner en 2003 hasta el año 2011, en Argentina se redujo el desempleo en casi dos millones de personas. Muchos creerán que ésta es otra de las “maravillas del modelo”, pero no.  Nuevamente volvemos a “lo que no se ve”: el sector público argentino agregó aproximadamente un millón de nuevos trabajadores, esta cifra se resume en casi 300 empleados públicos nuevos por día. Durante la administración de Néstor Kirchner la cantidad de empleados públicos se resumía en 2,21 millones y luego, a finales de 2011 –ya durante la administración de Cristina Fernández de Kirchner- aquella suma había alcanzado los 3,13 millones.
De esta manera, la eliminación de la elevada cantidad de empleados públicos se vuelve una tarea fundamental, que por cierto, en el caso argentino no ha hecho mas que aumentar durante estas ultimas décadas.
Pero, ¿por que motivo es perjudicial el aumento desmedido y exagerado del empleo publico? La respuesta es simple, y se encuentra en algo que quizás muchos pasan por alto, pero a la vez toca el salario y el fruto del esfuerzo propio de una manera desorbitante: gasto publico más elevado desemboca –y eso sin mencionar la emisión monetaria excesiva del gobierno- en impuestos más elevados. En fin, los salarios de esta desmesurada cantidad de empleados públicos –por cierto, carentes de productividad- es financiada por los contribuyentes.
De esta forma, combatiendo la corrupción, el alto nivel inflacionario –que por cierto la Argentina posee una de las inflaciones mas elevadas de la región (25%) siendo la segunda después de Venezuela-, atacando la emisión monetaria, desprendiéndonos de una vez de todos aquellos controles incoherentes y descabellados que impone el gobierno -tales como el control de precios, el control cambiario y el control de la opinión pública-, abriendo paso a las decisiones libres e individuales de los millones de individuos que cooperan e intercambian bienes y servicios en el mercado, solo así se lograra transitar la senda del desarrollo y de la prosperidad, logrando combatir la pobreza y la terrible herencia que han dejado las políticas de carácter intervencionista en la región latinoamericana.
Fuente: El Instituto Independente

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