A juzgar por sus antecedentes, el papado de Francisco estará caracterizado por tiempos de cambios. Cambios categóricos que están ocurriendo a partir de su misma designación, seguramente porque la mayoría de los cardenales están persuadidos del giro que la realidad impone.
Por: Aldo Norberto Bonaveri
El mundo genera cambios a pasos agigantados; nuevos requerimientos de la humanidad, el avance tecnológico que genera innovaciones a velocidad inusitada; problemas de vieja data irresueltos que se mezclan con acontecimientos recientes, etc. Por si ello no fuera suficiente, la Iglesia Católica Apostólica Romana está inserta en una crisis profunda, en la que se entrelazan cuestiones de índole económica, política y moral.
La complejidad del entramado es tal, y lo que está en juego tanto, al punto que de la erradicación de algunos de esos problemas estriba la supervivencia de la Iglesia. Independientemente de la multiplicidad de asuntos que ameritan resolver; en la agenda de prioridades se destacan la necesidad de extirpar la corrupción financiera, minimizar las arraigadas pujas internas y, aniquilar cualquier vestigio de pedofilia (enquistada en ciertos prelados y sacerdotes).
El cardenal Bergoglio más de una vez le expresó a algunos de sus pares, que la corrupción debía ser extinguida de los palacios vaticanos. Tampoco tenía dudas que el IOR, el Banco Vaticano, tenía que ser sometido a una profunda operación de transparencia. Las sospechas de irregularidades no sólo les atañen a los cardenales italianos; la entidad es de la Iglesia y en consecuencia, cualquier desliz repercute directamente en toda la institución.
Más allá de los pormenorizados detalles que contiene el voluminoso informe, de 300 páginas, referido a los míseros manejos que sobrevienen en la curia vaticana, el que tres cardenales octogenarios le entregaron a Benedicto XVI y cuyo contenido apresuró su renuncia; Francisco aún desconociendo entretelones y minucias, es consciente de la gravedad que el dossier evidencia.
Frente a tan complejo escenario el nuevo papa tiene frente así un desafío gigantesco. La ímproba tarea que le aguarda requiere de un liderazgo superlativo. A juzgar por sus antecedentes, el papado de Francisco estará caracterizado por tiempos de cambios. Cambios categóricos que están ocurriendo a partir de su misma designación, seguramente porque la mayoría de los cardenales están persuadidos del giro que la realidad impone. En virtud de ello llega al trono de Pedro el primer jesuita, rompe la exclusividad de pontífices europeos y de gran supremacía italiana.
La dimensión del cambio es extraordinaria; si bien es apresurado hacer pronósticos, lo cierto es que los primeros movimientos de Francisco han entusiasmado a la feligresía católica, inclusive generado cierta expectativa en muchos que no profesan esa religión. La humildad y sencillez a la que estaban acostumbrados a ver en el los vecinos de Buenos Aires, se está expandiendo por un mundo ávido de personalidades sencillas que prediquen con el ejemplo. El nuevo pontífice ha comenzado a escribir un nuevo capítulo en la historia de la humanidad, merced a personalidad, gesto y proceder está cautivando a cientos de millones que terrestres que tan asombrados como esperanzados observan su desenvolvimiento. Por lo apreciado, se está instalando en el imaginario colectivo que estamos en presencia de un papa distinto, mucho más innovador y próximo que lo que haría suponer sus 76 años.
Su trayectoria como cardenal primado de Argentina, da cuenta de un perfil que se asemeja mucho a lo que la Iglesia necesita en el crucial momento que atraviesa. Poseedor de una gran vocación de servicio y encomiable capacidad de trabajo; los documentos de su autoría revelan atributos de estadista y elevado coeficiente intelectual. El nuevo pontífice ha dado muestras de no escatimarle al esfuerzo, ser portador de convicciones muy firmes, pero al mismo tiempo se destaca por ser sereno y reflexivo. Bergoglio nos es hombre de claudicar de sus ideales, más siempre los defendió con el diálogo soslayando la confrontación. Una intachable hoja de vida hace alentar esperanzas que manejará el bisturí “con mano férrea y guantes de seda”.
Argentina saluda alborozada la entronización de Jorge Mario Bergoglio como nuevo jefe de la Iglesia, no obstante la elección cayó como un baldazo de agua fría en el corazón del kirchnerismo. Algunos acólitos incondicionales como el periodista Horacio Verbitsky, otrora soporte intelectual de la agrupación terrorista montoneros; el relator deportivo, conductor radial y converso Víctor Hugo Morales y, el pseudo dirigente social Luís D’elia, panegirista del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, oficiaron como “adelantados de una fuerza de choque”. Los aludidos, a los que se sumaron periodistas militantes de la Televisión Pública, pretendieron manchar la límpida imagen del Papa, endilgándole supuestas vinculaciones con la dictadura militar que detentó el poder entre 1976 y 1983..
Los infundios no causaron efecto en la sociedad, referentes incuestionables de los derechos humanos salieron a respaldar a Bergoglio. En tal sentido, resultaron contundente las apreciaciones vertidas por: Alicia Oliveira, ex jueza exonerada por la dictadura, reconocida militante histórica de los DDHH y ex defensora del pueblo, quien por el contrario, aseveró que el entonces sacerdote Jorge Mario Bergoglio intervino para salvarles la vida, expresando textualmente: “Yo puedo dar fe de que él estuvo siempre a favor de los más necesitados, durante la dictadura no estaba a favor de todo eso, inclusive ayudó a mucha gente a salir del país, que se diga eso de él es una infamia”.
Graciela Fernández Meijide, tomó gran notoriedad como militante por los derechos humanos durante el Terrorismo de Estado, cuando su hijo, un estudiante de 17 años desapareció en una operación gubernamental clandestina. Además integró la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas “CONADEP” a partir de 1983, organismo que receptaba todas las denuncias sobre las atrocidades incurridas por la sangrienta dictadura. Quien después fuera una de los fundadores del Frente País Solidario “FREPASO”, da cuenta que ninguna denuncia ni referencia se receptó sobre el ilustre clérigo.
También descartan la falsa imputación Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, y el teólogo tercermundista brasilero Leonardo Boff, entre tantos otros que testimoniaron a favor de lo actuado por Bergoglio en aquel tiempo luctuoso de nuestra história.
Cristina Fernández nunca compatibilizó con el cardenal Bergoglio, ni siquiera asistió a los solemnes tedeums tradicionales de las fechas patrias. La presidenta de la Nación no se caracteriza por tolerar las críticas, en consecuencia tomaba distancia de las homilías de prelado, quien muchas veces y en distintos Gobiernos, solía expresar su disgusto con el clientelismo, las prácticas demagógicas y políticas sociales erráticas encarnadas por la dirigencia nacional.
Una vez proclamado Francisco, en su primer discurso la presidenta hizo una tibia referencia, que demostraba el poco interés que le deparaba la consagración del ex Presidente de la Conferencia Episcopal, a quien ella había hecho caso omiso a 14 pedidos de audiencia formalmente presentadas.
Claro está que Francisco tiene una concepción distitna de la autoridad y profesa otros valores, ello quedó plenamente demostrado un día antes de inaugurar su pontificado, concediéndole la primera audiencia, almorzando y compartiendo dos horas de su cargada agenda. Ante tanta magnanimidad Cristina Fernández no pudo menos que tener como nunca antes, elogios para su encumbrado compatriota. El ejemplo brindado es muy grande, ojala su interlocutora aprenda la lección, atemperando la soberbia y bajando el grado de crispación que le identifican.
La gran mayoría de los argentinos nos sentimos orgullosos que la más alta dignidad eclesiástica haya recaído en un connacional ilustre, también se sienten complacidos y representados nuestros hermanos latinoamericanos. Seguramente nuevas oportunidades se presentarán para la región, no por intervención del Santo Padre que tiene la responsabilidad de regir los destinos de la Iglesia en todo el planeta y, sin favoritismos. Pero el cambio de escenario ya es notorio, el mundo empieza a mirar al Nuevo Mundo con otros ojos. La influencia es contagiosa, ello quedó patentizado con el papado de Juan Pablo II, lo que le significó a Europa del Este en general y a Polonia en particular, alcanzar un reposicionamiento que modificó la historia de esos países.
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