Por Enrique Guillermo Avogadro
“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”. José de San Martín
A la luz de los hechos producidos en Rio de Janeiro por S.S. Francisco, que tanto han impactado en el mundo entero y, en especial, en su patria de nacimiento, sobre los cuales mucho se ha escrito y dicho (lo mejor, sin dudas, fue la columna de hoy en Perfil, firmada por Alfredo Leuco), sólo cabe, a quienes contamos ya demasiadas primaveras, el recuerdo de otro acontecimiento religioso que, décadas atrás, fue una bisagra en la historia de la Argentina.
La Presidente, para permitirnos reflexionar acerca de cuánta razón tenía el General San Martín, no pudo menos que comparar al Papa con don Néstor (q.e.p.d.), olvidando cuántos billetes, todos ellos manchados en la sangre de los muertos de Once y Castelar, en el hambre de los niños y de las comunidades más pobres del Norte y en las míseras chabolas que rodean a nuestras ciudades, tienen las bóvedas de Santa Cruz.
Mientras esa luz de esperanza se irradiaba desde Brasil, aquí las barrabasadas del cristinismo hicieron la vida imposible a los porteños, que debieron sufrir un infernal caos producido por la protesta de ciento cincuenta individuos que no encontraron nada mejor, pese a tratarse de empleados municipales de la Provincia de Buenos Aires, que cortar completamente la Avda. 9 de Julio. Los habitantes de Villa Urquiza, por su parte, no pudieron recibir los beneficios de la prolongación del subterráneo hasta su barrio por “disconformidad” de los metrodelegados kirchneristas.
El otro hecho significativo aquí fue el fracaso legislativo de la pretensión presidencial de encumbrar al cargo más alto del escalafón militar al General César Milani, ahora empujado por el CELS y el Perro Verbitsky al mundo de los jueces corruptos y prevaricadores que mantienen en las cárceles a 1200 imputados –muchos de ellos sin sentencia- por acontecimientos ocurridos hace casi cuarenta años y cuyo promedio de edad es de 77 años, amén de los más de doscientos muertos en cautiverio por las sevicias aplicadas y por la falta de atención médica. Baste recordar, a modo de ejemplo, el caso del Almirante Antonio Vañek, que la semana próxima cumplirá 89 años, a quien, después de soportar quince años de prisión domiciliaria, se ha encerrado en estos días en el penal de Marcos Paz.
Si pensamos en la curiosidad que representa la eximición de prisión concedida por la Sala de Feria de la Cámara Federal de Apelaciones, cuando es de Perogrullo que existe peligro de fuga –¡estuvo prófugo una semana!-, alteró y sustrajo pruebas –también está procesado por ello- y puede poner en riesgo las investigaciones, por su amistad con el poder, resultará interesante ver qué rasero usarán los magistrados cuando, más temprano que tarde, el Espión se vea ante sus estrados.
Dejemos ahora de lado la actualidad y tratemos de pensar en el futuro, ése que heredará el próximo ocupante de la Casa Rosada; doña Cristina, y su antecesor, dejarán problemas de tal magnitud que pondrán en serio riesgo nuestra existencia misma como nación independiente.
La sideral dependencia argentina de las importaciones de combustibles, que este año alcanzarán a los US$ 13.000 millones, y que se incrementarán acumulativamente a razón de US$ 3.000 millones anuales por los próximos diez años, será la principal preocupación. Hoy, se recurre a la generación de agrodólares y a las reservas del Banco Central para pagarlas, pero ambas fuentes de divisas se encuentran en franca declinación, y nadie ha dicho cómo piensa enfrentar el problema en caso de resultar electo.
Por su parte, la ideologizada guerra contra el campo, que ha producido la virtual desaparición de la carne argentina de los mercados mundiales, a punto tal que ni siquiera se puede cumplir con la cuota Hilton (la frutilla de ese postre), y del trigo, por la incapacidad de atender a la demanda interna, tiene otros factores que complican el futuro inmediato.
La demarcación del dólar oficial (utilizado para las transacciones de los exportadores) respecto del blue (indispensable a la hora de importar insumos agrícolas), y el incremento de los fletes, producto tanto de la monstruosa obsolescencia de la infraestructura vial y ferroviaria como de los aumentos en el precio del gasoil importado, están achicando esas nuevas fronteras, y condenan a las economías regionales, que con tanto esfuerzo habían encontrado nichos externos para sus productos, a la muerte por inanición.
El aislamiento internacional de la Argentina, generada por la falta de cumplimiento de sus compromisos financieros (CIADE y Club de París), de la falsificación de las estadísticas públicas y de la inexistencia de seguridad jurídica (“un concepto horroroso”, dijo Kiciloff), tampoco permitirán al nuevo mandatario –quien quiera que sea- acceder a los mercados de crédito en forma inmediata, además de haberse comenzado a encarecer el dinero antes fácil y barato que tanto benefició a los demás países de la región; sin esa financiación, dada la carencia de ahorro interno, resultará harto difícil poner al día la infraestructura nacional –vial, ferroviaria, portuaria y de comunicaciones-, que se está cayendo a pedazos.
Desarmar la maraña infernal de subsidios de todo tipo que esta “década ganada” ha creado requerirá, ahora sí, de una sintonía fina y, casi, de una cirugía microscópica, ya que existen hoy miles de compatriotas que los necesitan para no sucumbir. Respecto a los planes del tipo “Trabajar”, tal vez la solución pase por transformarlos en contribuciones temporales a su salario. Los demás subsidios –electricidad, gas, transporte- deben dejar de ser universales y mantenerse sólo para aquellas personas que acrediten su necesidad.
El descarado saqueo a todas las cajas del Estado, incluidos los bonos en moneda extranjera, sumado a la indiscriminada jubilación de tantas personas que nunca habían aportado, llevará a mediano plazo al colapso del sistema previsional; evitarlo, en medio de la situación descripta más arriba, requerirá de mucha imaginación. Mientras tanto, en materia de asignaciones familiares, deberían recrearse las cajas compensatorias que, gobernadas por empresarios y trabajadores, funcionaron con tanto éxito hasta la década de los 90’s y que fueron inexplicablemente disueltas por Carlos Menem.
Una parte significativa del campo minado que la Presidente dejará a su sucesor está constituido por el narcotráfico, ignorado por el Gobierno y sus personeros de un modo tal que se los puede considerar cómplices. En este tema, tampoco hay mucho que inventar, ya que existen experiencias en el mundo que pueden ser traspoladas sin más a la Argentina.
La educación que, pese a la mayor asignación de fondos en los presupuestos nacionales y provinciales, cada vez empeora en nuestro país, deberá ser un asunto prioritario para la futura administración, ya que está condenando a generaciones enteras a escasas posibilidades de inserción en los mercados laborales, amén de carecer de imprescindibles graduados en profesiones que el país indispensablemente necesita. Contamos con los suficientes expertos –Guadagni, Llach, etc.- como para encarar las reformas necesarias, que deberán incluir la recuperación del principio de autoridad de los educadores, la permanente evaluación de éstos y de los establecimientos educativos y, como digo, la priorización y el fomento de las profesiones que la Argentina necesitará para su crecimiento y desarrollo.
Pero, sobre todo y como nos pidió el Papa a todos nosotros, debemos convertirnos en activos militantes de la paz y la concordia, de la justicia y de la reconciliación, parte de lo cual pasa, sin dudas, por el respeto irrestricto a la Constitución Nacional, ese indispensable pacto que hemos firmado como manual de convivencia cívica, pero que tanto ignoramos y mancillamos.
Sólo la esclavitud ante la ley nos hará verdaderamente libres, y el 8 de agosto debemos salir a pregonarlo así en todas las calles y plazas de la Argentina.
Bs.As., 28 Jul 13
ENVIADO POR SU AUTOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario