lunes, 19 de agosto de 2013

Mal de “encubris”

Por José Benegas(*)
Produjo un enorme impacto la descripción de Nelson Castro sobre la situación emocional de la presidente como “síndrome de hubris”. La psiquiatría tiende a clasificar conductas disvaliosas, etiquetarlas y después confundirlas con causas, como se encargó de remarcar tantas veces el médico psiquiatra Thomas Szasz. Los problemas morales y hasta políticos pueden ser catalogados de locura y después llevar el viejo problema del poder y su abuso al terreno médico. Como para mayor confusión también está la droga que puede dormir a un megalómano y hacerlo inofensivo durante el sueño, es fácil caer en el error de que ese remedio es la prueba ya irrefutable de que el problema moral tiene existencia fisiológica.
Toda manifestación de incorrección en un sistema cómplice como es la generalidad de la sociedad argentina agobiada por la autocensura es positiva. El lenguaje directo y al grano utilizado por Nelson Castro es un baño de aire fresco, aunque lo único que hizo fue dar la información de que así era como veían el problema los responsables de la salud de la presidente. La señora Kirchner tiene todas esas catorce conductas que se catalogaron de síntomas, pero la explicación no se agota en su propia irracionalidad, sino en la irracionalidad general de todo un sistema que la creó, prohijó, encumbró, trató entre algodones y en un único acto la deslegitimó. La construcción de una realidad paralela mencionada explícitamente como “relato”, como si se tratara de un recurso político normal, comenzó el 25 de mayo de 2003 cuando un país desesperado y frustrado estaba listo para recibir la oferta de romper la ley como un “estilo”. Un país con el Mal de Hubris al revés si se quiere.
Ese día un proyecto de poder se encerró en un frasco, eliminó la comunicación exterior, dejó sin efecto reuniones de gabinete, conferencias de prensa, auditorías e interpretó que la institución Corte Suprema de justicia era una facción opuesta a las bases de la salvación nacional, pactó con los grandes medios el silencio y estos en el medio de la crisis contribuyeron a la formación de un frasco gigante que protegiera al poder de la molesta realidad. Encima no era nada nuevo. Se repetía el esquema ya ensayado de “locura” en la Provincia de Santa Cruz.
Del 2003 al 2008, cuando la señora ya había sido encumbrada sin haber dicho palabra alguna durante la campaña de 2007 y sólo contestando alguna pregunta de periodistas extranjeros en sus giras (recordemos que los periodistas locales ni siquiera eran invitados a participar de las conferencias de prensa en el exterior), se instaló un oscurantismo con pocas y tardías resistencias. Durante el primer año de gobierno no se puede encontrar siquiera la crítica de quienes después se convirtieron en los principales objetores del “relato”.
Alguien que se cree Napoleón puede ser visto como que tiene un problema. Pero imaginemos un país entero diciéndole que si lo es, que es “lo más grande que hay”, un “genio”, un super “cuadro”, a pesar de que con la realidad no confronta nunca, se rodea de adulones y soborna todo tipo de opiniones. Imaginemos un país donde los pocos que dicen lo que está pasando no trascienden y los únicos a los que algunos escuchan en un período tardío son a los que son expulsados del cuarto del pretendido Napoleón donde hasta el día anterior le daban información sobre Josefina. Que los expulsados solo miran la realidad una vez que no reciben ninguna contraprestación por ignorarla. ¿Entonces tiene acaso nuestro loco un problema diferente al del sistema que lo alimenta y al final cuando no queda un solo sandwichito de miga en la mesa del te, lo execra con una camisa de fuerza?
“Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón” ¿Cuándo las cosas fueron diferentes?
La señora no es un dechado de racionalidad, pero ¿ahora? ¿Sus bufones también tienen algún síndrome? ¿Y los que toman en serio los disparates que el poder emite qué tipo de enfermedad tienen? ¿Y los que creen que cuando la Constitución es puesta de adorno porque el estado entero es manejado como un patrimonio personal, la prioridad es demostrar buena educación y repetir todos como loros que lo importante es asegurar la continuidad de la arbitrariedad? ¿Cuál es la pastilla para terminar con todo eso?
¿Cuántos le han mentido a los que mienten diciéndoles que tienían razón? A veces en nombre de cosas como “responsabilidad”, “diálogo” y “mirar al futuro”.
Nuestro manicomio es grande, no cabe en una bóveda.

(*) http://josebenegas.com/ Es un abogadoensayista y periodista especializado en temas filosófico políticos, institucionales y económicos. Nacido en Buenos Aires, se graduó en la Universidad de Buenos Aires en 1987 y obtuvo una maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE con diploma de honor en el 2005
PUBLICADO CON LA AUTORIZACION DE SU AUTOR

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