sábado, 27 de agosto de 2016

Argentina y Apocalypto

Anibal Hardy*
Resultado de imagen para anibal hardyQuienes han visto la excelente cinta de ficción “Apocalypto”, han podido contemplar la idea de lo que eran las religiones de terror bajo las cuales vivió la humanidad hasta el advenimiento a estas tierras del cristianismo y la opresión con que esos monstruosos delirios de la imaginación anonadaron a los espíritus. Cuando uno piensa que hubo pueblos que llegaron a ofrecer a jóvenes y vírgenes en sacrificio a los dioses, arrancándoles el corazón con sus cuchillos de piedra puede que hasta nos avergoncemos de pertenecer a la especie humana, como posteriormente ha ocurrido con las barbaries del nacionalsocialismo, del comunismo y de otros regímenes similares.
Se ha dicho que el hombre es el más miedoso de los seres, que nace lleno de miedo y vive preso de sus terrores. También se ha expresado que las grandes religiones como el judaísmo, el cristianismo e islamismo, han limpiado del mundo antiguo una multitud de dioses malignos, reemplazándolos por un Dios único que no es, como los dioses del politeísmo, la cristalización de un miedo: en lugar de atormentar a los hombres, los ayuda. Es cierto y positivo que el Dios y Padre de la Biblia ha desembarazado a una parte de la humanidad de un gran número de terrores imaginarios y ha acrecentado el valor del hombre, de lo cual han surgido la mayoría de los progresos de los pueblos alcanzados por tan gran beneficio.
Por otra parte, es incuestionable que el poder es casi siempre ejercido por una minoría organizada, es decir, está en manos de individuos o de pequeños grupos, y cuando el poder se impone por la violencia, muchas veces hasta disfrazado en forma ingeniosa y sutil, atemoriza a los individuos.
También es bueno recordar que el poder violento teme a los miembros de la comunidad, dado que el arrebato o la intimidación injusta no puede estar nunca seguro de imponer la obediencia: también puede provocar la rebelión, siendo ésta la razón por la cual si la rudeza provoca el miedo también lo siente siempre.
El conjuro de ese miedo misterioso y recíproco que surge siempre entre el poder y sus súbditos radica en los principios de legitimidad, que pueden ser de origen y de ejercicio. Cuando quienes ejercen el poder son consentidos mayoritariamente por la comunidad y gobiernan en orden al bien común, lo humanizan y sosiegan, es porque ello está de conformidad con su naturaleza, en el sentido de ser razonable y justo, y lo liberan de sus miedos. Toda renovación auténticamente democrática que, conjuntamente con el ejercicio de la autoridad en orden al bien común, hacen que las relaciones entre el poder y sus súbditos sean mucho más fáciles, cómodas, seguras y exentas de pavores.
La Declaración de Independencia redactada por Franklin, Jefferson y Adams, publicada el 4 de julio de 1776, con mucha sabiduría dice: “Consideramos como incontestables y evidentes las verdades siguientes: que todos los hombres han sido creados iguales y que han sido dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables; que entre esos derechos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar esos derechos han sido establecidos entre los hombres los gobiernos, que obtienen su justa autoridad del consentimiento de aquellos que son gobernados; que, cuando un gobierno no tiende hacia esos fines, el pueblo tiene el derecho de cambiarlo y abolirlo y establecer uno nuevo, fundado en los principios que considere más convenientes para su seguridad y felicidad…”
A la situación actual de Argentina es aplicable esta Declaración, ya que es el ejemplo de un mandatario aferrándose al poder contra la voluntad mayoritaria de su pueblo como fue el malsano modelo Kirchnerista. La crisis económica, social y corrupción, con niveles de pobreza extrema y falta de libertades ciudadanas fue la excelente oportunidad para que el mismo pueblo promueva un cambio.
*Abogado - Desde Formosa- 

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