miércoles, 3 de agosto de 2016

Lázaro Báez: El chivo expiatorio

Por Anibal Hardy
Lázaro Báez desde el penal de Ezeiza, manifestó: "Cristina me uso de forro, el empresario K ratificó que existía un "club de la obra pública"…"Acá se limpiaron todos el traste conmigo".
Siguiendo la antigua tradición judía, el caso de Lázaro Báez debería figurar como el chivo expiatorio argentino o el caso nacional de la hipocresía.
Cuentan, que el pueblo de Israel tenía por ritual el sacrificar dos chivos cada tanto. Uno era ofrendado a Yahvé; el otro, en cambio, cargado simbólicamente con todas las culpas del pueblo judío, era insultado, apedreado y abandonado en el desierto a su suerte y a la del demonio Azazel. Dicha práctica colectiva supuestamente purificaba a la sociedad toda por los actos deshonrosos cometidos en su seno por los individuos. Así, a través de este sencillo y económico acto, el chivo expiaba de culpas a los hombres restituyéndoles, mágicamente, la autoridad moral propia de la conciencia transparente que no tendrá nada de qué reprocharse. Como el chivo hacía bien su trabajo, era conveniente, siempre, tener a mano por lo menos uno. Aunque es muy difícil probarlo, es casi seguro que los más entusiastas profesantes de este ritual no eran, precisamente, los que cargaban con menos culpas sino, más bien, los que “debían a cada santo una vela”.
El tiempo demostró que durante el período kirchnerista, la corrupción dejó de ser una suma de hechos patológicos y aislados para convertirse en la razón última de un programa de gobierno. Hubo valijas, bolsos, sobreprecios y retornos, la manipulación de permisos, subsidios, excepciones y concesiones. Sin ningún pudor y confirmando la promesa de "ir por todo", el kirchnerismo sometió el aparato estatal al plan de apoderarse de lo colectivo mediante esquemas complejos, aunque torpes, basados en la confianza que otorga la impunidad. Sociedades y prestanombres para quedarse con la impresión de moneda; normas ad hoc para emular a Las Vegas en el Hipódromo de Palermo; licitaciones amañadas para los socios del poder; fideicomisos y universidades para contratar por fuera de la normativa legal; habitaciones sin pasajeros para derivar fondos espurios a los hoteles familiares.
Fue muy obvio el apetito kirchnerista por convertir cada acto del Estado en una oportunidad de negocio, como el manejo de medios, falsificación de datos, remoción de funcionarios, esterilización de órganos de control, manipulación del Ministerio Fiscal y gradual cooptación de la Justicia. Detrás de cada apropiación privada de una porción de lo público existe un acto estatal desviado, una ley indebida, un decreto torcido, una resolución mentirosa, una auditoría evitada, un dictamen soslayado, una denuncia archivada, una foliatura alterada, un expediente extraviado y otro mal reconstruido. El único objetivo ha sido ganar poder para ocupar todos los ámbitos del Estado, asegurándose así que nadie vea, nadie escuche, nadie cuente y nadie juzgue cómo se divide, cómo se reparte y cómo se apoderaban de lo colectivo
El pueblo argentino ya erradicó ese latrocinio que se había enquistado en el poder. El caso Báez sigue todavía en una gran la nebulosa… pero algo es seguro: la crisis moral y económica que padecen los argentinos no se resolverá insultando y apedreando solo a los chivos expiatorios, ya que el pobre animal, es el único que asume la culpa, más no el único culpable…
* Abogado - Desde Formosa-
ENVIADO POR SU AUTOR

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