lunes, 29 de agosto de 2016

Socialismo, planificación e intervencionismo

Por Gabriel Boragina
COLUMNISTA

El socialismo es un concepto que suele aparecer disfrazado bajo otros que -explícita o implícitamente- terminan identificándose con aquel. Pero existen más confusiones adicionales, de las cuales la más notable es la de la fusión bajo la misma noción de medios y fines que hacen al socialismo.
"Esta confusión concierne nada menos que al propio concepto de socialismo. Puede éste tan sólo significar, y a menudo se usa para describir, los ideales de justicia social, mayor igualdad y seguridad, que son los fines últimos del socialismo. Pero significa también el método particular por el que la mayoría de los socialistas espera alcanzar estos fines, y que muchas personas idóneas consideran como el único método por el que pueden plena y prontamente lograrse. En este sentido, socialismo significa abolición de la empresa privada y de la propiedad privada de los medios de producción y creación de un sistema de «economía planificada», en el cual el empresario que actúa en busca de un beneficio es reemplazado por un organismo central de planificación"[1]
Lo que implica que bajo un mismo vocablo (socialismo) se están designando cosas diferentes, las que -a su turno- involucran tanto los objetivos últimos del socialismo como los mecanismos empleados para alcanzar dichas metas. Si bien en la actualidad hay numerosas personas que ven con simpatía la consecución de tales propósitos empleando idénticos medios pero que se rehúsan a sí mismas a tildarse como socialistas, lo cierto es que ello puede ocurrir ya sea porque tales individuos desconozcan en realidad cual es el significado correcto del vocablo socialismo, o bien que, conociéndolo, tratan de infiltrarse en las filas de los partidarios de la libertad para desmoralizarlos, ya sea por vía de una deliberada confusión de términos y conceptos, o bien con el ánimo de convencerlos de su doctrina. Mucho se ha escrito, explicado y demostrado históricamente respecto de la imposibilidad de alcanzar aquellas intenciones con esos métodos. La abolición de la empresa y propiedad privada y los sistemas de economía planificada que se han ensayado y se siguen practicando en el mundo, lejos de alcanzar algún grado de seguridad, igualdad o "justicia social", han tenido como resultado exactamente sus opuestos : inseguridad, desigualdad e injusticia.
"Esto bastaría para crear confusión. Mas la confusión ha aumentado todavía por la práctica común de negar que quienes rechazan los medios aprecian los fines. Pero no es esto todo. Se complica más la situación por el hecho de valer los mismos medios, la «planificación económica», que es el principal instrumento de la reforma socialista, para otras muchas finalidades. Tenemos que centralizar la dirección de la actividad económica si deseamos conformar la distribución de la renta a las ideas actuales sobre la justicia social. Propugnan la «planificación», por consiguiente, todos aquellos que demandan que la «producción para el uso~ sustituya a la producción para el beneficio. Pero esta planificación no es menos indispensable si la distribución de la renta ha de regularse de una manera que tengamos por opuesta a la Justa. Si deseamos que la mayor parte de las cosas buenas de este mundo vaya a manos de alguna élite racial, el hombre nórdico o los miembros de un partido o una aristocracia, los métodos que habríamos de emplear son los mismos que asegurarían una distribución igualitaria."[2]
No es necesario ser demasiado despierto para darse cuenta que lo que se describe en la cita anterior es un proceso que termina desembocando en un estado totalitario. Paradójicamente, los mismos medios señalados, los socialistas los indican como apropiados, tanto para lograr una mayor igualdad como cuando se proponen lo contrario, es decir, cuando bajo su concepto de "justicia social" los que deben beneficiarse son un grupo determinado ("alguna élite racial, el hombre nórdico o los miembros de un partido o una aristocracia"). De tal suerte, la «planificación económica» (que es el método por excelencia que busca imponer el socialismo) era apoyada, tanto por los nazis, como por los fascistas, comunistas, etc. siendo que estas sectas tenían destinatarios finales diferentes entre ellas. Pero incluso tal planificación es propugnada, además, por partidos que se consideran tanto a sí mismos como por sus simpatizantes como "moderados", franja en la que se engloban la mayoría de los partidos políticos que dicen ser de tendencia socialdemócrata.
En definitiva, abundan las corrientes de pensamiento que adoptan las recetas socialistas inclusive en buena parte de los casos- sin saber a ciencia cierta de donde provienen estas. Es así que, es frecuente toparse con personas que no dudan en recomendar la intervención del gobierno en múltiples campos, que van desde el laboral pasando por el comercial y hasta el empresarial, sugiriendo que esta sería la "única manera" de lograr un equilibro entre "fuerzas" que están en pugna y en desigualdad de condiciones. Cuando se les observa que ese modo de pensar es típicamente socialista, se sorprenden como primera reacción, y como segunda lo niegan enfáticamente, con lo que evidencian su más completo desconocimiento del socialismo, al que adhieren sin saberlo y, posiblemente, a su pesar.
No obstante, el intervencionismo es una forma menor de planificación, que se distingue del socialismo y del comunismo por ser un tipo de planificación algo más descentralizada, y un poco menos coercitiva, si bien mantiene en común con estos el hecho de que el que debe planificar es siempre el gobierno, o alguno de sus departamentos. Además, es un tipo de planificación que -en principio- no llega a todos los sectores de la economía, pero, como Ludwig von Mises ha expuesto irrefutablemente, una vez que comienza el proceso intervencionista este se torna indetenible y, de persistir por ese mismo camino, se arribará a un punto donde toda la economía terminará siendo planificada, ya sea centralizada o descentralizadamente. Lo que significa que el espíritu del intervencionismo es, por supuesto, socialista, y también es, lamentablemente, el que inspira la mayoría de los sistemas políticos del mundo actual.
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[1] Friedrich A. von Hayek, Camino de servidumbre. Alianza Editorial. España. pág. 62
[2] F. A. v. Hayek. Camino....ob. cit. pág. 63

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