Por Arturo Navaro, Consultor Agropecuario.
Están culminando las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación sin haber avanzado aun en políticas de estado que necesita urgente el sector agropecuario para poder aportarle al país mayores producciones.
Esto no es tema privativo del oficialismo o de la oposición. Tampoco es un tema ideológico del sector agropecuario exclusivamente. Son temas de sentido común sobre políticas de Estado que necesita el país para terminar con las restricciones para el aumento de las producciones y sus transformaciones en alimentos para exportar y, de esa forma, asegurar mejor el abastecimiento al mercado interno a precios compatibles con el mundo.
Entre las mismas quiero referirme en esta columna a la política de Estado para incentivar el uso de fertilizantes en las producciones agrícolas.
Una mayor producción por hectárea se lograría con incentivo al mayor uso de fertilizantes en un año “Niño”, como la campaña que está transcurriendo, ante la falta de rentabilidad en algunas producciones, especialmente en las zonas alejadas de los puertos.
En nuestro país, el balance final de los nutrientes en el suelo después de cada cultivo es siempre negativo. Concretamente, el promedio de uso de fertilizantes cubre solamente el 35% de lo que extraen los cultivos, según datos del INTA. Por tal motivo hay que aumentar los usos de nutrientes para compensar dichos faltantes y poder crecer con mayores producciones, con incentivos fiscales para quienes desarrollan buenas prácticas agrícolas y planificadas a varios años.
Para que se pueda dimensionar la extracción que hacen los cultivos y refiriéndome, mediante un paralelismo, a quienes no conocen la actividad agropecuaria, ésto sería como si estuviéramos girando en descubierto en nuestras cuentas bancarias y reponemos solamente el 35% de lo que vamos girando todos los meses, hasta que un día el gerente de la sucursal nos informa que se terminó el crédito.
Esto es lo que va a pasar con la capacidad de producción de nuestras tierras si no cambiamos las políticas de apropiación de la renta del sector agropecuario por medio de la actual presión impositiva, que llega a 50%, más los derechos de exportación y las intervenciones en el mercado de trigo y maíz, que limitan el uso de fertilizantes por falta de rentabilidad.
El equilibrio de los nutrientes de los suelos es para la sustentabilidad del sistema productivo, como el equilibrio fiscal es imprescindible para mantener estable la economía del país. La única diferencia es que para recuperar la productividad de nuestros suelos vamos a precisar muchos años, mientras que para recuperar el equilibrio fiscal en algunos casos se hizo de un día para el otro con nueva devaluación de nuestra moneda.
Con las actuales políticas seguimos priorizando las necesidades fiscales sin que importen tanto la consolidación de un sistema de producción y la atención de la gran demanda de alimentos del futuro. Cuando la rentabilidad se achica por no usar todos los nutrientes necesarios, la producción no crece.
Cuando la rentabilidad no exista se agravará la situación, que se está reduciendo según las proyecciones para la próxima siembra 2012-2013, por la inflación en dólares, que deja un dólar efectivo más bajo que en los años de la convertibilidad, también por causa de los derechos de exportación y a pesar de los precios actuales más altos de los granos.
Esta situación se agrava en todas las zonas agropecuarias con menores capacidades productivas y que están más alejadas de los puertos de embarque de mercadería, porque la rentabilidad de los cultivos en las actuales condiciones les impide poder usar las nuevas tecnologías y los insumos necesarios. Justamente, las nuevas fronteras agrícolas son las que más necesitan contar con el agregado de estos nutrientes fundamentales para desarrollar un sistema productivo sustentable en el tiempo.
No es incompatible el funcionamiento de un sistema productivo moderno de alta producción con una buena rotación de cultivos y el cuidado del medio ambiente.
En la teoría moderna sobre el uso del fertilizante, el objeto principal son las necesidades del suelo y no del cultivo. Por eso, es fundamental que quienes exploten el predio sepan que cuando se aplica un nutriente, los resultados no son solamente para ese cultivo que se está por implantar, sino que hay un valor residual para el próximo, por lo cual quienes alquilan sus campos deben establecer en forma voluntaria mecanismos de arrendamiento a varios años, para potenciar las asociaciones en redes y los resultados promedio de todas las partes, con la aplicación de los nutrientes que necesitan los suelos.
Una política de incentivo a un mayor y mejor uso de fertilizantes debe ser una política de Estado, independientemente de que existan razonables retenciones a las exportaciones, porque es una necesidad que tiene la Argentina y el mundo de mantener la capacidad de producción de los suelos, al mismo tiempo que aumenta la producción de alimentos.
El crecimiento de la demanda mundial de alimentos a causa del mayor poder adquisitivo de algunas economías emergentes y por el aumento demográfico en los próximos años, solamente se va a poder atender aumentando la productividad por hectárea. La única forma de hacerlo es manteniendo los suelos fértiles, incentivando el uso de buenas prácticas agrícolas y la reposición de los nutrientes que necesitan los suelos.
Un política basada en este principio, más el uso eficiente del agua y el desarrollo de nuevos eventos biotecnológicos en las semillas, nos permitiría cumplir con las metas y desafíos que tiene nuestro país, para ser en los próximos años uno de los mayores proveedores mundiales de alimentos en forma sustentable.www.arturonavarro.com.ar
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