jueves, 4 de octubre de 2012

Por Alonso Núñez del Prado Simons

El cuarto poder
La libertad de expresión es uno de los pilares de la democracia y aunque de manera imperfecta colabora en la democratización
Desde los tiempos en que Edmund Burke en el siglo XVIII la bautizara como el ‘Cuarto poder’, la influencia de la prensa ha aumentado de manera geométrica y es perfectamente sostenible que se la considere como un poder del Estado.
La Asociación Civil Themis de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú organizó, con singular éxito, hace algún tiempo un seminario dedicado a este tema, en el que disertaron abogados, periodistas, comunicadores, etc., ilustrando a los asistentes sobre un tema que está en el candelero hace mucho tiempo.
Concuerdo con Raúl Ferrero en que el poder de los medios es muy grande y muchas veces mayor que los de algunos de los poderes del Estado reconocidos como tales por las leyes y la Constitución. Sin embargo, fue interesante que Guido Lombardi hiciera notar que él no percibió ese poder desde ‘dentro’, es decir mientras fue periodista. Tengo la impresión que esto se debe a que este ‘Cuarto Poder’ no está constituido como tal y, en consecuencia, no es orgánico en el sentido de que no trabaja concertadamente y con objetivos comunes, salvo tal vez cuando se trata de defender a miembros del gremio o a la libertad de expresión. En otras palabras, este ‘Cuarto poder’ tiene la ventaja de estar regulado por el mercado en el que se fiscalizan unos a otros y el poder de uno sólo no es tan grande. Ese es el principal argumento que sostiene la tesis de la autorregulación.
Tenemos que reconocer que los medios de información pueden tergiversar los hechos y las noticias de las formas más sutiles. Por ejemplo, no publicando alguna información o haciéndolo parcialmente, de tal manera que las cosas parezcan diferentes a lo que son. En cuanto a periodismo de opinión, también pueden publicar cierta línea de pensamiento, silenciando otra. Pueden, como se afirmó en el mencionado seminario, acusar, juzgar y condenar a alguien muchas veces de manera equivocada. La obligación de rectificar difícilmente repara el daño causado. He sido testigo de cómo a partir de los medios una persona honesta resultó ensuciada de tal manera que mucha gente se convenció de acusaciones que me consta que eran falsas. Pero también es cierto que el ‘Cuarto poder’ no puede hacer uso de la fuerza como los otros poderes. La pregunta en verdad es si la necesita.
En teoría todos estos problemas son compensados por la existencia de la competencia que permitirá que se publiquen desde todos los ángulos. Mas, ¿es esto verdad en los hechos? ¿No es más bien cierto que del árbol caído se hace leña y que hay mucha gente, en especial, las minorías, aunque también las grandes mayorías que no tienen acceso a los medios y que cuando lo consiguen se les publica parcialmente y de acuerdo a las conveniencias del momento o de la línea asumida? Hace la impresión que son muy pocos los que tratan de ser plurales y buscan la verdad.
Otro problema es la concentración de poder. Hay medios que por diferentes razones tienen más poder que otros y muchas veces pactan con el poder político o económico, ampliando sus capacidades y dejando poco o ningún espacio para réplicas u opiniones diferentes.
Pero los tiempos están cambiando y la Internet ha interferido en la estructura de las cosas y hoy la existencia de blogs y otras formas de divulgación de noticias y opinión, incluidas las redes sociales hacen pensar en una posible democratización. Sin embargo, es también cierto que las grandes empresas vinculadas a la red son las que tienen la sartén por el mango. Con todo, creo que ahora será más difícil manipular las opiniones, esconder los hechos o revelarlos parcialmente, porque esto será castigado por los propios usuarios y la subsistencia de quienes no sigan patrones de ética mínimos será casi imposible. Incluso el poder de la publicidad será minado por los ‘reportes de los usuarios’ que existen por doquier en la web.
A pesar de todo lo descrito, me temo que por ahora lo más saludable es la autorregulación, porque un ‘Estatuto de prensa’ o algo similar sería peor que la enfermedad. La libertad de expresión es uno de los pilares de la democracia y aunque de manera imperfecta colabora en la democratización. Creo que en lo que hay que trabajar es en evitar los monopolios y las concentraciones de poder.
Alonso Núñez del Prado Simons, Publicado en El Politico

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