martes, 3 de octubre de 2017

En Peronia gravamos al ahorro

Parecería que fue desmentido, pero todavía me guardo cierto atisbo de desconfianza. Después de todo, vivimos en Peronia.
La renta financiera ya está gravada para personas jurídicas, solamente son las personas físicas las que “todavía” no tributan. Gravar la renta que generan activos financieros argentinos no parecería ser la decisión más sabia para un país que estará obligado a recurrir a financiamiento externo por muchos años debido a un déficit fiscal abultado y preocupante.
Peronia: cruel y despiadada
Para un gobierno que tanto énfasis le da a las expectativas, este impuesto iría en sentido opuesto, dejando latente la siguiente pregunta: ¿si ahora venís con esto, por dónde me empomás mañana? Luego del blanqueo impositivo, mucho ahorrista se ha volcado al mercado local argentino generando una significativa suba en la demanda de productos locales de inversión. Gravar al retorno del pequeño ahorrista atentaría contra el incipiente proceso de crecimiento que estamos observando en el mercado de capitales local.
En Peronia, los políticos carecen de la capacidad intelectual suficiente para comprender que la renta que genera el ahorro constituye la retribución a un individuo que, por sacrificar su consumo presente, transfiere el fruto de su trabajo a un emprendedor que con dichos fondos invierte y genera nuevos puestos de trabajo. Claramente existe un círculo virtuoso entre ahorro e inversión y un impuesto a la renta financiera quebraría una relación que en la Argentina de hoy es muy débil.
Vengo escuchando a políticos que torpemente definen al proceso de ahorro como sinónimo de especulación, no comprendiendo cómo funciona y crece una economía normal. Ahorrar implica no consumir, entonces, la renta del ahorro es el premio a un individuo que decide posponer su consumo presente a cambio de un precio, la tasa de interés, y dicha postergación virtuosamente se convierte en inversión de otros, que, a su vez, generan empleo para un amplio sector de la economía.
No somos Peronia por causalidad. Este impuesto culminaría por reducir el nivel de ahorro privado, exacerbando el consumo presente, presionando la tasa de fondeo de inversiones locales, lastimando el proceso de inversión y dañando principalmente al sector Pyme, que no tiene la capacidad de fondearse en el exterior.
Parece que con el blanqueo del año pasado mucho argentino que antes vivía en negro ahora está atrapado en una jaula muy blanca, muy visible y sumamente tentadora para un estado hambriento que sólo sabe gastar de más y usurpar a los pocos argentinos que generan riqueza genuina.
El rebaño de ovejas que mantiene al estado bobo
En nuestro pintoresco país subsiste un pequeño rebaño de ovejas, que donan la mitad de su día laboral al descontrolado estado argentino. Claramente, esta ecuación ya no cierra más.
En Peronia, sus ovejas obedientes mantienen a una grotesca multitud de personajes que maman permanentemente de la caja del estado argentino. Nos obligan a mantener a un fisco tan voraz, uno que necesita succionarnos la yugular a fuerza de más impuestos sin hacer el menor esfuerzo para reducir la madre de todos los problemas: un desopilante nivel de gasto público.
En este contexto me pregunto a veces si en materia de impuestos el equivocado no seré yo. Si la presión fiscal que percibo no es sólo una construcción de mi crispida imaginación, una mera “sensación de presión tributaria”.
Parecería que la única imaginación que ofrece nuestra mediocre y lamentable clase política está puesta en la creación de nuevos tributos. Eso sí, para achicar el gasto, queda cantando el grillo en su soledad infinita.
El sólo hecho de pensar en introducir un impuesto a la renta financiera es un claro ejemplo de que el concepto de Peronia trasciende al peronismo; a pesar del “cambio” seguimos mostrando una infinita vocación a seguir siendo Peronia.
Doble tributación
Los países normales crecen de esta forma: ahorran, luego invierten, producen y, finalmente, consumen. El consumo de mañana es el premio al ahorro de hoy, como en la fábula de la cigarra y la hormiga.
En Peronia revertimos el proceso y así nos fue: un shock de gasto público estimula consumo efímero, rebotando a la economía a fuerza de esteroides y con dicho impulso, pretendemos seducir al ahorro externo para que venga e invierta.
Hace setenta años que pretendemos comenzar en consumo y terminar en ahorro, y queda claro que no ha funcionado, un siglo atrás pretendíamos compararnos con Europa, cuando hoy nos parecemos mucho más a África.
Además, el pequeño ahorrista argentino fue vapuleado sistemáticamente por las diversas crisis que padecimos desde la híper del 89 hasta el default del 2001; por lo tanto, Peronia siempre maltrató al pequeño ahorrista.
Supongamos que ganamos 100 pesos brutos en el mes, de los cuales 50 fueron confiscados por el estado. Supongamos que estos sobrevivientes 50 pesos se ahorran en una Lebac al 27%, generando a un año $ 13,50 adicionales. Bajo el impuesto a la renta financiera estos pesos podrían ser gravados al 35%, ocasionando una carga extra de $ 4,73. Por lo tanto, tus 100 pesos originales terminarían tributando un 55%, y no 50%.
Gravar al ahorro, por lo tanto, es como imponer dos veces un mismo tributo, “doble Nelson”.
Es una lástima que la gran mayoría de argentinos -incluido políticos- no comprenda el virtuoso y delicadísimo nexo entre ahorro, inversión y generación de empleo a largo plazo. La gran diferencia entre un shock de consumo y uno de inversión, es que este último a diferencia del primero, sienta las bases para la generación de empleo a largo plazo.
Las Pymes de este país en general deben recurrir al mercado local para financiarse, pero para ello, se hace necesario primero que los argentinos decidan ahorrar. Si este ahorro existe, el mercado de capitales se encarga de hacerle llegar los fondos al sector Pyme y de esta manera, el ahorro privado se convierte en inversión que, a su vez y entre otras externalidades positivas, genera empleo a largo plazo.
Crédito más caro
Me preocupa que el oficialismo –que, en “teoría”, representa al cambio- haya o esté pensando todavía en implementar una medida claramente peronista y, por lo tanto, ineficiente desde la óptica económica.
El impuesto a la renta financiera nació como una “brillante idea” del frente renovador, demostrándonos una vez más su inconfundible ADN peronista. Con las elecciones de octubre acercándose, ¿habrá pensado el oficialismo subirse a la falaz historia de la especulación para sumar votos?
Gravar la renta financiera generaría dos señales perversas. La primera incrementaría vía traslación del tributo el costo financiero a nivel local; si me creás un nuevo impuesto, como ahorrista, mi tasa de interés equilibrio será más alta, causando una suba en el costo de financiamiento Pyme. La segunda, dejaría al mercado local e internacional preguntándose: ¿y después con qué otro renovado impuesto intentarán fumarnos?. Ojalá que la desmentida sea cierta, y esta “brillante idea” digna de la Peronia en la que vivo, haya sido definitivamente descartada.
Saludos,
Sherman
Chief Strategist
Para CONTRAECONOMÍA

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