martes, 31 de octubre de 2017

Para cambiar primero hay que existir

La realidad política y económica que vive el país puede resumirse en dos argentinas: una muy política y sumamente prioritaria, de primer orden. Otra económica y muy distorsionada, relativamente postergada al segundo orden. 
Ambas Argentinas tienen urgencias y necesidades completamente distintas. Como condición de “primer orden”, la Argentina de hoy es una sin peronismo y eso en sí mismo es una noticia extraordinariamente positiva en el plano social, institucional y económico. Setenta años de decadencia nacional fácilmente avalan este postulado.
Desde el retorno a la democracia, el peronismo ha gobernado mayoritariamente y los resultados de su gestión están a la vista: pobreza en máximos, educación deficitaria, infraestructura colapsada, inflación crónica, atraso cambiario, reservas en baja, subdesarrollo generalizado, son algunos de los cuantiosos legados de un partido que -en vez de proteger a los pobres como aclama- ha sido una sistemática fábrica en la generación de los mismos.
Entonces, una Argentina sin peronismo en el gobierno es ya una realidad para celebrar estrepitosamente y los cambios favorables en la convivencia diaria hoy ya se perciben con claridad.
Macri es el primer presidente que se le planta al peronismo y lo combate con sus mismas armas, intentando “lo ex-ante imposible”: sobrevivir e incluso incrementar consenso tal como lo demuestran los resultados electorales recientes.
Esta es la estrategia dominante del oficialismo: para cambiar, primer hay que existir y tengo la sensación de que tendremos Cambiemos por un largo tiempo democrático. Lo celebro, pero a diferencia de mucho argentino miope y consumista, permito preocuparme.
Gangrena mental
En casi dos breves años, el presidente Macri y su equipo han podido re-oxigenar institucionalmente a un país éticamente quebrado y en estado de gangrena mental. Esto es sólo un incipiente inicio ante un camino infinitamente largo, complicado y lleno de distorsiones populistas.
La Argentina de hoy ya exhibe mejoras notables. Ya no padecemos de discursos mesiánicos, ya no somos sometidos a cadenas televisivas cotidianas, incomprensibles e interminables, ya no debemos enfrentar ataques anti-republicanos ni dictatoriales, tenemos un señor presidente que en vez de buscar la confrontación permanente intenta a su forma y estilo, un mensaje conciliador.
Cuando abrís el diario a la mañana, no te explota la cabeza con una bomba como solía ocurrir en el otrora y oscuro pasado K. Lentamente Argentina se recupera de su principal cepo, el mental. Se integra como puede al mundo y gracias a la impecable gestión del Banco Central, nos hemos encauzado hacia un sendero inflacionario mucho más controlado.
Probablemente, el presidente Macri intenta reconvertir al Principado de Peronia en la República Argentina, aquélla que alguna vez se ubicaba entre las principales naciones del mundo. Como condición esencial en esta Argentina de “primer orden” se hace indispensable que el peronismo no vuelva a tomar la administración del país y el oficialismo a eso lo tiene muy en claro.
La no existencia de peronismo en el poder es per sé una inexcusable condición y esa es la razón por la cual los mercados financieros siguen siendo amigables con un país que enfrenta un equilibrio general todavía, muy lleno de dudas.
Preocupación
Precisamente, estas dudas, se relacionan con la “Argentina de segundo orden”. Intentar transformarnos desde Peronia a una república serie y razonable nuevamente, frente a una sociedad que demanda populismo permanentemente, es costosísimo.
De hecho, el cargo a pagar puede resumirse en dos palabras: “déficit fiscal” y “deuda externa”, dos viejos conocidos de un largo menú de derrotas argentinas. Claramente, la realidad económica a fuerza de frustración me convenció de que el primer mandato de Macri será uno de consolidación política y en esta transición, el oficialismo ha ido mutando hacia un populismo blando en donde la restructuración económica dejó de ser prioritaria: “la Argentina política de primer orden dominó ampliamente”.
Por lo tanto, en lugar de encarar una restructuración fiscal necesaria se ha optado por postergarla en el tiempo, utilizando el endeudamiento externo como puente alternativo y mitigante. La Argentina de hoy, de acuerdo a lo que nos cuenta el gobierno, pretende ser una en donde “la obra pública le mejore la vida a la gente”, sin preguntarnos cómo generaremos las condiciones para repagar la deuda que dicha obra pública necesite para su financiación.
La Argentina de hoy es una en donde el gasto púbico vuelve a marcar récords y donde el endeudamiento comienza a convertirse en una razón de preocupación. Ojo, no digo drama por el momento, sólo digo preocupación. El ratio deuda externa/PBI es aproximadamente 45%. Por lo tanto, es hoy totalmente manejable. Pero, con necesidades de financiamiento neto en torno a los USD 35.000 millones anuales y ante un gobierno que todavía no articuló un programa fiscal sostenible, dicha situación representa al menos una fuente de legitima preocupación.
La coyuntura política actual se describe fácilmente: la “Argentina de segundo orden” financia a la “Argentina de primer orden” implicando que desperonizar a esta bendita nación en su esencia estructural más básica, formará parte de otro momento.
La “Argentina de primer orden” es una excelente noticia que tiene como preocupante contrapartida a la “Argentina de segundo orden”, una Argentina con muchas dudas, pero con esperanzador futuro.
A la luz de los resultados recientes ya es altamente probable imaginar a un presidente Macri ganando las elecciones presidenciales del 2019. Sin embargo, en un futuro no tan lejano, la realidad económica obligará a la Argentina a encarar una reestructuración fiscal a la que todavía no se atreve. El segundo mandato de Macri deberá ser el de una razonable, pero inclaudicable corrección.
Espero que el equipo económico ya lo tenga bien claro porque de lo contrario la Argentina ignorada de hoy, “la de segundo orden” terminará como siempre, tragándose a la de “primero”.
Sherman
Chief Strategist
Para CONTRAECONOMÍA

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