jueves, 21 de marzo de 2019

¿ES NECESARIO DESMANTELAR A LAS FANB? Por CESAR GUILLEN CITTERIO

Resultado de imagen para FANBLas fuerzas armadas venezolanas, si observamos en detalle han sido protagonistas en estos últimos 25 años, de acontecimientos políticos. Desde el caracazo, el 4 de febrero, 27 noviembre, el 11 de abril, desde las intentonas militares ocurridas en este periodo hasta las últimas deserciones y comunicados, demuestran la influencia que para bien o para mal ejercen en la sociedad. El militarismo o la presencia militar sobre la sociedad civil, es un tema aparte que viene desde la independencia y que han abordado estudiosos de esta realidad política no solo aquí, sino en otras regiones del mundo donde también es común esta influencia.
La actual situación que atraviesa el país, pasa necesariamente por la posición que adopte finalmente el componente armado, tan debilitado o dividido como pueda estar. De allí la ansiedad y necesidad que expresamos al llamarles “Militares corruptos” cuando están en el poder o “Militares cobardes” cuando están en la oposición, o la generalización de llamarles “inútiles” obviando posiblemente actuaciones más indecorosas de la clase política nacional. Se evidencia una contradicción de la sociedad, producto de la opresión o del desespero, según sea la ocasión. En Venezuela subyace la influencia omnipresente de la gesta de la independencia y del pensamiento de los héroes que la condujeron.
Persiste la romántica exaltación por la pasión patriótica, la emoción ante lo heroico de aquellos hombres de valor y audacia comprobada. Son todavía los padres de la patria el centro de gravedad de Venezuela. Nos vamos a la historia a buscar la gesta épica y apropiarnos de ese prestigio y de esa gloria, “Somos de la tierra de Bolívar, de la espada que camina por América latina” Por supuesto que en ese momento fuimos un ejemplo de libertad, pero se piensa que basta vivir a costa de ella sin aportarle nada, y en la institución militar es un dogma de fe el valor histórico de los próceres. La exaltación de los hombres de batalla conduce a la teoría del gendarme necesario, buscando en el pasado el resplandor de las virtudes individuales.
Sin embargo por doctrina, las fuerzas armadas en los países democráticos, son los administradores de la violencia del estado, los custodios de las armas de la república. Por eso se deben delimitar los límites morales entre un caudillismo ideologizado con ropaje de militar y la vocación profesional al servicio de la institucionalidad democrática y las libertades políticas. No solo es defender la integridad territorial, sino resguardar los valores y modos de vida que ha adoptado históricamente la sociedad venezolana para vivir. El disfrute de su libertad a través de sus valores tradicionales.
Muy por el contrario, el socialismo comunista siempre ha usado la carrera de las armas con fines exclusivamente políticos y de acceso al poder, de allí que se utiliza ese mismo poder para luego subyugar a sus ciudadanos y usufructuar el tesoro de la nación. Son en estos regímenes y los de extrema derecha, donde la influencia del militar se hace presente en la administración y conducción del estado. Esto produce el natural rechazo del estamento civil, ya que la actuación indecorosa y abusiva de un individuo se asocia automáticamente con la institución a la que pertenece.
Pero algo debe quedar muy claro, la institucionalidad y presencia de las fuerzas armadas no admite discusión, existe y está contemplada en todos los países democráticos y desarrollados del primer mundo (USA, Alemania, Inglaterra, Francia) Inclusive aquellas naciones cuyas fuerzas armadas causaron millones de muertes y destrucción en los conflictos mundiales que todos conocemos, nunca se plantearon erradicarlas o sustituirlas por otra forma de organización armada para el resguardo de su soberanía. La concepción republicana implica una estrecha relación entre la libertad y la virtud, he allí el dilema del militar como deliberante o como garante de las libertades públicas dentro de la constitución y el rigor de las leyes. Es el estado y sus dirigentes quienes asumen esta responsabilidad.
Los seres humanos con frecuencia no vemos las cosas como realmente son, sino como la queremos ver, no aceptamos lo bueno, sino lo que nos gusta. Haciendo una analogía, hoy todos vemos diferente a la USA de Trump que la de Obama, al Brasil de Bolsonaro que el de Dilma y Lula, la Colombia de Duque a la de Santos, y así con Argentina, Chile y Ecuador. A esos países antes los rechazábamos y ahora los aceptamos, lo que demuestra que los culpables no son los países, ellos siguen siendo los mismos, lo que han cambiado son sus líderes y nuestras percepciones. En conclusión, por inmediatez o por la rabia, valida en los actuales momentos, no destruyamos las instituciones, reorganicémoslas, eso sí, juzgando y castigando con severidad a sus malos dirigentes.

“Hemos ganado nuestra independencia, a costa de arruinar 3 siglos de cultura y tradición.” ………….Simón Bolívar
CESAR GUILLEN CITTERIO DESDE VENEZUELA

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