sábado, 6 de octubre de 2012

LA REBELIÓN DE LA GENTE 
Por Luis Tonelli.  “La gente” dejó de ser aliada, de estudiantes a prefectos. No hay reflejos rápidos propios del presidente Néstor Kirchner.¿El principio del fin?
La peor de las contradicciones emerge entre el discurso oficialista y la realidad: la “gente”, su gran aliada, con quien se jactaba de desarrollar una relación directa, inmediata, sin intermediarios ha comenzado a manifestarse pero no a favor si no en contra. El “gobierno de la gente” entonces tiene que lidiar que “gente” (ya no estadísticas, opiniones o imagines individuales) aparezca en acciones colectivas de protestas, crítica o desasosiego. “Gente”, ya sean caceroleros, estudiantes de posgrado en Harvard, o prefectos y gendarmes.
Néstor Kirchner tuvo reflejos rápidos cuando le estalló la protesta social por la inseguridad. Convocó a su líder, el ex ingeniero Blumberg, hizo suya su preocupación, e incluso impulso alguna de sus (inútiles) propuestas legislativas. Lo mismo sucedió con la rebelión contra la reelección de Rovira en Misiones, suspendió todos los proyectos releccionistas, y Felipe Solá cayó en la volteada.
Pero ahora no se trata de una protesta específica, y con un liderazgo claro con el cual poder negociar. La presente es una protesta difusa, una protesta 2.0. O sea, “gente” en su estado material primordial, inasible, magmático.
Un camino posible que la Presidenta puede ensayar es volver al “modo macanudo”. Bajar todas las hostilidades comunicativas, evitar chicanas y sarcasmos, aparecer esporádicamente y solo para dar discursos un tanto formales y demostrando seriedad. O sea, el modo utilizado en las campañas presidenciales del 2007 y del 2011.
La cuestión es que el malhumor no se debe solo a una respuesta pavloviana a un estilo comunicacional urticante (ni a la envidia como profundamente analizó el filósofo Juan Pablo Feinnman)  si no que se debe a hechos concretos. El principal, quizás, que la “gente” que ahorra aunque sea unos pesitos no pueda recurrir al dólar para evitar que se le confisque vía inflación un cuarto de sus ingresos por año. Y cepo e inflación serán también los protagonistas del año que viene.
La Presidenta apuesta a acallar la protesta con un hecho contundente que tanto de una señal de quien manda como también desarme lo que cree es el aparato comunicacional que se interpone entre los logros del gobierno y la satisfacción de la clase media: el malvado Grupo Clarín. Le ha puesto fecha también para que la decisión tome materialidad espectacular. Será el 7 de diciembre.
Un camino que la puede llevar si tiene éxito,  a un lugar peligroso. Si no a una chavización (a todas luces imposible en la Argentina) a un simulacro de ella. O sea, a profundizar que la “gente” que protesta no es “gente” si no “antipueblo”, “agentes de las corporaciones”, y en el mayor de los casos, idiotas útiles desagradecidos ante todo lo que el Gobierno ha hecho por ellos. Camino que implicará un aumento inaudito, para estas épocas, de la polarización política.
Y si fracasa en su intento, ya sabemos cuales serán las consecuencias: el estado de ebullición latente en el que se encuentra el peronismo se hará manifiesto y comenzará el desbande. Señal de que comienza el principio del fin de ese fenómeno histórico conocido como kirchnerismo.  Fuente: Publicado en 7Miradas

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