viernes, 19 de abril de 2013

Los cimientos del Estado total en Venezuela
Esteban Pérez
Venezuela es la noticia de estos últimos días. La situación que vive el país es caótica. La causa es una disputa electoral entre el candidato oficialista –y proclamado ganador– Nicolás Maduro y el opositor Henrique Capriles. Luego de una proclamación de resultados muy lejana a lo que la oposición esperaba y del registro de una serie de irregularidades en el proceso gran parte de la población ha puesto un grito en el cielo. Desde el lunes –primer día luego de la tardía proclamación de resultados de las elecciones– las ciudades de este país han sido escenario de una serie de manifestaciones populares. Brotes de violencia se dan en un lado y otro, sin que hasta ahora podamos saber con certeza quien los causa. En resumen, la riña electoral ha puesto en el país un alto, ha sacado a la gente a las calles y ha hecho que el caos prevalezca a lo largo y ancho de Venezuela.
El escalamiento que ha tenido el conflicto electoral a nivel popular ciertamente es curioso. Una simple disputa política entre dos facciones ha calado al punto de dividir a la población y llevarla a manifestaciones. Ofrece curiosidad saber qué situaciones son las que ha dado a este resultado. Lo que sí se puede inferir por lógica es que la gente da un alto valor a esta disputa, por ende, un alto valor a quién los gobierna.
Para entender el tema en cuestión es necesario, entonces, evaluar la situación social del país para así entender el efecto sicológico que juega el problema en la población. Lo primero que se debe saber es que los hombres necesitamos interactuar entre nosotros para poder sobrevivir, por eso vivimos en sociedades. Es ridículo pensar en nuestros días que la autarquía es sostenible. Ahora el cómo interactuamos no siempre es igual. Existen dos tipos básicos de interacción, la violencia y la cooperación. Por la primera un hombre o grupo trata de sobrevivir sacrificando los intereses de otro. Por la segunda, en cambio, los hombres buscan el beneficio mutuo de sus actos. Por simple lógica no podemos encontrar otro tipo de interacción. En toda sociedad, en mayor o menos medida existen ambos tipos de relaciones.
Tanto la violencia como la cooperación generalmente se desarrollan en la sociedad de forma cada vez más compleja. Quienes recurren a la violencia se organizan y protegen. Quienes buscan cooperación la agilitan y aumentan. A consecuencia de ello, las sociedades van generando instituciones, que no son más que herramientas que facilitan las interacciones humanas. Para protegerse de bandas opositoras, por ejemplo, los gánsteres crean códigos con normas de respeto entre ellos así como divisiones territoriales. Para facilitar la cooperación, los hombres crean las empresas, contratos y los usos sociales.
El máximo nivel de complejidad de ambos tipos de interacción se manifiesta en el Estado, por un lado, y en el mercado por otro. El Estado es la sistematización del uso de la violencia, que genera leyes propias, nombra autoridades y desarma a todo el resto de la ciudadanía para facilitar su ejercicio. Aquí no vamos a discutir si los fines que busca con dicha violencia son buenos o malos, sólo dejemos en claro que es la máxima institución de ella. El mercado es el espacio donde los hombres intercambian bienes y servicios, agilizando la división del trabajo, permitiendo que uno o varios de ellos provea de algo específica para satisfacer las necesidades de las mayorías. La cohesión social, tanto en la violencia como en la cooperación, depende del desarrollo de estas instituciones.
Venezuela es un país cuya política en los últimos 14 años se ha visto marcada por un fuerte debilitamiento del mercado en favor del Estado. El gobierno ha, cada vez más, acaparado distintos sectores de la economía y ha impuesto normas de conducta a la población. Por otro lado, ha obstruido el ingreso de capitales, el libre intercambio y demás características del mercado libre, restringiéndolo hasta casi asfixiarlo. Hoy en día la cohesión social en dicho país depende exclusivamente de la violencia. Las grandes cantidades de la población, de una forma u otra, dependen de acciones del Estado para su supervivencia y son incapaces de cooperar eficientemente entre ellas. Muchos hablan del debilitamiento de las instituciones, cuando la institución verdaderamente debilitada en Venezuela es el mercado.Sólo las relaciones de violencia mantienen a Venezuela unida.
Con este análisis encontramos que los acontecimientos actuales son por demás explicables. Si el gobierno es fundamental en la vida de tantos venezolanos, pues es la única institución que mantiene la cohesión social, entonces la importancia que se da a quién está a su cargo es lógica. La violencia, por su naturaleza, beneficia a una parte mientras perjudica a la otra. Lo mismo es verdad para el Estado, que es sólo la institucionalización de la violencia.
El nivel de unidad social que logra se basa en el sacrificio de un sector para el beneficio de otro. De quién esté a la cabeza depende quién se sacrifique a quién y en qué medida, quienes son las víctimas y quienes las sanguijuelas. Y no hay ninguna otra institución, como el mercado, que permita a las personas cooperar y procurarse mejor vida a pesar de la explotación que sufran por parte del gobierno, atenuando sus efectos. El gobierno tiene la última palabra.
En una sociedad donde primara el mercado, esto es, el individuo libre y en cooperación y el Estado este limitado a funciones muy específicas, los resultados serían diferentes. Los efectos causados por la violencia estatal podrían ser casi totalmente atenuados por los efectos beneficiosos del comercio.
La cohesión social se mantendría a base del mercado y las eventuales riñas entre grupos de poder estatal no pasarían de ser pleitos entre pandillas. El fraude perpetuado por Maduro y las quejas presentadas por Capriles serían un evento menor en una sociedad que progresa independientemente de quién esté en el poder político. Este efecto se evidencia en el hecho de que en los países más desarrollados generalmente las figuras políticas gozan de una importancia secundaria.
Lo que vive Venezuela hoy, aunque lamentable, es sólo la consecuencia lógica de las políticas de los últimos años. El debilitamiento de la institución más importante en el desarrollo de un país, el mercado, dejó a la población pendiendo de un hilo, el hilo del gobierno. Ahora que el grupo político hegemónico, que sostuvo hasta cierto punto la situación durante mucho tiempo, se ve en aprietos y encuentra rivales, la sociedad se vuelca a las calles pues el desenlace del conflicto puede ser vital para ellos. Independientemente de quién salga victorioso en la disputa la situación venezolana es triste. La violencia generalizada puede mantener a un país cohesionado en tanto obligue a unos a sacrificarse por otros. Pero al volverse el modo de interacción humana más fuerte e institucionalizado, el devenir social no dejará de ser una pugna de poderes que busca constantemente cambiar los papeles de la relación. La pugna está hoy en las calles de Venezuela.
FUENTE: Publicado en  Instituto Ludwig von Mises Ecuador 

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